14 de septiembre de 2025
Tras el impacto inicial de la derrota electoral, el Gobierno mostró su decisión de no desviarse del camino del ajuste y la polarización a rajatabla. Las batallas internas y la relación con gobernadores.

Escasa convocatoria. Solo tres gobernadores (Cornejo, Frigerio y Zdero) aceptaron reunirse en Casa Rosada. Los recibieron Catalán, Francos y Caputo.
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La derrota del Gobierno nacional en las elecciones bonaerenses podría ser el disparo de largada hacia otra era en la política argentina. Y así como hace dos años, cuando Javier Milei emergió como el abanderado de los tiempos, ahora también analistas, comunicadores y dirigentes repiten en letanía la frase «no la vimos venir». El impacto en el propio presidente fue de tal magnitud que, a regañadientes, ensayó cambios –apenas cosméticos– en un intento por recuperar iniciativa. Mientras tanto, es fácil descubrir los movimientos tectónicos cuando muchos de los que desde los medios tradicionales y las redes sociales –un territorio en el que el anarcocapitalismo parecía tener todo bajo control– se pelean por los botes, como oliendo naufragio. Otros intentaron explicarle al Gobierno algunas maneras de capear el temporal y apostaban a ver si Milei era o no capaz de «dejar de ser lo que es». No sucedió. En la semana en que quedó debilitado por el resultado provincial y necesita apoyo de los gobernadores, el presidente vetó las leyes de financiamiento universitario, la emergencia en salud pediátrica y el reparto de fondos de los Aportes del Tesoro de la Nación (ATN).

Triángulo oxidado. Caputo y Karina, guerra interna abierta agudizada tras la derrota libertaria en Buenos Aires.
Foto: @LLibertadAvanza
Libertarios con linaje
Sería conveniente en este punto un poco de historia. El próximo martes se cumplirán 70 años del golpe cívico-militar contra Juan Perón, un hecho dramático íntimamente ligado a la ideología de Milei. Aquella dictadura venía, a sangre y fuego, a desbaratar el modelo estatista que Perón había construido desde 1946. No por casualidad se autodenominó «revolución libertadora». El patriarca de la dinastía de los Alberto Benegas Lynch, abuelo del actual diputado libertario «Bertie» Benegas Lynch, fue designado el 23 de septiembre de 1955 ministro consejero de la Embajada argentina en Washington. Miembro precoz de la Sociedad Mont Pelerín, creada por el economista austríaco Friedrich Hayek, sería su hijo homónimo –integrante además del Instituto Cato, de EE.UU., otro foro libertario– quien en 1978 lanzaría la Escuela Superior de Economía y Administración de Empresas (ESEADE) en la que se formó Milei. Otro difusor de la Escuela Austríaca fue el varias veces ministro de Economía, Álvaro Alsogaray. Un dato importante: el 20 de septiembre de 1956 el dictador Pedro Eugenio Aramburu firmaría la adhesión de Argentina al FMI mediante el Decreto-Ley 15970.
Todo esto para decir que una de las características de esa tendencia paleolibertaria y que tantas generaciones de argentinos escucharon en cada giro derechista es que los problemas del país debían ser arreglados con una terapia muy fuerte que debe ser tolerada en aras de un futuro venturoso. De aquel «pasar el invierno» de Alsogaray a la «luz al final de túnel» de Macri, sin olvidar el «estamos mal, pero vamos bien» de Carlos Menem, una clave es que se debía tolerar el trago amargo para estar mejor en el futuro. Y si algo no salía de acuerdo al plan es porque se abandonaba la medicina para hacer demagogia.
Decálogo
Solía repetir Alsogaray una frase atribuida al canciller Otto von Bismarck, el hacedor de la unificación alemana en 1871: «El político piensa en la próxima elección; el estadista, en la próxima generación». ¿Alguien que viene de ese esquema ideológico podría hacer otra cosa que persistir en la misma senda, aunque no reditúe favor ciudadano? Quizás incluso ese sea su mejor incentivo ante una tribuna extremista –la única que le importa– que lo aplaude a manos rojas. Una tribuna como la que expresa el cuestionado Santiago Caputo en una de sus cuentas de X, donde despliega sus diez verdades ultralibertarias, una de las cuales pontifica: «El Estado no debe ser gestionado, sino desmantelado».
Las palabras de Milei el domingo pasado fueron elocuentes en ese sentido. Justo es resaltar que en vez de seguir ejemplos antidemocráticos de sus correligionarios Jair Bolsonaro y Donald Trump, aceptó sin chistar el veredicto de las urnas y se comprometió a analizar los errores cometidos. Pero a renglón seguido advirtió: «No se va a modificar el rumbo, sino que se va a redoblar y acelerar», y prometió defender «con uñas y dientes» la política fiscal, monetaria y «de capital humano» y continuar con las desregulaciones.
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¿Qué errores dejan traslucir los funcionarios y el vocero presidencial? Fallas de comunicación, otro viejo recurso de la política argentina. «Hacemos todo bien, pero comunicamos mal». Sin embargo, desde sus medios más amigables los hasta ayer leales van marcando distancias. Si hay alguien que siempre abrazó esas políticas que venía a reivindicar Milei es el veterano columnista Joaquín Morales Solá, quien desde La Nación señaló, en un tono ciertamente despectivo para con el presidente y su hermana Karina, y en el que reclama expulsar a los Menen de sus cercanías, que «la única modificación que se les ocurrió a la diarquía que gobierna es la creación de una mesa política con los mismos protagonistas que ya estaban y que, al final del día, actuaban como asesores políticos de la perdidosa administración. Solo cambiaron el lugar de las sillas. Punto. Nada más para ofrecerles a los argentinos que esperaban ver cómo se salva o cómo derrapa un Gobierno de apenas 21 meses».
https://www.lanacion.com.ar/politica/el-peligro-de-otra-derrota-nid09092025
Otros más vinculados aún al proyecto libertario, como Alejandro Fantino, extreman la indignación que mostraron cuando se difundieron los audios de Diego Spagnuolo. El ultraderechista Fernando Cerimedo, investigado en Brasil por promover discursos de odio, declaró en la fiscalía interviniente que el extitular de la Agencia Nacional de Discapacidad le había hablado en reiteradas ocasiones del esquema de coimas que atribuyó a la hermana presidencial. El streamer Gordo Dan, con similar ferocidad a la que usó hasta ahora para denostar a cualquiera que atacara al Gobierno, critica que no se hayan hecho cambios y apuntó también contra los parientes del fallecido expresidente. Con lo que a este clima se suman acusaciones cruzadas de «traición».
Pero venidos de aquellos tiempos de la dictadura «libertadora», aparecieron otras explicaciones ciertamente abominables para la derrota. Como las del economista Miguel Ángel Boggiano y de un empresario cordobés sobre la supuesta preferencia de los bonaerenses por hacer las necesidades en un tacho. Para el comunicador y piloto de aviación Antonio Laje los votantes provinciales deben sufrir castigos incluso bíblicos por no elegir como corresponde. «No se quejen más cuando tengan inseguridad y cuando te maten, por (lo) que acaban de votar. Era la elección para decirle al gobernador que estaba haciendo una gestión espantosa y le dijeron que está haciendo una gestión bárbara».
A todo esto, el Consejo Universitario Nacional (CIN, que nuclea a los institutos superiores del país), junto con profesionales del Hospital Garrahan, anunciaron una movilización en reclamo del rechazo al veto presidencial durante la sesión de la Cámara Baja de esta semana.
El flamante ministro del Interior, Lisandro Catalán, ensayó su primera reunión con gobernadores para tratar de calmar las aguas. Apenas estuvieron los todavía fieles: Rogelio Frigerio, de Entre Ríos, Leandro Zdero, de Chaco, y Alfredo Cornejo, de Mendoza. Al rato se anunció el veto a la ley de ATN. Otro grupo de mandatarios que acompañó al Gobierno en sus inicios, y que decidió construir una «tercera vía», ni K ni antiK, analizaron cómo se plantan ante este nuevo desafío en la exposición rural de Río Cuarto. El cordobés Martín Llaryora fue el anfitrión del encuentro, que reunió al santafecino Maximiliano Pullaro, al correntino Gustavo Valdés y al jujeño Carlos Sadir. El santacruceño Claudio Vidal y el chubutense Ignacio Torres, cofundadores de Provincias Unidas, alegaron problemas de agenda para asistir. Juan Schiaretti, exgobernador y candidato a diputado el 26 de octubre, ya manifestó su rechazo al veto presidencial. Lo que no se sabe es cómo votarán los diputados de esos distritos.
Si algo demuestra la elección bonaerense es que no hubo último clavo en ningún ataúd. Que como muchos puntualizan desde hace añares, polarizar una elección puede ser una buena estrategia electoral, pero es mal negocio para gobernar. Y que, como muestra la historia argentina desde 1955, del otro lado de la Argentina siempre hay alguien al que no se puede eliminar, por más violencia –incluso criminal– que se aplique. ¿Aceptaría esto Milei, o los que están cerca, o quienes se prueban el traje?¿Lo aceptarán los que ganan en río revuelto que, al fin y al cabo, son los mismos de siempre?