Política

El largo adiós

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Luego de más de una década al frente de la central obrera, el camionero se despidió en un acto que se realizó en el miniestadio de Ferro. La unificación detrás de una conducción colegiada. Retrato de un tiempista que deja el gremio por el fútbol.


Anuncio. El Congreso Exraordinario de la CGT sirvió de marco para confirmar la renuncia. (Télam)

 

El 22 de agosto la CGT buscará superar la fractura y reagruparse bajo una conducción colegiada, donde tendrán expresión sus distintas ramas internas. No será solo un «congreso de la unidad», sino también de despedida, porque ese día Hugo Moyano dará un paso al costado.
Hace más de una década que el dirigente camionero es la figura central del sindicalismo argentino. Como titular de la Confederación General del Trabajo, marcó el pulso del movimiento obrero, que bajo su mando volvió a ser un factor de poder, duro o negociador según los interlocutores y la oportunidad, siguiendo el criterio y las aspiraciones de Moyano.
Ahora, con 72 años, dejará la central en manos de una jefatura compartida. Y sabe bien de qué se trata: en 2004, su debut a la cabeza de la CGT también fue en un triunvirato.
Nacido en La Plata el 9 de enero de 1944, en una familia humilde y peronista, fue el único varón entre tres hermanas. Su infancia y juventud la vivió en Mar del Plata, donde consolidó un estilo que puede verse tosco en los métodos, pero que le resultó eficaz para ganar el apoyo de sus pares y doblegar a sus competidores.
La primera vez que subió a un camión, a comienzos de los 60, fue de «lechuza», como les dicen a los acompañantes, porque viajan con los ojos bien abiertos, mirando a todos lados. Así arrancan los choferes. Pero, a diferencia de la mayoría, a los 18 años ya era delegado gremial, por vocación y por astucia. «Hicimos una rosquita, renunció el que estaba y me eligieron a mí», contó alguna vez. Desde entonces, el volante de un camión le quedó chico. Lo que él quería manejar era algo mucho más grande.
Hacia 1962, alternaba el gusto por el fútbol y el box con el trabajo en Transporte Verga Hermanos. Diez años después, con apenas 28, dirigía el Sindicato de Camioneros de Mar del Plata y la filial local de la Juventud Sindical. De esa época arrastra una acusación de supuesta cercanía con la ultraderechista Concertación Nacional Universitaria (CNU). Él siempre lo negó. En cambio, recuerda que la dictadura lo detuvo dos veces y que integró la CGT Brasil, enfrentada a los militares.
El despegue llegó con la democracia. Primero fue adjunto en la cúpula del Sindicato de Camioneros de Buenos Aires y en 1987, con su propia lista, ganó la secretaría general. No la soltó más: lo reeligieron siete veces, la última en 2015. En 1991 también había desembarcado en la Federación Nacional.
El color verde de su boleta copó el gremio y le dio una expansión nunca vista. Cosechó rivales de fuste, se lo acusó de «paralizar al país» cruzando acoplados en las rutas y no escapó a las sospechas sobre su patrimonio. «Solo me doblego ante Dios», comenzó a repetir. Es que Moyano es un tiempista. Sabe esperar, cuándo acelerar y, si es necesario, chocar de frente. Así lo hizo en los 90 desde los gremios del MTA, los rebeldes que se opusieron al menemismo. En el 2000, el MTA derivó en una central disidente, con el camionero a la cabeza. La CGT se reunificó en 2004, y él tuvo un lugar en la dirección colegiada. Para 2005, se había quedado con la conducción, y la ratificó en 2008 y 2012.
Todos sus mandatos fueron con el FPV en la Casa Rosada. «Después de Perón y Eva, nadie les dio tanto a los trabajadores como Néstor Kirchner», aseguraba Moyano. Esa buena relación fue deteriorándose, sobre todo tras la muerte del santacruceño. Alejado de Cristina, se quejó por la falta de lugares en la listas y lanzó paros por el impuesto a las ganancias.
En la última campaña, fue crítico de Daniel Scioli y evitó hablar de Mauricio Macri, con quien, ya como presidente, se mostró paciente. Tras seis meses de ajuste, esa luna de miel está llegando a su fin, al igual que el papel del camionero en la escena sindical. Quedarán tres de sus hijos: Pablo, Huguito y Facundo, pero él irá a medirse en otra arena, la del fútbol.
Hace dos años que Moyano preside Independiente, el equipo de sus amores. Como el volante de un camión, el club le fue quedando chico. Ahora va por la AFA, otro lugar donde se juega fuerte. Algo de lo que sabe como pocos.