Política | MILEI Y VILLARRUEL

Disputas de palacio

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Alberto López Girondo

El tratamiento del DNU rechazado por el Senado expuso la fractura entre el presidente y la vice. Amenazas, comunicados y alianzas en una partida compleja.

Protagonistas. Villarruel y Milei, un vínculo con idas y vueltas desde la campaña electoral.

Foto: Getty Images

Podría decirse que el rechazo en el Senado al mega DNU con que Javier Milei inauguró su gestión en diciembre pasado estaba cantado. Y que esa muerte anunciada en gran medida fue provocada por las continuas agresiones que el presidente le destina sin el menor recato a la dirigencia política, a los gobernadores y hasta a sus propios aliados. Si para los «biempensantes» la sociedad argentina viene sufriendo una grieta desde hace muchos años, más que motosierra lo que La Libertad Avanza instaló fue una topadora que desde su granja de trolls no duda en atacar incluso a su vicepresidenta por no seguir las instrucciones que bajan «desde el Cielo». Y en este áspero transitar, el oficialismo arrastra a los argentinos en una vorágine que golpea a la economía, a la sensibilidad y a los valores democráticos conseguidos en estas cuatro décadas.
El voto de 42 senadores contra el DNU 70/23, que modifica de un plumazo más de 80 leyes constitucionales, le puso un freno –aunque por ahora circunstancial– a las aspiraciones de uniformidad y acatamiento que pretende Milei. Sin embargo, el presidente libertario no entierra la iniciativa. Ahora habrá que ver qué sucede en la Cámara Baja, por más que ya gran parte de sus reformas están vigentes. Especialmente tras los aumentos indiscriminados en salud, educación privada y alquileres. 
Lo que sí deja el claro el debate en la semana de los Idus de Marzo mileísta es la fractura expuesta entre el primer mandatario y la vicepresidenta Victoria Villarruel. Los mensajes que le propinó Milei resposteando amenazas e improperios de todo calibre en las redes sociales –una mecánica de comunicación muy afín al gusto presidencial– fueron devueltos con cierta elegancia y una sonrisa enigmática de su compañera de fórmula. La pregunta es: ¿había necesidad de semejante agresión por haber incorporado el tratamiento del DNU en la sesión del jueves 14?

Trasfondos
Los conocedores de los manejos legislativos se desgañitaron explicando que Villarruel no tenía otra opción que dar vía libre al debate porque así lo pide el reglamento. De modo que la opción política hubiese sido negociar la aceptación de los más díscolos o la abstención, cuando se sabía que habría quorum para tratar varias iniciativas en la orden del día, entre ellas la que preocupaba en la Casa Rosada. Pero entre Milei y Villarruel se produjo una fisura desde las primeras horas que se fue profundizando muy velozmente. 
La designación de la fórmula presidencial de Juntos por el Cambio en los ministerios de Seguridad y Defensa golpeó directamente en las aspiraciones de la vicepresidenta. Ultraconservadora y descendiente de una familia de militares, hija de un teniente coronel retirado que participó en la Guerra de Malvinas y también fue procesado por delitos de lesa humanidad, había arreglado como parte de su alianza con los libertarios que ella manejaría esa área. Es verdad que el mismo día del triunfo, en la segunda vuelta, sus más cercanos seguidores mostraron una bandera con un logo diferente al de la agrupación ganadora que integró. La represalia bien podría haber sido cerrarle la puerta sin explicaciones, como ya se hizo costumbre en el Gobierno, que cultiva prolijamente el destrato a quienes desplaza de su cercanía. 
Luego fue ostensible la presencia de la vicepresidenta en actos provinciales, como en Jesús María, Córdoba, o la Fiesta de la Vendimia, en Mendoza. Un artículo del Financial Times destaca la frase de un entrevistado que despertó aún más recelo: «Creo que hay que observarla atentamente; ella está lista para lo que sea», dice, laudatorio. El diario es tal vez el más influyente del mundo de las finanzas internacionales. Y el trasfondo de la cobertura –que se publicó en la primera semana de enero, cuando entraba en vigencia el DNU– era resaltar que, a diferencia de Milei, ella podría garantizar las mismas reformas pero con el consenso político y también militar que necesitan las corporaciones y los organismos como el FMI.
Cuando ya era inevitable el tratamiento del decreto, la Oficina del Presidente de la Nación (OPRA), otra de las modas traídas de Estados Unidos por la actual gestión, emitió un comunicado en el que percibe el rechazo como una amenaza al Pacto de Mayo que Milei pretende firmar con los gobernadores, y lanza una indudable chicana: «Esperamos que el Poder Legislativo no se deje cautivar por el canto de sirena de quienes pretenden anotarse victorias de corto plazo».
Ella, con la misma sonrisa de vendedora de perfumes con que defiende el rol de las Fuerzas Armadas en la dictadura y busca reivindicaciones para los condenados por violaciones a los derechos humanos, respondió en un video a los ataques de trolls –alguno llegó a pedir que la colgaran en Plaza de Mayo– luego de un nuevo comunicado con el logo de la OPRA posterior al rechazo que afirma: «En su discurso del estado de la Nación, el presidente planteó dos alternativas: el acuerdo o la confrontación. Ha llegado el momento en que la clase política decida de qué lado de la historia quiere quedar.
«Mi compromiso con Argentina y Javier Milei es inclaudicable», respondió Villarruel, para luego apelar a un recurso que todavía parece rendir frutos: denigrar al Gobierno anterior y a la dos veces presidenta. «Yo no me voy a convertir en Cristina Fernández de Kirchner, no me voy a convertir en aquello que vinimos a cambiar», dice Villarruel, para concluir marcando la cancha en la línea que les gusta a los inversores. «El Senado es la casa de las provincias y es un poder independiente de la República Argentina (…) No hay Gobierno sin institucionalidad, por eso la política tiene que trabajar para la gente. No hay progreso sin libertad». 

Futuro impredecible
¿Cómo seguirá la historia? Es una incógnita. Los rumores de que la apuesta real de Mauricio Macri no era Milei sino ella circulan desde que tras la primera vuelta el expresidente se lanzó en ayuda del expanelista televisivo. El distanciamiento de Macri con Patricia Bullrich por la presidencia del PRO y la posible fusión con LLA no hacen sino exacerbar estas divergencias. 
Los antecedentes de la historia argentina en torno a disputas entre los dos máximos cargos ejecutivos –uno con el poder de «la lapicera» en la mano y el otro con el «serrucho» entre las sombras– no son nuevos. Desde la recuperación de la democracia, los relatos de intrigas entre Raúl Alfonsin y Víctor Martínez eran moneda corriente en la prensa de la segunda mitad de los años 80. Carlos Menem se llevó a las patadas con Eduardo Duhalde y luego con Carlos Ruckauf; Fernando de la Rúa y sus hijos-consejeros hicieron lo posible para sacarse de encima a «Chacho» Álvarez, sin ver que estaban cavando su propia fosa. Ya en este siglo, la desconfianza de Néstor Kirchner hacia Daniel Scioli era también evidente, para no hablar de las diferencias de Cristina Fernández de Kirchner con Alberto Fernández. 
Ahora, en esta etapa se juega otra partida. El Gobierno de LLA cumplirá sus primeros 100 días de gestión recién este martes. Se supone que debería estar disfrutando aún de una luna de miel con la sociedad. En cambio, se dedicó a emprender un viaje plagado de turbulencias. En las antípodas de aquel libro de Dale Carnegie, Cómo ganar amigos.

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