Política

Divisiones electorales

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La gobernadora María Eugenia Vidal reactiva un viejo plan que busca fraccionar el partido más grande y decisivo de la provincia de Buenos Aires. Rechazo del PJ y de la renovación massista, apoyo en el radicalismo. El rol de Margarita Stolbizer.


Diferencias. Son 15 localidades que manifiestan contrapuestos matices socioeconómicos. (Alejandro Rodriguez/En la vuelta)

 

Si la Provincia de Buenos Aires es «la madre de todas las batallas», entonces La Matanza es el campo de combate por excelencia. En épocas electorales, el mayor municipio bonaerense hace sentir el peso de su padrón, con más de un millón de votantes habilitados. Y en los intervalos en que la política no va a las urnas, en La Matanza igual se juega fuerte, preparando el terreno. A eso apunta el nuevo intento por fragmentar en varias intendencias los 325 kilómetros cuadrados de este partido, que desde 1983 viene ratificando su calidad de bastión del PJ. En las presidenciales de 2015, el FPV cosechó el 63% de los votos matanceros. Y la intendenta Verónica Magario ganó con casi el 50%, relegando por 22 puntos a Cambiemos.
Dividir las 15 localidades que integran La Matanza es un viejo anhelo del radicalismo y otras fuerzas no peronistas. Con ese fin, el GEN de Margarita Stolbizer presentó en la Cámara de Diputados bonaerense un proyecto de ley para separar al municipio en cuatro. La iniciativa avanza en la Comisión de Asuntos Municipales, con el visto bueno de la gobernadora María Eugenia Vidal. El macrismo ya lanzó una campaña telefónica y vía redes sociales para encuestar a los vecinos. Luego, sumarán reuniones barriales y timbreos antes de solicitar un plebiscito a Magario.
Los que quieren dividir aseguran que una distribución política más acotada permitirá un mejor gobierno del extenso suelo matancero, donde conviven realidades de alto contraste: hay sectores muy pujantes, como Ramos Mejía, y otros postergados, como Isidro Casanova o Rafael Castillo.
En el PJ, en cambio, retrucan que se trata de una maniobra puramente electoral, con la lógica de fraccionar el padrón y derrotar al peronismo. Además, advierten que significaría separar a sus 2 millones de habitantes entre «ricos y pobres», como sostuvo la propia Magario. «Sería inviable económicamente», concluyó la mandataria, para quien se trata de una propuesta que «generó la oposición encerrada en una oficina». Algo similar opinó Sergio Massa. El líder del FR pidió «que les pregunten a los vecinos si están de acuerdo» y exigió que «no haya matanceros de primera, segunda o tercera».

 

Antecedentes
La discusión no es para nada nueva, lleva más de una década planteándose en términos casi idénticos. El proyecto que impulsó el diputado  Marcelo Díaz, del GEN, es el capítulo más reciente de una disputa que se remonta al 2000. Ese año, Liliana De Miguel y Jorge Mejías, legisladores de la Alianza, propusieron seccionar al partido en cuatro: Los Tapiales, Juan Manuel de Rosas, Gregorio de Laferrere y La Matanza. Abrevaban en una tendencia de los 90, cuando se dividieron Morón, Esteban Echeverría y General Sarmiento, en el marco del «Plan Génesis 2000», puesto en marcha en 1995 por Eduardo Duhalde. Con argumentos que llegan calcados hasta hoy, De Miguel y Mejías postulaban que «la moderna organización del régimen municipal se orienta hacia la existencia de distritos de reducida superficie territorial y con bajo índice de población». Lograron el dictamen favorable en dos comisiones, pero chocaron con un férreo rechazo del intendente local Alberto Balestrini. Desde entonces, la idea fue resucitada varias veces.
En 2005, otra legisladora radical, Sandra Rioboó, impulsó una iniciativa similar, que tuvo dictamen en Asuntos Municipales y luego se empantanó. En 2010 fue el turno de Walter Martello, de la Coalición Cívica. Martello aprovechó el antecedente de Lezama, que acababa de escindirse de Chascomús, pero el Senado provincial nunca promulgó la «ley marco» que se exigía como requisito.
En 2013, en plena campaña para las elecciones legislativas, llegó el cuarto intento, de la mano de Stolbizer y el FAP. Es el mismo proyecto que ahora desempolvó el GEN, con el influyente apoyo de Vidal y, una vez más, un destino incierto.

 

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