Política

En busca de una estrategia

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Las tres fuerzas políticas que lideraron el escrutinio en las PASO trabajan en el armado de la campaña para la primera vuelta. Conflictos, alianzas y oportunidades.

 

Rumbo a Casa Rosada. Con perspectivas distintas en cada caso, los candidatos apuestan a mejorar la cosecha de votos en la recta final del proceso comicial. (Jorge Aloy)

Los asesores de los candidatos presidenciales que controlan una extensa red de operadores y punteros territoriales están enfrentando un desafío que por momentos los supera: deben detectar los movimientos de sus adversarios para evitar que un error propio, por ínfimo que sea, les haga perder terreno; satisfacer la ansiedad de los postulantes a las legislaturas y los concejos deliberantes que reclaman una atención diferencial; monitorear el reclutamiento de una legión de fiscales y confirmar que estén en condiciones de repartir miles de boletas casa por casa para asegurar que no se escape ningún sufragio; atender a las particularidades de cada distrito con el fin de eludir rispideces o enfrentamientos que puedan resquebrajar sus estructuras; imaginar ardides que apunten a destruir las ajenas y, lo más importante, detectar las canteras de las cuales poder extraer los votos que les hacen falta. Si bien las tres fuerzas que participarán con mayores posibilidades el próximo 25 de octubre se hallan ante una problemática similar, Cambiemos, la alianza entre el Pro, el radicalismo y la Coalición Cívica de Elisa Carrió es la que tiene un panorama más complicado. Su principal preocupación reside en superar las contradicciones de su discurso, que oscila entre la admisión de que se impone ratificar la continuidad de una serie de medidas tomadas por el actual Gobierno que la mayoría de la sociedad reivindica como propias y que han permitido la creación de empleo, la actualización de las jubilaciones, la inclusión de millones de nuevos beneficiarios previsionales, la asignación universal por hijo, la nacionalización de YPF y Aerolíneas Argentinas, por mencionar solo algunas, y al mismo tiempo, la reafirmación del dogma neoliberal que reclama un dólar libre administrado por los mercados, un Estado chico que se limite a impulsar los negocios privados y una devaluación que «sincere la economía» y atraiga inversiones privadas como la miel a las moscas. Para acentuar la confusión, el exministro de Economía Domingo Cavallo aportó un salvavidas de plomo al señalar en declaraciones periodísticas que el equipo de Macri «está diagnosticando correctamente el problema actual».
Otro factor que intranquiliza al macrismo es la dificultad que encuentra para descontar la ventaja obtenida por el Frente para la Victoria en las PASO, ya que si bien es muy factible que los votos logrados por el radicalismo y la Coalición Cívica en esos comicios engrosen su caudal, el poco más del 30% resultante se convierte prácticamente en un techo, ya que difícilmente quien no haya votado a Macri el 9 de agosto esté dispuesto a hacerlo en las elecciones nacionales, considerando su alta imagen negativa y las dificultades citadas para lograr credibilidad.
Una tercera cuestión agobia a los estrategas del Pro: las fuertes presiones del llamado «círculo rojo» (en verdad, el establishment y su aparato comunicacional) para que concrete un acuerdo con el Frente Renovador (FR) de Sergio Massa. La fórmula propuesta inicialmente consistiría en la renuncia del tigrense a su candidatura presidencial, a cambio de que María Eugenia Vidal hiciera lo propio con la de gobernadora de la provincia de Buenos Aires en beneficio de Felipe Solá. Esta alternativa fue considerada inaceptable, debido, entre otras razones, a la buena elección de la vicejefa de Gobierno porteña en territorio bonaerense. Se le solicitó entonces al Pro que bajara postulantes a la intendencia en algunos distritos del Conurbano, pero tanto los renovadores como los macristas insistieron en su negativa al acuerdo aduciendo que no existían las coincidencias necesarias. Voceros de Massa se ocuparon de subrayar que el FR está en carrera y que su propuesta frente al modelo kirchnerista y el neoliberalismo macrista es transitar por el andarivel del medio.

 

Alquimia opositora
Empero, un sector significativo del establishment tiene una opinión diferente. En su análisis, si Massa se bajara de su postulación, y dado que en política la matemática tiene otras reglas, se generaría una polarización en la primera vuelta que tal vez no le alcanzaría a Macri para descontar diferencias pero podría catapultar a Daniel Scioli al 45% de los votos, con lo cual sería electo en primera vuelta sin importar la diferencia frente al segundo.
Así las cosas, el macrismo tiene un acotado menú de posibilidades: mejorar las catastróficas cifras de las PASO en el Noreste y Noroeste, algo que parece complicado conocidos los cómputos de los comicios tucumanos; redoblar esfuerzos para nutrirse de los votos de Massa –una ardua tarea, ya que según la mayoría de las encuestas este retendría el 70% de su electorado en las presidenciales–; apuntarles a quienes adhieren a De la Sota, meta difícil, ya que en Córdoba el macrismo se alió con los radicales contra él, y conquistar voluntades en el territorio de los hermanos Rodríguez Saá, quienes no parecen estar dispuestos a ningún tipo de acercamiento. No obstante, los estrategas de Cambiemos aguardan que se cumplan las peores predicciones: el agravamiento de la crisis internacional que genere un desmadre en la economía, con su secuela de devaluación, inflación y pérdida de empleos. Una versión derechosa del famoso «cuanto peor, mejor».
En tanto, el Frente Renovador, que debería más que duplicar su caudal para tener alguna posibilidad de participar de una eventual segunda vuelta, parece haber fortalecido su ánimo asumiéndose como árbitro de la contienda. Si consiguiera una votación que supere los 17 puntos quedaría bien posicionado para crecer como oposición de cualquiera de las dos fuerzas que acceda al gobierno y mantendría un interesante número de intendentes en el distrito bonaerense, aunque decrecería su representación en el orden legislativo. La incógnita es qué sucederá con la alianza que ha constituido con el PJ cordobés, ya que si bien tanto Massa como De la Sota continúan intercambiando elogios y gestos de buena voluntad, este último no será el jefe de campaña del bonaerense como se había anunciado. El propio ministro de Comunicación de Córdoba, Jorge Lawson, explicó que las tareas propias de su gestión le impiden hacerlo y significativamente subrayó que los votos obtenidos por su partido no son propiedad de nadie.
Para el FPV las perspectivas son más favorables. El hecho de que en las presidenciales no se consideren los votos en blanco le puede permitir arañar un punto o un punto y medio con los mismos votos que en las PASO, con lo cual superaría los 40. De todos modos su objetivo es llegar a los 45, porque obtener 40 con menos de 10 de diferencia sobre el segundo conduce inexorablemente al balotaje. Contrariamente a lo que sucede con Cambiemos, tiene en teoría dónde conseguirlos. Es factible que en Córdoba –donde hizo una pésima elección en las PASO– pueda mejorar su performance con lo que podrían aportarle los votantes delasotistas. En este sentido, se estima que éstos no acatarán homogéneamente la directiva de su referente de respaldar a Massa. También podría recoger los sufragios de algunos de los pequeños partidos que quedaron fuera por no haber accedido al 1,5%, ninguno de los cuales tiene la menor afinidad con el Pro.

 

Desafíos oficialistas
Un motivo de preocupación en las huestes sciolistas es cómo remontar los magros resultados obtenidos en las ciudades más grandes de la provincia de Buenos Aires, especialmente en Mar del Plata y Bahía Blanca. Si bien eran esperables reveses en localidades agroganaderas dado el conflicto con algunas entidades que agrupan a los productores, las expectativas eran más favorables en las urbes donde el FPV siempre tuvo una presencia importante. Tampoco resultó satisfactoria la elección en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, donde Scioli logró superar apenas por un punto y medio la votación al candidato a jefe de Gobierno, Mariano Recalde. Todos los esfuerzos están puestos en conseguir no menos del 27% en las presidenciales, cifra que, de lograrse, aportaría en gran medida a una victoria en primera vuelta. También el voto en blanco puede arrimar algunos votos a la candidatura oficialista.
Pero la apuesta mayor, tanto del FPV como de los otros dos contendientes, son las más de 9 millones de personas que por distintos motivos no cumplieron con sus obligaciones electorales. Muchos de ellos no pudieron hacerlo debido a las malas condiciones climáticas imperantes ese día, otros porque tenían más de 70 años o entre 16 y 18, y por lo tanto no estaban obligados, y un porcentaje considerable, por escepticismo o apoliticismo, no suele participar de la vida cívica.
Un análisis muy general conduciría a la conclusión de que poco puede esperar el macrismo de esta considerable masa de ciudadanos, ya que sus electores pertenecen mayoritariamente a la clase alta y media alta, que en una abrumadora proporción ha emitido su voto en las PASO. El FPV, y en menor medida el FR, podrían abrevar en esta fuente, ya que muchos de sus adherentes residen en barrios no pavimentados o anegadizos y la lluvia los complicó para llegar a los centros de votación. Pero se trata de una mera especulación y las especulaciones, como las campañas sucias, las zancadillas y las picardías de la política criolla, se terminan cuando los votos comienzan a contarse uno por uno.

Daniel Vilá

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