16 de agosto de 2025
Del jarrón de Coppola a los vínculos con el polémico Timothy Ballard, el ministro de Justicia cultivó siempre la costumbre de llevarse bien con quienes tienen y pueden. Avatares de una carrera agitada.

Penalista. Cúneo Libarona, funcionario del Gobierno de Javier Milei desde el 10 de diciembre de 2023, sale de la Casa Rosada.
Foto: Getty Images
El jefe de Gabinete Guillermo Francos lucía entre sorprendido y contrariado cuando un movilero, micrófono en mano, lo atajó al ingresar a la Casa Rosada. Y al oír el nombre del ministro de Justicia, Mariano Cúneo Libarona, dijo:
–No creo que ofreciera sus servicios, solo habló de un tema preocupante.
Se refería al video emitido por el programa Argenzuela, de C5N, donde al aludido se lo ve departiendo en Nueva York con Timothy Ballard, el otrora agente de la CIA convertido en artífice de la lucha contra la trata infantil, sobre quien pesan varias denuncias por abuso sexual. Es que semejante mácula habría malogrado ciertos negocios que estaba a punto de cerrar con el presidente Javier Milei, después de que la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, le advirtiera a este el lado oculto de su alma. Pues bien, en aquella filmación, Cúneo Libarona le propone diversas alternativas –a través de jueces, legisladores y periodistas amigos– para subsanar tal «malentendido». Esa es la palabra que usó.
No obstante, Francos aseveró:
–No tengo nada que reprocharle al ministro.
–¿Pero usted vio el video? –quiso saber el movilero.
–No. La verdad es que no lo vi.
Lo cierto es que Cúneo Libarona había quedado en el ojo de la tormenta. No era la primera vez que le pasaba; pero, a la vez, su capacidad de resiliencia es un canto a la vida. Algunos pasajes de su biografía lo confirman.
Ricos y famosos
Este hombre supo brillar como abogado penalista. Su salto a la fama alegró la primavera de 1996, al defender a Guillermo Coppola en la denominada «causa del Jarrón», cuando, al ser allanado su hogar, la policía «plantó» en el interior de un florero unos 406 gramos de cocaína.
Esa puesta en escena, la cual tuvo otros cuatro detenidos –entre ellos, el futbolista Alberto Tarantini–, fue ideada por el juez federal de Dolores, Hernán Bernasconi, junto con su secretario letrado, Roberto Schlägel, y dos efectivos de La Bonaerense, Daniel Diamante y Antonio Gerase.
El asunto se convirtió en un apasionante reality show, transmitido día a día por la pantalla chica.
En tal contexto ocurrió el debut mediático de Cúneo Libarona, de 35 años por entonces. Fue en el programa Hora Clave, de Mariano Grondona.
Allí tiró la bomba: –La causa no tiene más que 40 gramos de cocaína.
Su dicción paposa no le jugaba en contra.
Grondona enarcó las cejas, mientras él agregaba que la droga había sido groseramente «cortada» con 366 gramos de bórax y lactato para así «engarronar» (ese fue el verbo que usó) a los acusados.
En definitiva, ese tipo de ojos azules y sonrisa de galán le cayó en gracia a los televidentes. Y su desempeño en el asunto robusteció tal impresión porque terminó por revertir ese expediente, convirtiendo a «Guillote» en víctima de una falsa acusación.
Tanto es así que, semanas después, no solo logró su sobreseimiento y el de sus camaradas de infortunio, sino que, por si fuera poco, conseguiría llevar tras las rejas a Bernasconi y a sus cómplices.
De allí pasó raudamente a las crónicas sobre el jet set, al ser escrachado por la revista Gente cuando regresaba con Samanta Farjat, una de las chicas del «caso Coppola», de una escapadita romántica en Río de Janeiro. Un campeón.
Pero la suya es una historia de luces y sombras.
Durante el otoño del año siguiente, cuando sus admiradores aún le pedían autógrafos en la calle, tuvo un memorable traspié en su labor jurídica en defensa del comisario Juan José Ribelli, uno de los policías de La Bonaerense detenidos injustamente por el atentado a la AMIA.
En resumen, le había «afanado» al juez federal Juan José Galeano, quien instruía aquella causa, un video que registraba su pacto con el acusado, Carlos Telleldín, para que declare contra los uniformados a cambio de 400.000 dólares.
Ya se sabe que eso fue así. Pero la «estrategia» de Cúneo Libarona para probarlo no había sido muy legal, y se lo procesó por «encubrimiento y coacción agravada», siendo Norberto Oyarbide el juez de la causa.
Su indagatoria fue fijada para el 8 de abril. Esa mañana, en el edificio de Comodoro Py, un enjambre de movileros lo vio emerger por un pasillo del tercer piso, entes de perderse tras la puerta del Juzgado Federal N°5.
En el trayecto, con los ojos clavados en el piso, no soltó palabra alguna.
A la hora y media se lo vio salir con las muñecas esposadas y escoltado por dos policías. Entonces, alzó la voz para proclamarse inocente.
Su dicción sonaba más paposa que nunca.
En esa ocasión, languideció durante un mes en la cárcel de Caseros.
Luego, ya excarcelado, no tardó mucho en exhibir su verdadero perfil: el de «sacapresos» del poder y la farándula. Y siempre con notables altibajos.
De hecho, en su cartera de clientes se destacaban dos cuñados de Carlos Menem: doña Amira Yoma y su hermano, Emir (ella, por su presunto rol en el envío de droga hacia los Estados Unidos, y él por su supuesta participación en el contrabando de armas a Croacia y Ecuador); la falsa médica Giselle Rímolo (por «ejercicio ilegal de la medicina, homicidio culposo y estafa» en alrededor de 70 oportunidades); los organizadores de la fiesta electrónica Time Warp, Adrián Conzi, Facundo González y Víctor Stinfale (por su responsabilidad en las drogas de diseño adulteradas que fueron distribuidas allí, provocando cinco muertes) y, recientemente, el expolicía bonaerense Enrique Barre (por delitos de lesa humanidad cometidos en centros clandestinos de Quilmes, Banfield y Lanús durante la última dictadura), entre otros encausados de renombre.
Claro que su existencia, tanto profesional como íntima, también se vio sacudida por una tragedia no aclarada del todo.
En este punto, es necesario retomar su defensa a Emir Yoma.
La ley de la gravedad
El contrabando de armas a Ecuador y Croacia, decidido en secreto por Menem durante su primera presidencia y supuestamente organizado por Yoma, salió a la luz en 1998 a raíz de una denuncia efectuada por quien fuera hasta entonces su secretaria, Lourdes Di Natale, quien tuvo el tino de registrar ciertos detalles de su operatoria en una agenda.
Al comenzar la década siguiente, Menem fue condenado por eso a siete años de prisión y Yoma resultó sobreseído.
Ya se sabe que su abogado fue Cúneo Libarona.
El mundo es un pañuelo: en 1994, él había tenido una fugaz relación con Lourdes, de la cual nació una niña bautizada Agustina.
Ya en la época del proceso judicial en cuestión, la secretaria, víctima de presiones y amenazas, empezó a mostrar cierta inestabilidad emocional.
Los signos más visibles de semejante deterioro fueron los conflictos que tuvo con sus vecinos del edificio de la calle Mansilla 2431, en el cual vivía. Su animosidad hasta incluyó botellas tiradas contra ellos y el corte del cable de coaxil para dejarlos sin TV. Su mezcla de paranoia y agresividad empezó a ser tan problemática, que derivó en una denuncia ante la Justicia. En esa puja –sin que Cúneo Libarona interviniera–, ella perdió la tenencia de Agustina por orden de un juez.
Desde entonces, ella –ya de 9 años– vivió con el abogado y su esposa, Gloria, criándose con sus dos medios hermanos.
Y tal circunstancia incidió en el alicaído ánimo de Lourdes.
Ella falleció el 3 de marzo de 2003, a los 43 años, al caer al vacío desde el décimo piso. ¿Accidente, suicidio o asesinato?
En torno a esas tres hipótesis corrieron ríos de tinta.
Algunos vecinos aseguraron haberla visto asomada por la ventana de la cocina cuando intentaba cortar otra vez el cable de TV. De hecho, en un patio de la planta baja, junto a su cadáver, había un cuchillo.
Pero un peritaje de la Policía Federal, que consistió en arrojar desde esa ventana un muñeco de su misma estatura y peso, demostró, por su modo de caer, que habría sido empujada por terceros. Y el cuchillo no tenía sus huellas.
Aun así, el expediente se archivó sin llegar a ninguna conclusión.
La sombra de aquella desgracia salpica desde entonces el destino de ese hombre que, a fines de 2023, fue entronizado en el Ministerio de Justicia.
Ahora, a los 64 años, ya canoso y sin el encanto que lucía en su juventud, Cúneo Libarona no disimula allí la ética que cultivó a lo largo de su existencia: ser garantista con los poderosos y antojadizo con quienes no lo son.
El bueno de Timothy Ballard bien lo sabe.