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En el campo oficial

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Incondicional aliado del macrismo, el titular del gremio de los trabajadores rurales creó un partido que oficia de pata peronista de la alianza Cambiemos. El intento fallido de impedir la reunificación de la CGT y el repudio del sector sindical.


Amigos. Venegas celebró el Día del Trabajador con Macri y parte del Gabinete. (DYN)
Gerónimo Momo Venegas es «el» sindicalista de Mauricio Macri. No solo porque el líder de la UATRE (Unión Argentina de Trabajadores Rurales y Estibadores) apoya a libro cerrado al presidente y a las políticas de su gobierno –por más impacto negativo que tengan sobre el movimiento obrero–, sino, además, por un dato bien concreto: no hay otro que lo haga. El secretario de la UATRE es el único dirigente sindical de peso que aún sonríe para la foto junto a Macri, como lo hizo en el acto que armaron por el Día del Trabajador, cuando Venegas montó un escenario con parafernalia peronista para que el jefe de Estado diera un discurso de optimismo y hasta citara al General.
Con una CGT cada vez más alejada de la Casa Rosada –antes que por iniciativa propia, por las condiciones que impuso la economía–, el Momo personifica la pata gremial de Cambiemos. Se quedó en solitario con ese rol luego de que otro colega incombustible, el gastronómico Luis Barrionuevo, diera un paso al costado, en medio de los despidos, la retracción del mercado, la caída del poder adquisitivo y las paritarias a la baja. En cambio, a pesar de todo esto, el ruralista sigue firme con el PRO. «Yo sé que no está todo bien, que es muy difícil salir de una situación de quebranto como en la que quedó el país. Pero, lentamente, el campo y la construcción están reanudándose. Son señales de que se va a salir», se esperanzó Venegas, que se muestra consustanciado con los argumentos del discurso oficial. «Lo más importante del triunfo de Macri es haber terminado con la corrupción de Estado, que no nos dejaba crecer y nos llevaba rumbo a Venezuela», sostuvo.
Pionero en la oposición sindical a la gestión de Cristina Fernández –apoyó a las patronales del campo en el conflicto por la 125 y se resistió a la reforma del Estatuto del Peón Rural–, la alianza con el PRO se formalizó en la campaña de 2015, cuando el Momo integró a su partido político, Fe, al frente Cambiemos. Con igual sentido hizo jugar a las 62 Organizaciones Gremiales Peronistas, otro sello que maneja.

Controlado por su dueño
Desde Balcarce 50 Macri le devolvió el control del organismo encargado de supervisar las condiciones laborales en un sector agropecuario famoso por su informalidad y los episodios de reducción a la servidumbre. Durante 2016, mientras la CGT transitaba su proceso de normalización, el Momo se proclamó interlocutor con la Rosada e intentó que la central no solo tolerara las medidas del Ejecutivo, sino que también les diera su visto bueno. Cuando fue evidente que la maniobra era inviable, buscó dinamitar la reunificación cegetista. Una vez asumidos los tres secretarios generales, cuestionó su legitimidad. «Estos chicos no conducen a nadie. La CGT es otra cosa, no son estos tres personajes», fustigó.
Aislado, la reciente celebración del 1º de mayo junto al presidente le valió el repudio del arco gremial. Hugo Yasky, de la CTA, dijo que fue «un acto con un contenido muy contradictorio porque si hay algo que se le puede criticar a Macri es la política hacia la clase trabajadora». Y Facundo Moyano afirmó que «el presidente se muestra con la peor expresión del sindicalismo y la política». El diputado massista indicó que «para interpretar la legitimidad y representatividad de cada dirigente hay que mirar cómo están los trabajadores de su actividad» y recordó que «el sector rural tiene casi 50% de empleados no registrados».
Pero al Momo nada lo conmueve. Oriundo de Necochea y con 75 años, hace casi 50 que está ligado con la UATRE, a cuya cima llegó en 1991, en tiempos de menemismo. Ahora, con un proyecto político similar, vuelve a sentirse cómodo.

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