Política

Golpe a la UNASUR

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No sorprende la decisión del gobierno argentino –junto con Brasil, Chile, Colombia, Paraguay y Perú– de formalizar el alineamiento de la región con Estados Unidos a través de la destrucción de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), nave insignia de los procesos de integración impulsados en los inicios del siglo XXI.
Donald Trump viene cosechando fuertes gestos de alineamiento desde el sur del continente, entre ellos, y con el argentino Mauricio Macri a la cabeza, los constantes ataques de los presidentes de Sudamérica a Venezuela y los respaldos al reciente bombardeo a Siria, y el silencio absoluto frente a la injusta detención de Lula Da Silva en Brasil. De este modo, se acerca al objetivo de cortar de raíz lo que era un incipiente avance hacia cierta autonomía de los países del sur, cuyo significado en términos de intento de construcción de una soberanía latinoamericana, sin intervención de EE.UU., motiva el actual embate y la desarticulación en ciernes.
Volver al mundo, romper el aislamiento es, para los neoliberales sudamericanos, acatar lo dispuesto por EE.UU. y encaminar a la región hacia nuevos tratados de libre comercio. En realidad, no tan nuevos, ya que tienen el mismo espíritu que los que fueron rechazados no hace mucho tiempo y vuelven a la carga, con otros nombres pero con iguales intenciones.
El momento elegido por los países renunciantes también forma parte del mensaje político que quieren transmitir: tras seis meses con la Argentina al frente del organismo, período signado por la inactividad, boicotean UNASUR a pocos días de asumir Bolivia la presidencia pro témpore. Con todo, ese país, junto con Ecuador, Venezuela y Uruguay adelantaron que intentarán sostener el bloque. La integración regional, así como el destino político de Sudamérica, está en disputa.

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