Política

En la recta final

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Daniel Scioli y Mauricio Macri disputan voto a voto para llegar a la Casa Rosada. Estrategias, promesas electorales y alineamientos de los espacios que quedaron fuera de la segunda vuelta.

 

Decisión. Más de 32 millones de argentinos están habilitados para sufragar el 22 de noviembre. En la primera vuelta participó casi el 80% del padrón. (Télam)

Los analistas políticos intentan disimular su desconcierto, los encuestadores procuran evitar pronósticos precisos, los dirigentes partidarios extreman la prudencia, la dinámica de lo impensado parece haber condicionado al segmento más politizado de la sociedad. Es que en el tramo final de la campaña para la segunda vuelta de las elecciones presidenciales –una circunstancia inédita en la vida política argentina– se ha generalizado la impresión de que todo puede suceder.
Tras los sorpresivos resultados del 25 de octubre, la habilidad del factótum comunicacional de Cambiemos, Jaime Durán Barba, logró instalar en la opinión pública la idea de que la alianza entre el Pro, la Unión Cívica Radical y la Coalición Cívica había triunfado en la lid, no obstante haberse ubicado tres puntos por debajo del Frente para la Victoria. El exitismo comenzó a convertirse así en la mejor herramienta proselitista de esa fuerza y se extendió la idea de que atrapar en las redes macristas a quienes habían votado por Sergio Massa, y por lo tanto asegurar el objetivo, era un mero trámite.
El actual intendente de Tigre y su principal aliado, José Manuel de la Sota, asumieron con agrado el rol de árbitros del balotaje, abundaron en gestos y señales confirmatorios de que la neutralidad explicitada por los expositores ocultaba una evidente simpatía por el jefe de Gobierno porteño.
Sin embargo, con el correr de los días, lo que parecía un apoyo sólido se fue resquebrajando cuando el exjefe de Gabinete de Néstor Kirchner y destacado operador de la campaña massista, Alberto Fernández, y quien fue candidato a gobernador bonaerense por el Frente Renovador, Felipe Solá, anunciaron que, como peronistas, les resultaría imposible votar por Mauricio Macri. La decepción en las filas de Cambiemos se profundizó cuando el exministro de Economía, Roberto Lavagna, denunció públicamente una operación periodística que lo situaba entre quienes adherirían sin vacilar al candidato de los mercados. No conforme con desmentir la versión, Lavagna se ocupó de esmerilar la promesa de Macri de levantar el cepo inmediatamente después de su eventual asunción: «Está diciendo una barbaridad técnica o está ocultando que el primer día de su gobierno piensa hacer una gran devaluación o generar un gran endeudamiento», precisó el economista.
Los principales dirigentes del Pro –los radicales tienen un papel secundario en la campaña– se ocuparon de ocultar con generalidades los postulados programáticos que siempre constituyeron su esencia. Pero como al mejor cazador se le escapa una liebre, la candidata a vicepresidenta Gabriela Michetti deslizó como al pasar una frase contundente: «No podemos seguir pagando la luz, el gas y hasta el transporte a precios irrisorios». Por su parte, Carlos Melconian, uno de los principales asesores económicos de Macri, a quien se le había solicitado reiteradamente que bajara el tono de sus declaraciones, no pudo con su genio y afirmó la necesidad de un congelamiento de salarios y jubilaciones «que están demasiado altos». Alfonso Prat Gay, el preferido para ocupar la cartera de Economía si Cambiemos logra el ansiado milagro de convertirse en la única fuerza de derecha que gana la presidencia en elecciones libres, hizo su aporte al sincericidio y confirmó la intención de producir un shock devaluatorio, al subrayar que el dólar oficial debe alcanzar un valor considerablemente más alto ya que, a su juicio, una medida de esa naturaleza «prácticamente no afecta a nadie».
También el coordinador energético del equipo macrista y expresidente de la petrolera Shell, Juan José Aranguren, cometió la imprudencia de revelar lo que el discurso proselitista de Cambiemos intenta disimular o desmentir: «Hay que evaluar el plan de negocios de YPF para poder recomendar o no la continuidad de este tipo de administraciones. Además, no es relevante recuperar el autoabastecimiento y la soberanía hidrocarburífera», puntualizó sin vacilaciones. Las previsibles reacciones que suscitaron estos anuncios fueron atribuidas a una «campaña sucia», supuestamente motorizada por el oficialismo.
Un aspecto que el macrismo intenta no descuidar para afianzar sus posiblidades es la relación con la dirigencia radical que pugna por conseguir mayores espacios en el gabinete de la gobernadora bonaerense electa, María Eugenia Vidal, basándose en la cantidad de intendencias obtenidas en el interior de la provincia. La negociación en marcha incluye poner en la balanza que en los distritos del Conurbano de mayor peso poblacional donde se impuso Cambiemos –Quilmes, Lanús, Tres de Febrero, Morón, San Isidro, Vicente López– los intendentes que resultaron triunfantes responden al Pro.
En lo que hace a las incorporaciones, las novedades fueron pocas. La diputada provincial bonaerense, María Elena Torresi, esposa del histórico dirigente peronista Osvaldo Mércuri, arribó desde el FR; se espera el anunciado ingreso del exintendente de Malvinas Argentinas, Jesús Cariglino, y se habría concretado el del exjefe del bloque kirchnerista porteño y después operador capitalino del FR, Diego Kravetz, aupado por el flamante intendente de Lanús, Darío Grindetti. Lo cierto es que Kravetz  nunca se destacó por su habilidad en los armados políticos. Fue excluido del massismo tras la catástrofe de las PASO porteñas, cuando su fuerza no superó el piso y quedó afuera de las generales. Antes, en 2011, había dirigido la campaña de Jorge Telerman para jefe de Gobierno porteño, elección en la que no llegó a arañar los dos puntos.

 

Una dura batalla
Superado el cimbronazo provocado por el resultado inesperado en la provincia de Buenos Aires y acalladas –al menos por el momento– las controversias internas, el Frente para la Victoria se ha lanzado decididamente a la difícil tarea de conquistar los votos que necesita para asegurar la continuidad del proyecto. Para alcanzar esa meta, y con el respaldo de una militancia revitalizada y enriquecida con el aporte de adherentes espontáneos e integrantes de distintas organizaciones de izquierda que resolvieron apoyar críticamente al candidato oficialista, se encaró un trabajo territorial destinado fundamentalmente a rescatar a aquellos que acompañaron el primer tramo del gobierno kirchnerista para luego inclinarse por el Frente Renovador. En algunas zonas del Conurbano –Moreno, San Martín– y en las provincias de Córdoba, Entre Ríos y Santa Fe, las perspectivas se presentan favorables –según los voceros del FPV– y se han producido reincorporaciones importantes, aunque no todas suman. La vuelta del sindicalista petrolero y jefe del bloque de diputados nacionales del FR, Alberto Roberti, poco después de la deserción de esas filas de su esposa, Mónica López, se produjo con bombos y platillos. «El peronismo representa los intereses del pueblo, no de la burguesía que pretende vendernos papelitos y globos de colores como si fueran grandes políticas sociales», sostuvo en el comunicado en el que anunció su reinserción en el FPV.
Pero hubo otros anuncios que provocaron una contenida alegría entre los colaboradores de Daniel Scioli. El excandidato a gobernador de Entre Ríos por el FR, Adrián Fuertes, que logró más de 100.000 votos en la primera vuelta, ratificó su apoyo a la candidatura del actual gobernador bonaerense y destacó: «Macri, embarcado en su soberbia y autosuficiencia, no ha manifestado su adhesión a ninguna medida propuesta por el FR».
En tanto, dirigentes delasotistas como Carlos Alessandri y representantes de numerosos gremios de las dos CGT cordobesas, motorizados por el histórico dirigente del Sindicato de Empleados Públicos, José Pihen, firmaron el lunes un documento en el que sostienen que el resultado electoral de la primera vuelta «ha otorgado una chance cierta a Mauricio Macri para disputar la presidencia. Los representantes de las patronales y los grandes grupos concentrados han festejado en forma estridente esta posibilidad que las urnas le han dado a uno de los suyos. Esos festejos son malas noticias para los trabajadores, ya que sin dudas auguran para el caso de un triunfo de su candidato en la segunda vuelta, una fuerte ofensiva para imponer las políticas de ajuste que ya hemos padecido y que ahora vienen disfrazadas de acuerdo social».
También la CGT de Río Cuarto,  la segunda ciudad de la provincia, hizo público su respaldo a Scioli. «En el balotaje compiten claramente dos modelos de país. Con uno de ellos los trabajadores se verán beneficiados y con el otro se verán damnificados», afirmó el secretario general, Ricardo Magallanes. Un objetivo preciado para el FPV es conseguir un guiño de la intendenta de Rosario, la socialista Mónica Fein, a la que se sabe más cercana al candidato del oficialismo que al de la coalición opositora.
Con todo, ni las especulaciones matemáticas ni los acuerdos dirigenciales constituyen elementos válidos para prever con algún fundamento el resultado final de unas elecciones que, además de definir un proyecto de país, determinarán en gran medida el futuro de los organismos de integración continental como Mercosur y Unasur, entre otros. Esta vez no hay ganadores cantados, la incógnita solo se despejará el 22 de noviembre a la hora de contar los votos.

Daniel Vilá

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