Política | TENSA CUMBRE EN LOS ÁNGELES

Intereses cruzados

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Néstor Restivo

Entre exclusiones, ausencias y críticas a EE.UU., la reunión presidencial mostró el quiebre regional. Protagonismo de Alberto Fernández y de la Celac.

En voz alta. El mandatario argentino cuestionó que en el logo de la cumbre no figuraran las Islas Malvinas.

ESTEBAN COLLAZO

«El silencio de los ausentes nos interpela», dijo Alberto Fernández en un discurso quizá más duro de lo esperado. «Hubiésemos querido otra Cumbre de las Américas», pues el país anfitrión no puede «imponer “derecho de admisión” a los países miembros», enfatizó el también titular temporario de la Celac ante el aludido primer mandatario de Estados Unidos, Joe Biden, y el resto del auditorio.
En la IX Cumbre de las Américas, Fernández elevó el tono por la exclusión de Cuba, Venezuela y Nicaragua, por los bloqueos, y por el rol de «gendarme» de la Organización de Estados Americanos (OEA) en –para citar solo el caso más reciente, en 2019– el golpe de Estado en Bolivia. Incluso reclamó «remover de inmediato» a su conducción. Cuestionó que en el mapa-logo de esta Cumbre se hubieran olvidado de incluir a las Islas Malvinas y hasta recordó que el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), históricamente en manos de un latinoamericano, hoy está «apropiado» por Estados Unidos. Con todo, tuvo un gesto también inesperado como líder pro tempore de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños: invitó a Biden a la próxima reunión de ese espacio. Un puente tras las críticas. «Espero ansioso su invitación», respondería luego el inquilino de la Casa Blanca.
Entre excluidos, ausentes y críticas al rol del Norte Global, liderado claramente por Estados Unidos, esta Cumbre de las Américas no se recordará como un momento propicio para el hemisferio occidental. Sí, acaso, por algunos discursos que expresan la tensión del momento. En rigor, de poco han servido estos encuentros. Arrancaron con entusiasmo en 1994 en La Florida, tierra conquistada por el presidente Monroe en 1816/21 (mientras las Provincias Unidas del Sur se independizaban con un proyecto continental), y ahora llegaron a California (otro estado arrebatado por EE.UU., este a México en 1848) en su hora más inocua.
Allá en Miami, estaba fresca la caída del bloque comunista y el capitalismo gozaba a sus anchas. Tanto que Bill Clinton lanzó la idea del ALCA, que generó adrenalina al neoliberalismo hasta su colapso en la histórica cumbre de Mar del Plata en 2005, cuando ya los vientos habían empezado a cambiar.
Ahora, en la ciudad de los estudios de cine que más fantasías venden al mundo, la decisión de Biden de excluir a tres países desató rebeldías al sur del Río Bravo. Hubo quejas, contracumbre social y faltazos; el más notable, el del presidente del primer socio comercial de EE.UU. en la región, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), de México, pero también varios más (ocho líderes en total, una cuarta parte). Y estuvo ese discurso de Fernández, quien terminó de definir su viaje alentado justamente por AMLO y por el venezolano Nicolás Maduro, más que nada para que llevara a Los Ángeles la voz de la Celac.

Proyectos antagónicos
Mientras la escuchaba, Biden contaría las horas que faltaban a la cumbre para encarar los difíciles cinco meses de aquí a las legislativas de medio término, ante las cuales su gestión luce mal en varios frentes y que tienen como marco el temor a una reemergencia del trumpismo. Hubo, por cierto, otros discursos además del de Fernández. Pero pocos tan esperados como el suyo. Salvo el del propio Biden al abrir el cónclave. El estadounidense prometió una vaga Asociación de las Américas para la Promoción Económica sin especificar fondos salvo alguna mención al BID y la CAF, y en un párrafo sugestivo pero desapercibido habló de «regionalizar» las cadenas globales de valor (CGV).
El tema alimentos y energía, con la guerra en Ucrania de fondo, fue mentado por varios líderes, incluso por Fernández. Pero Biden pareció apuntar a aislar de esa idea sobre cómo rehacer las CGV tan dañadas –primero por la pandemia y ahora por la guerra, con su consecuencia en inflación global– a Rusia y a China, acaso alentando cierta desglobalización o desacople, términos que empiezan a aparecer en muchos análisis.
Así, sigue la línea que despliega EE.UU. hace varios años. Como confesó puertas adentro el entonces presidente George W. Bush en aquél 2005 en Mar del Plata, una razón del ALCA (en definitiva, de las Cumbres) era blindar la región, bajo el liderazgo de Washington, al ingreso de China. Ese combate, a cuyo objetivo se fue adicionando luego Rusia, con las consecuencias trágicas que muestra esa estrategia en este 2022, sigue marcando el norte de una potencia objetivamente en declive como es EE.UU.
Al sur, América Latina está lejos de armonizar un destino común, en un escenario de disputa constante entre proyectos antagónicos, sin horizontes claros para uno ni otro y tironeada por el juego de las grandes potencias. Pero tratando de ordenar un discurso en la Celac que tendrá más peso si algunos resultados electorales de este año inclinan la balanza para el progresismo regional.

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