Política

En modo Larreta

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El alcalde de la capital argentina construye en un sigiloso segundo plano su continuidad y se prepara para los comicios de octubre. Muñeca política y un presupuesto abultado para consolidar su proyecto personal en un futuro cercano.

Redes. El jefe de Gobierno usa la tecnología para la gestión y para hacer publicidad. (Analía Garelli/Télam)

Mientras la Casa Rosada y el gobierno bonaerense chequean, segundo a segundo, la evolución de las encuestas, Horacio Rodríguez Larreta vive tiempos menos agitados. Claro que en un año electoral nadie descansa y que la Ciudad de Buenos Aires está lejos de ser una burbuja de bienestar, pero el horizonte inmediato del alcalde porteño asoma más despejado que el de Mauricio Macri y María Eugenia Vidal, ambos en el ojo de la tormenta de Cambiemos.
El momento de Rodríguez Larreta es fruto de un trabajo de hormiga que comenzó hace más de tres años, el mismo día en que, con lo justo, le ganó en segunda vuelta a Martín Lousteau. La diferencia exigua –51,6% frente al 48,4% del candidato de ECO– preocupó y mucho al exjefe de Gabinete de Macri, que desde entonces trabajó para no volver a experimentar esos sobresaltos. Se abocó a limar las resistencias, a contener a los rivales internos, como es el caso de su vice, Diego Santilli; y a negociar con las amenazas externas, que es lo que hizo durante este tiempo con Lousteau.
Además de muñeca política, obsesión por el control y la billetera abultada del distrito más rico de la Argentina, contó con una oposición que nunca logró hacer pie del todo.
Quizás como nadie en Cambiemos, Rodríguez Larreta conoce al detalle los humores de un electorado porteño que hace 12 años viene siendo moldeado por el modelo PRO. Esto a pesar de las deudas estructurales de su gestión: según datos de la UBA, entre 2015 y 2018 casi se duplicó la pobreza extrema, en especial, entre los menores. También se volvieron crónicas, situaciones como la falta de vacantes en escuelas públicas –17.000 chicas y chicos afectados, según el colectivo La Vacante es un Derecho– y el déficit habitacional, con alquileres que la Defensoría del Pueblo de la Ciudad calificó como los más caros de la historia. Y no se puede dejar de lado la virulencia de la Policía Metropolitana en cada manifestación y, más recientemente, también contra artesanos de San Telmo y turistas.
Sin embargo, en medio de la crisis general de Cambiemos, el mandatario logró refugiarse en un conveniente segundo plano, estimulando su perfil municipal. Le valió el enojo del resto del oficialismo, que pedía de él una defensa más clara del presidente y el rumbo económico, pero a título personal le permitió morigerar el costo político ante la opinión pública. Como contrapartida, muestra que la Capital es donde Macri mejor mide y que nunca se pretendió desdoblar elecciones, como sí propuso el oficialismo de la provincia, donde la consideración del jefe de Estado viene en caída. Incluso, en Balcarce 50, algunos nostálgicos de su antiguo rol como ministro coordinador especulan con que «si Horacio hubiese estado en la jefatura de Gabinete de la Nación, Macri se habría evitado muchos problemas».

Riesgo latente
Rodríguez Larreta sabe que en la Ciudad no funciona la lógica electoral de Cambiemos en el sentido en que lo entiende el macrismo, es decir que el PRO disponga candidatos y los aliados acompañen. A eso responden los escarceos de un sector díscolo de la UCR, que vuelve a reclamar lugares y poder de decisión, poniendo a Lousteau como estandarte. El exministro de Economía salió a tomar distancia de este operativo clamor, quejándose de que no había sido consultado, y su futuro inmediato es una incógnita, pero nadie desconoce sus ambiciones ni su ascendencia sobre los porteños.
«En la Ciudad hay PASO. Si alguien quiere presentarse, puede hacerlo. El radicalismo tiene todo el derecho a expresar sus opiniones», respondió Rodríguez Larreta, consultado por el desplante de la UCR. Es un cambio de actitud respecto de 2015, cuando le negó a Lousteau la posibilidad de ir a una interna, en la que finalmente se impuso a Gabriela Michetti.
Por ahora, en el oficialismo porteño afirman que «Horacio está tranquilo» y confían en que no habrá imprevistos. Descuentan que el kirchnerismo porteño –aún sin candidaturas definidas– volverá a «nacionalizar» la campaña y recuerdan que la propuesta inicial del radicalismo disidente es que Lousteau sea su eventual candidato en una muy hipotética primaria para definir candidaturas, pero no con «Horacio», sino con «Mauricio».

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