Política | CONFLICTOS EN CIERNES

El camino de la confrontación

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Alberto López Girondo

Medidas de fuerza gremiales comienzan a ser noticia cotidiana mientras el Gobierno elige extremar los antagonismos sin abrir negociaciones. FMI y Malvinas, en la agenda.

PAROS. Ferroviarios, Sanidad y docentes, marcan el estado de situación de los trabajadores.

Foto: NA

En otra de esas semanas agitadas que gusta poner sobre la mesa, Javier Milei tuvo sus primeros enfrentamientos directos con los gremios y recibió un fuerte rechazo por una política exterior que, en el caso de Malvinas, muestra más agachadas que conquistas para el país. Donde el presidente sí muestra esplendor a nivel personal es en el encuentro de la ultraderecha internacional, la Conferencia de Acción Política Conservadora, en Estados Unidos, donde es presentado como «rock star», junto a Donald Trump, Nayib Bukele, Santiago Abascal, Steve Bannon y el obispo Jospeh Strickland, echado por el papa en noviembre pasado.

El paro de La Fraternidad del miércoles pasado inauguró este encontronazo con un colectivo gremial. Cierto es que el 24 de enero hubo una masiva manifestación de la CGT, con un paro general de 12 horas, pero la visibilidad esa vez estuvo centrada en las miles de personas de a pie y militantes partidarios que quisieron expresar frente al Congreso Nacional su rechazo a las primeras medidas de la gestión que había asumido el 10 de diciembre, cuando comenzaba el tratamiento de la ley Ómnibus.

Esta vez hubo una interrupción de servicio que golpeó directo en los cientos de miles de ciudadanos que utilizan a diario el ferrocarril, principalmente para trasladarse entre los distritos del AMBA y que muchos de ellos, a raíz de los exorbitantes aumentos en el costo de los pasajes, se ven obligados a saltar los molinetes para poder ir a trabajar. La huelga fue convocada por el sindicato que nuclea a los maquinistas. El incremento de los precios en los primeros dos meses de La Libertad Avanza en el poder son suficiente motivo para cualquier representante gremial. «Es en respuesta a la falta de discusión paritaria y de propuesta salarial adecuada a la inflación galopante que deteriora los haberes –que gozan de carácter alimentario– del personal de conducción de trenes, causándoles daños irreparables», sintetizó un comunicado que firma el secretario general, Omar Maturano.



Frentes abiertos
El momento hizo recordar a aquel famoso «ramal que para, ramal que cierra» de los 90 cuando el presidente Carlos Menem amenazó a los ferroviarios que se oponían a la privatización de los servicios. Porque el Gobierno tuvo ocasión de destrabar el conflicto con el simple dictado de una conciliación obligatoria para mantener negociaciones y ganar tiempo; pero eligió el camino de la confrontación, que a Milei parece por un lado entusiasmarlo y por el otro todavía le estaría dando beneficios políticos.
En un relato que lo presenta como el gran antagonista de una «casta» a la que acusa de la debacle económica del país, qué mejor enemigo para esa clase media que mira con desconfianza a los sindicalistas que someter a la población trabajadora a un día sin ferrocarriles. Eso incluso sirve para no hablar del brutal aumento de los boletos.
El jueves, otro gremio en contacto estrecho con los ciudadanos como el de Sanidad tuvo su día de protesta. La Federación de Asociaciones de Trabajadores de la Sanidad Argentina (Fatsa) también reclama recomposición salarial ante una inflación que en diciembre fue de 25,5% y en enero de 20,6%, lo que licuó de manera abrupta el poder adquisitivo. En el caso de Fatsa, se trata de empleadores tan disímiles como los estados «nacional, provincial o municipal, empresas estatales, para-estatales, mixtas, privadas o personas físicas», según reza en su estatuto. De allí que la dirigencia se concentró frente al Sanatorio Otamendi, de la Ciudad de Buenos Aires, para detallar el motivo de sus demandas. «Se vive un momento particular, en el que el 90% de las actividades no pueden recomponer los ingresos», dijo el titular de Fatsa, Héctor Daer, uno de los triunviros de la CGT nacional. «Todavía no hemos podido cerrar la actualización salarial de 2023 y los índices de inflación de enero pulverizaron el poder de compra de los salarios de toda la actividad», agrega un comunicado del gremio.

De la mano. Gita Gopinath y Javier Milei, coincidencias sobre las políticas de ajuste.

Foto: NA

Los docentes, en tanto, tienen previsto un paro para el lunes 26. El Gobierno primero dijo que no convocaría a paritaria nacional y que tenía proyectado declarar al sector como servicio esencial –lo que limitaría el derecho de huelga– y llamó a los representantes gremiales para el martes, pero las clases en muchos distritos comienzan un día antes. 



Monitoreo del norte
Mientras tanto, la número 2 del FMI, Gita Gopinath, visitó el país para monitorear las primeras medidas del Gobierno, que festeja el déficit cero de enero como un gran triunfo, sin computar que se logró licuando los ingresos de trabajadores estatales, jubilados y pensionados y con una recesión inédita en nuestra historia. La economista india también se reunió con sindicalistas y empresarios pyme para testear el ánimo de esos sectores de la sociedad y evaluar hasta dónde están dispuestos a tolerar el feroz ajuste. 

El ministro de Economía, Luis Caputo, puede mostrar en las entrevistas amigables en el mainstream televisivo números y promesas difusas, pero la verdad pasa por otros lados. Y al FMI le interesa el ajuste tanto como la viabilidad de las medidas. Porque conoce la historia argentina, y porque no quiere quedar pegado a un nuevo fracaso político. De todas maneras, su gran logro es que en el centro de los debates políticos no aparece la deuda que contrajo el mismo Caputo en la gestión de Mauricio Macri. Y que en enero el resultado contable mostró que ahora se gasta más en el pago de la deuda que en jubilaciones. Algo que no ocurría en el país en este siglo.



Provocación británica
El expremier británico David Cameron tuvo un gesto provocativo antes de llegar a Brasil para la cumbre de cancilleres del G20: fue a las Islas Malvinas y les dijo a los habitantes que esperaba que siguieran bajo el amparo del Reino Unido «por mucho, mucho tiempo, posiblemente para siempre». El viaje del «torie» despertó airadas protestas del gobernador de Tierra del Fuego, Gustavo Melella, de dirigentes peronistas y de excombatientes, pero apenas un tímido tuit de la ministra de Relaciones Exteriores, Diana Mondino.
Más habituada a la chicana en las redes sociales, como la mayoría en LLA, se limitó a ironizar que «valora el gesto de incluir a la Argentina en su visita a la región» y lo invitó a «recibirlo en una próxima ocasión en Buenos Aires». El vocero presidencial, Manuel Adorni, otro tuitero de fuste pero con dificultades para la palabra hablada, fue más melifluo: «La visita de David Cameron a Malvinas es un tema de agenda de David Cameron y del Gobierno inglés (…el Gobierno argentino) no tiene por qué opinar sobre la agenda de otros países». En el G20, Mondino posteó una foto con cara de disgusto junto a Cameron y la frase «poniendo las cosas en su lugar», sin especificar a que se refería.
Es que para los dirigentes de LLA, una cosa es ser picante con los propios y otra con los de afuera. Sobre todo, cuando hablan en inglés.

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