Política

Ejes presidenciales

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Los primeros pasos de Mauricio Macri al frente del Poder Ejecutivo prenuncian un cambio profundo en la orientación de políticas fundamentales. Discurso y despedida de Cristina Fernández.

 

Festejo. Junto a su esposa Juliana Awada, Macri bailó en el balcón de la Casa Rosada. Antes ratificó sus promesas de combate al narcotráfico y pobreza cero. (Télam)

En un discurso de no más de 25 minutos el flamante presidente Mauricio Macri desplegó los ejes sobre los que plantea dejar atrás los 12 años de kirchnerismo en la que será la primera gestión democrática en la historia del país no surgida de las filas de alguno de los dos grandes partidos políticos: el peronismo y el radicalismo. Prometió, como lo había hecho durante su campaña, mantener su compromiso social, como su propuesta de pobreza cero. Pero también sugirió «la aventura del crecimiento» y, no casualmente, mencionó al expresidente Arturo Frondizi como modelo a seguir. Flanqueado por un grupo de presidentes latinoamericanos –Michelle Bachelet (Chile), Horacio Cartés (Paraguay), Juan Manuel Santos (Colombia), Evo Morales (Bolivia), Tabaré Vázquez (Uruguay) y Rafael Correa (Ecuador)–, no olvidó mencionar que buscará mantener los vínculos con la región. «Creemos en la unidad y la cooperación de América Latina y el mundo», dijo. Y también recalcó que buscará defender la independencia del poder judicial. «No va a haber jueces macristas. No puede haber jueces militantes de ningún partido». Y se comprometió a combatir la corrupción en todos los órdenes.
Luego de las traumáticas negociaciones por el lugar de la asunción con Cristina Fernández, que implicó una Asamblea Legislativa bastante raleada por la ausencia de diputados y senadores kirchneristas, el nuevo mandatario de los argentinos propuso «unirnos para crecer y mejorar, para que nuestro país avance». A continuación, buscó alejar los temores sobre sus verdaderas intenciones en el plano económico. «Vamos a universalizar la protección social para que ningún chico quede desprotegido (…) Vamos a urbanizar las villas para transformar la vida de miles de familias. Pero para que haya pobreza cero tenemos que generar trabajo, ampliar la economía. Vamos a producir una transformación para que se multipliquen las fuentes de trabajo».
En medio de una ovación, el presidente también señaló que focalizará su política de seguridad en el narcotráfico. «Miles de personas me transmitieron preocupación por este tema. Hay jóvenes que matan y mueren sin saber por qué –dijo–. El efecto del paco y la droga arruina familias enteras».
Macri asumió el gobierno en el Congreso Nacional, como establece la Constitución, pero recibió el bastón y la banda presidencial de manos de Federico Pinedo, a la sazón el encargado del Ejecutivo desde la 0 hora del 10 de diciembre, en la Casa Rosada, en un insólito traspaso luego de una cautelar pedida por el PRO como forma de resolver el entuerto sobre el lugar para la ceremonia de trasmisión de los símbolos del mando. «La política no es el escenario para engañar a la gente con datos falsos, quiero pedirles que nuestro lugar de encuentro sea la verdad», dijo Macri, en evidente alusión a las críticas por el manejo del INDEC en los años previos.
Horas antes, Cristina Fernández había fijado su agenda para cualquier futura gestión ante una multitud de cientos de miles de seguidores. «Después de 12 años y medio podemos mirar a los ojos de todos los argentinos. Solo le pido a Dios que quienes nos sucedan por imperio de la voluntad popular dentro de 4 años puedan, frente a una plaza como esta, decirles a todos los argentinos que también pueden mirarlos a los ojos», dijo, y fue haciendo un sumario de los logros de su paso por la Casa Rosada. Quizás esto explique por qué las formalidades de transmisión de mando se convirtieron en un debate de fondo que terminó en una insólita decisión judicial: es la primera vez que termina un gobierno con tanto apoyo popular y sin una debacle económica. La deuda externa es una de las más bajas de la historia y las nacionalizaciones de dos emblemas como YPF y Aerolíneas, más el fuerte apoyo al desarrollo de la ciencia, son puntos altos en esa gestión. Entre los déficits, con todo, figura la escasez de reservas en el Banco Central y la forma de resolver un tema espinoso como el de los fondos buitre. A modo de respuesta, Macri dijo en el Congreso: «Para mí la política no es una competencia para ver quién tiene el ego más grande». Y planteó que el objetivo de su gobierno será que «los que más nos necesitan estén viviendo mejor dentro de 4 años».

 

Miradas contrapuestas
La política, en la docena de años en que el Frente para la Victoria ejerció el poder, fue el centro de la vida pública en la Argentina. Con errores y aciertos, cada uno de los argentinos fue partícipe a su manera de debates y discusiones que, para muchos, implicó enfrentamientos nunca vistos antes. Eso que periodísticamente se llamó «la grieta» terminó por significar para muchos una desagradable consecuencia del kirchnerismo. Allí encontró cauce el discurso del macrismo, ahora expresado en la idea de «unir a los argentinos» que manifestó el presidente en su mensaje inaugural.
Como contrapartida, su gobierno se caracterizará, al menos en la etapa inicial, por preferir a profesionales de empresas privadas por sobre dirigentes políticos para los puestos de gestión. ¿Es un no a la política o esa es la nueva forma de hacer política? Esa es la gran pregunta para los tiempos que vienen. Y como siempre, todo dependerá de los resultados para las grandes mayorías.
Otro tema planteado en el discurso de Macri ante el Congreso fue el de la Justicia. Luego de los choques que el gobierno saliente tuvo con el Poder Judicial, Cristina Fernández llegó a decir en su último discurso en la Plaza de Mayo que hay un «partido judicial» al que calificó como uno de los principales obstáculos para gobernar. Su sucesor, en cambio, replicó: «Hay que acompañar a la Justicia para que se libre de vicios políticos» y sostuvo que «la Justicia que tarda en llegar no es justicia».

Plaza de Mayo. Una multitud con Cristina Fernández en el día final de su mandato. (Jorge Aloy)

Contemplaban la escena los miembros de la disminuida Corte Suprema de Justicia, que el día siguiente se quedaría con solo tres integrantes por la renuncia de Carlos Fayt. El desafío será ahora –y seguramente otra señal de cara a la sociedad– completar el Supremo Tribunal.
El otro tema que hace diferencia con la gestión kirchnerista es el de las relaciones exteriores. Macri tuvo su primera disputa con las autoridades venezolanas al prometer que pediría la aplicación de la cláusula democrática del Mercosur al gobierno de Nicolás Maduro, sin embargo, tras el triunfo de la MUD en los comicios legislativos del 6 de diciembre, desistió de tal iniciativa.
La canciller, Susana Malcorra, conocedora de los entresijos de la ONU, mostró pronto su perfil. Por un lado, dijo que no habría problemas en comerciar con Irán. «Si quieren comprar trigo y tienen el dinero para pagar, ¿cuál sería el problema?», se preguntó. Pero al mismo tiempo consideró que no habría inconvenientes en reanimar el ALCA, siempre y cuando, aclaró, «sintamos que nos beneficia».
El nuevo embajador en Washington, el excandidato a la jefatura de Gobierno porteño Martín Lousteau, ya había adelantado el rumbo. «Hay que mantener relaciones maduras con Estados Unidos, no plantear cuestiones adolescentes sin utilidad». Malcorra señaló que la estrategia de su gestión pasará por hablar con todo el mundo. En cuando a China y Rusia, que habían establecido acuerdos comerciales y estratégicos con el gobierno anterior que despertaron resquemores en Macri cuando era candidato, la Canciller también se mostró pragmática. «Vamos a desideologizar la política exterior. No hay que pensar que si nos acercamos a Estados Unidos nos alejamos de China. Hay que hablar con Estados Unidos y también mirar a China».

 

Interna justicialista
El discurso final de Cristina Fernández, como se dijo, propone una mirada crítica sobre lo que haga Macri. Se planta como la líder de la oposición, pero al mismo tiempo es un gesto hacia adentro del justicialismo. ¿Logrará mantener la unidad del septuagenario partido? Una de las razones que explican su derrota fue el alejamiento de un sector importante del PJ detrás de Sergio Massa. Junto con el cordobés José Manuel de la Sota, Massa conformó un frente que se alzó con el 21% de los votos en la primera vuelta. De allí surgieron los tantos que necesitaba Macri para derrotar a Daniel Scioli. Y en Córdoba ganó por más de 900.000 sufragios.
El FPV quedó a menos de 3 puntos de Macri, con casi 49% de votos. No fue una gran diferencia y si se hubiera dado el revés muy probablemente todavía se estarían discutiendo denuncias de fraude. Pero ese casi 50% del electorado no es homogéneo. En los votos de Macri había antikirchnerismo como en los votos kirchneristas había votos antimacristas.
Sin embargo, Macri, María Eugenia Vidal y Horacio Rodríguez Larreta están sentados en los tres principales sillones de mando del país y el PJ es oposición. Ya hubo pases de bando y seguramente habrá más en el futuro –se sabe que la necesidad de caja suele derrotar a la ideología– y no es claro quién llevaría la voz cantante en el partido. Perder se suele pagar caro, pero luego de 12 años quedar a menos de 3 puntos podría no computar como derrota. Dependerá de los dirigentes que ese caudal no se diluya.
Macri, en tanto, se apresuró a anunciar que no llamará a sesiones extraordinarias. Tras la jura y hasta el 1º de marzo y ante un Congreso en que, a pesar de su alianza con la UCR y la Coalición Cívica, es minoría, tendrá el recurso de gobernar mediante decretos de necesidad y urgencia. Así evitará sufrir alguna derrota parlamentaria que le esmerile el impulso inicial.

Alberto López Girondo