9 de octubre de 2023
En el último cara a cara entre los y las aspirantes presidenciales se registraron más cruces y duros contrapuntos que en la primera edición. Chicanas, acusaciones y propuestas.
Facultad de derecho. Schiaretti, Bullrich, Milei, Bregman y Massa en sus atriles.
Foto: Debate 2023/ debate.electoral.gob.ar
El segundo debate de los cinco candidatos presidenciales que competirán el 22 de octubre mostró un escenario más parejo. A diferencia de lo ocurrido en Santiago del Estero, cuando Sergio Massa (Unión por la Patria, UxP) y Javier Milei (La Libertad Avanza, LLA) se eligieron como adversarios, en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires este domingo fue un todos contra todos. Y hubo varios momentos picantes.
Desde el punto de vista de lo que queda en la memoria de la audiencia, el punto clave de la contienda fue un cruce entre Massa y Milei. El candidato de extrema derecha estaba exponiendo sobre desarrollo y empleo. Llevaba puestos sus lentes redondos y cada tanto miraba los apuntes en el atril. Repetía su argumento habitual. En síntesis: para que haya desarrollo hay que achicar el Estado y bajarles impuestos a los más ricos. Myriam Bregman (Frente de Izquierda Unidad, FITU) pidió derecho a réplica y habló alternando la mirada entre la cámara y Milei: «Lo que te propone es la libertad para que cada vez te exploten más», dijo, y agregó que su fuerza impulsaba «la reducción de la jornada laboral para crear más empleo». Milei perdió la compostura que había intentado mantener y en tono burlón respondió: «Si los socialistas supieran de economía no serían socialistas». Luego, agregó, mirando a la cámara con los lentes bajos, a la mitad de la nariz: «¿Por qué no reducimos la jornada a una hora y hay más trabajo todavía?».
En ese momento Massa apretó el botón para pedir derecho a réplica. Apoyó las manos sobre el atril y miró al candidato de LLA. «Hasta acá llegaste Milei. Basta de faltarles el respeto a las mujeres ‒dijo‒. Pueden pensar distinto, pero basta de faltarles el respeto». Y cuestionó las ideas del diputado. Sostuvo que quiere «volver al esclavismo como hace más de 100 años».
El cruce tiene un contexto político por fuera del momento televisivo. Muestra que la mirada del ministro de Economía está puesta en el balotaje. Una de las mayores dificultades de Milei es crecer en el electorado femenino. Su principal caudal de votos viene de varones jóvenes de todas las clases sociales; pero con las mujeres tiene dificultades. Es uno de los elementos que le ponen un techo.
Más pirotecnia
Otro momento picante lo protagonizaron Massa y Patricia Bullrich (Juntos por el Cambio, JxC). La exministra de Seguridad hacía un notorio esfuerzo por mantener un tono firme, no solo en el volumen de la voz. Estaba concentrada en no trastabillar mientras hilaba las oraciones. El antikirchnerismo rabioso era el núcleo de su mensaje. Quizás añorando sus años junto a Elisa Carrió, hizo eje en las denuncias de corrupción y sacó a relucir el affaire Martín Insaurralde (las imágenes del exjefe de Gabinete bonaerense en un yate de lujo en Marbella).
Massa recogió el guante. En tono pausado, mirando a la exministra, le recordó que él había pedido la renuncia de Insaurralde a su cargo y a su candidatura. «Algo que vos, Patricia, nunca hiciste con (Gerardo) Milman. No somos todos iguales».
El diputado nacional de JxC (Milman) no está señalado solamente por su relación con la organización de ultraderecha Revolución Federal, a la que pertenecían los autores materiales del intento de asesinato de Cristina Fernández; también tiene una serie de acusaciones por enriquecimiento ilícito.
Bregman también tuvo su momento con Bullrich. La postulante del FITU esgrimió una de esas frases que rebotan. Fue durante el bloque en el que se habló de seguridad. Bullrich había prometido bajar la edad de imputabilidad y utilizar a «todas las fuerzas» para la «lucha contra el narco». Había cerrado, al igual que en todas sus intervenciones, con un slogan de sus spots: «El cambio es ahora y es para siempre».
Bregman apretó el botón de derecho a réplica. «¿Hasta qué edad piensa bajar la edad de imputabilidad?», preguntó. «¿Hasta el jardín de infantes?» Usted habla mucho, pero mostró como un éxito, cuando era ministra, una foto con el secuestro de 20 porros».
De derecha a izquierda
Los intercambios más agresivos –no necesariamente los que más se destacaron– fueron entre Bullrich y Milei. La candidata de JxC acusó al de LLA de tener «la casta adentro» por su alianza con el sindicalista Luis Barrionuevo. Milei, por su parte, respondió: «Usted pudo cambiar después de haber sido una asesina montonera. ¿Por qué cree que otros no pueden cambiar?». La exministra subió la apuesta y acusó al economista de querer «permitir el tráfico de órganos que es uno de los principales delitos en el mundo».
El gobernador de Córdoba, Juan Schiaretti (Hacemos por nuestro país) fue el que menos corrigió su estrategia. Le habló centralmente al electorado de su provincia. Su foco de ataque fue Massa. Por eso la pulseada más clara la tuvo con el ministro de Economía. Lo acusó de «pisarle la cabeza al campo». El candidato de UxP recordó entonces que durante el gobierno de Mauricio Macri los diputados de Schiaretti habían acompañado un aumento de impuestos en el Congreso. «Hay que decir las cosas acá pero después hay que sostenerlas en las votaciones», dijo.
Schiaretti ensayó una réplica, mientras Massa, rompiendo el molde rígido de todo el debate, miraba a cámara y movía el dedo índice de un lado al otro, negando lo que decía el gobernador.
Bregman preservó la frescura que había tenido en Santiago del Estero. Chicaneó a Massa por su propuesta de unidad nacional y dijo que eso implicaría «meter a la derecha en el Gobierno». Respecto de Milei, sostuvo que no es lo nuevo sino «la vieja derecha un poco despeinada». Al ser consultada nuevamente por Massa sobre qué haría ante un balotaje entre él y Milei, la postulante del FITU fue menos taxativa: «Todavía no estamos en el balotaje».
Su punto débil fue que en todos los temas llevó la respuesta ‒coherente con su posición ideológica‒ a una explicación basada en la estructura económica y social. Para seguridad, por ejemplo, dijo que había que corregir las desigualdades, que serían las causantes del incremento del delito. El diagnóstico puede tener una dosis de verdad, pero no contiene una acción más inmediata, lo que lo hace muy distante para el votante.
El ejercicio de elegir un ganador del último debate es demasiado futbolero para algo que tiene efectos múltiples y contradictorios. La cuenta regresiva se acelera.