Política | PANORAMA SEMANAL

Disputa en la calle y el Congreso

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Alberto López Girondo

La masiva movilización del miércoles impidió el habitual despliegue represivo y acompañó la aprobación de proyectos que apuntan a reparar parte de los daños del ajuste. Agresiva respuesta libertaria.

Acompañados. Esta vez los jubilados marcharon junto con organizaciones feministas, de discapacitados, científicos del Conicet y profesionales del Hospital Garrahan, entre otros.

Foto: Guido Piotrkowski

Una buena síntesis de los tiempos que corren en la primera mitad de 2025 puede ser la de la multitudinaria marcha del 4 de junio que aunó en la Plaza del Congreso a los jubilados de cada miércoles con militantes de organizaciones feministas, de discapacitados, científicos del Conicet y profesionales del Hospital Garrahan, mientras el Parlamento debatía medidas de resguardo para todos los sectores que se manifestaban, al tiempo que en pantalla partida se podrían ver las declaraciones de una diputada ultralibertaria ninguneando la profesión médica y el ministro de Salud emitiendo un mensaje de la misma calaña en relación con el presupuesto para el sistema público nacional.

La manifestación demostró que se necesita voluntad política para sumarse a un reclamo que por cotidiano, parece quedar solapado bajo la alfombra de otros temas acuciantes, pero fragmentados. Lo que se vio en estos últimos miércoles es que cuando solo se moviliza un grupo de jubilados, las fuerzas de la represión se solazan en su brutalidad, con un amplio despliegue de efectivos y parafernalia militar. Cuando se trata de multitudes, se cuidan de guarecerse y no generar conflictos que podrían escaparse de su control. Si el mensaje del Gobierno, tanto en campaña como desde su primer día en la gestión, es que venía para impedir los cortes de calles y liberar el tránsito –con lo que se ganó el apoyo de una parte importante de la ciudadanía–, lo concreto es que los mismos uniformados son los que cortan la circulación en vastas zonas de la ciudad en un intento por evitar una imaginaria toma del Congreso.

Segunda cuestión: nuevamente la Cámara Baja aprobó proyectos de ley que el presidente Javier Milei asegura que va a vetar. Estas propuestas tienen algunas diferencias con la aprobada, y vetada, en septiembre pasado. Establece un aumento del 7,2% en las jubilaciones, eleva a $110.000 el bono para el haber mínimo y extiende la moratoria previsional por dos años, pero dice puntualmente de dónde se pueden sacar los fondos: del voluminoso y secreto presupuesto de la SIDE y de la derogación de la exención del IVA a directores de empresas y de Ganancias a sociedades de garantías recíprocas. La novedad fue que hubo radicales y macristas que apoyaron la iniciativa en disidencia con sus bloques. Cuando se estaba por votar la emergencia en el Garrahan, diputados de La Libertad Avanza (LLA) y el PRO, sin embargo, dejaron la sesión sin quorum. En esa dicotomía se juega la posibilidad de refrendar el proyecto de ley –que todavía no pasó por el Senado, por cierto– si luego fuera vetado con la excusa de defender la solidez fiscal.

Diputados. Aprobaron proyectos que aumentan las jubilaciones, reponen la moratoria previsional y declaran la emergencia en discapacidad.

Foto: @DiputadosAR


Deshumanización
La cuestión cultural: aunque parezca otro tema desgastado, no está mal volver sobre el telón de fondo de la deshumanización que implica el neoliberalismo. Una teoría que tiene como herramienta a la economía, como el propio Milton Friedman decía, pero el objetivo político el ensalzamiento del individuo como motor de la civilización. Lo expresó claramente un funcionario que a la madre de un niño con discapacidad le dijo que «el Estado no tiene la culpa» de esa condición y tampoco tiene por qué subvencionarle el peaje en una autopista.

El ministro de Salud, Mario Lugones, expuso conceptos similares en el reciente encuentro de la Cámara de Comercio de Estados Unidos en Argentina (AmCham Summit 2025), con el ruido de fondo de los reclamos de los trabajadores del hospital pediátrico seguramente más reconocido de América Latina. «No se puede decir que todo el mundo tiene derecho a todo, es todo una mentira», lanzó. Pero la frase que más impactó fue otra. «No gestiono emociones, gestiono números. No se trata de cuántos médicos se queden con sueldos miserables ni de cuántos niños mueran esperando atención. El déficit fiscal no se negocia».

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La diputada Lilia Lemoine señaló en otra de sus inefables intervenciones televisivas, en esta ocasión referida a los médicos: «Entiendo que tengan sueños y que quieran estudiar lo que les gusta (pero) si mientras estás estudiando no te das cuenta de que los médicos están mal (…) Podes estudiar lo que quieras, pero que sepan que cuando elegís una carrera tenés beneficios y perjuicios (…) tenés que separar tus sueños de tu realidad». Criterio este que, si no fuera porque la abrumadora mayoría de quienes se inclinan por esa profesión tienen vocación de ayudar al prójimo, llevaría a que en algún momento no hubiese a quien recurrir en caso de una simple enfermedad.

Este pensamiento, que pretende una comunidad dispersa y sin conexión, se sostiene en un concepto básico que filósofos como Enrique Dussel desbarataban con el simple argumento de que el humano nace siendo el más desvalido de los seres vivos. Y que necesita muchos años de cuidado y atención hasta que puede desenvolverse por sí mismo. Esto quiere decir que incluso el más fanático y jactancioso palolibertario necesitó del cariño o al menos la solidaridad de otro humano para llegar a estos días.

La sociedad argentina había entendido,luego de la dictadura cívico-militar, que los fundamentos con los que construía su democracia, con aspiraciones de definitiva, eran de los más altos valores humanos. Lo decía el líder de la UCR, Raúl Alfonsín, en la campaña que lo llevó a la presidencia, en 1983. «Con la democracia se come, se cura y se educa». Era una promesa electoral para rechazar la violencia que se había vivido, pero que se fue deshilachando en los últimos años a medida que las capas más privilegiadas se fueron apropiando de una parte cada vez más grande de la torta a repartir, y que podían pagarse nichos de educación y salud privados mientras desfinanciaba el sistema público.

El Gobierno de Milei se ofrece como una última palada para enterrar ese sueño de un país para todos que, guste o no, de alguna manera está ligado a la construcción de una economía que permita la movilidad ascendente y la existencia de una clase media instruida y con aspiraciones, factores que ostensiblemente se fueron reduciendo aceleradamente. El que lo explica de un modo preciso es el periodista Carlos Pagni, una de las voces más lúcidas del universo conservador argentino. «Hay que mirar este fenómeno del achicamiento de los sectores medios, que es crucial para el estilo de democracia que puede tener un país», dijo.

En otro terreno, el lunes la titular del Partido Justicialista, Cristina Fernández de Kirchner, mantuvo una extensa entrevista con Gustavo Silvestre en C5N donde, entre otras consideraciones, anunció su candidatura a diputada provincial por la tercera sección electoral bonaerense. En una suerte de cabeza a cabeza con el sistema judicial y el grupo de comunicadores que pide a gritos que la declaren culpable en la Causa Vialidad y le impidan presentarse a cargos electivos por el resto de sus días, la Corte suprema avisó que rechazaba la recusación que había presentado contra uno de sus tres integrantes, Ricardo Lorenzetti. Queda así despejado el camino hacia una sentencia definitiva en una causa que ya tiene algo más de nueve años.

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