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Juego peligroso

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Alberto López Girondo

El alineamiento total con EE.UU. se profundiza con el pedido argentino de ingreso a la OTAN. La versión libertaria de la política de «relaciones carnales» practicada por el menemismo.

¿Dónde está el piloto? El ministro de Defensa, Luis Petri, en uno de los cazas adquiridos en Dinamarca.

Foto: NA

El apuro en mostrarse disciplinado con Estados Unidos y Occidente del Gobierno de Javier Milei lo llevó a encarar una nueva, y más peligrosa, movida que afecta la soberanía nacional y la integración regional dentro del espacio de paz que es América Latina. Todo de la mano del ministro de Defensa, Luis Petri, quien estuvo en Dinamarca para completar gestiones para la adquisición de aviones F-16 y este jueves anunció que Argentina pidió el ingreso a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Y en el contexto de una escalada bélica en Oriente Medio.
Petri, quien como senador nacional ya había mostrado su concepción del mundo cuando impulsó una ley que lleva su nombre y que limita el beneficio de salidas transitorias, libertad condicional o libertad asistida a condenados por delitos penales, volvió a mostrarse como más le gusta: de uniforme y con casco en la cabina de uno de los cazas en una pose que en las redes sociales se viralizó por su parecido con la película Top Gun, protagonizada por Tom Cruise.
De Copenhague viajó a Bruselas, desde donde en su cuenta de la red X el excandidato a vicepresidente por la coalición Juntos por el Cambio posteó: «Me reuní con Mircea Geoana, secretario general adjunto de la OTAN. Le presenté la carta de intención que expresa la solicitud de Argentina en convertirse en un socio global de esta organización. Seguiremos trabajando en recuperar vínculos que permitan modernizar y capacitar a nuestras fuerzas al estándar de la OTAN».

Viejos aviones
Ahora queda más claro que la compra de los aviones, muy cuestionada desde sectores de la oposición que entienden que se trata de aparatos de descarte con cuatro décadas de antigüedad y que promueven la dependencia tecnológica con EE.UU. para repuestos y reacondicionamiento, tenía relación con el pedido de adhesión a la OTAN. Claramente lo dice el ministro, quien se mostró con el número 2 de esa institución. El plan Petri-Milei para las Fuerzas Armadas consiste en adecuarlas al estándar de una organización extracontinental.
El viaje del titular de Defensa aparece en la agenda mediática luego de que la semana pasada el primer mandatario decidiera cancelar una visita programada a Dinamarca para mostrarse con las aeronaves. La respuesta de Irán con una andanada de drones y misiles por el bombardeo israelí a su consulado en Damasco –que provocó la muerte de 16 personas, entre ellos dos altos mandos del Cuerpo de Guardias de la Revolución Islámica (CGRI)– hizo temer al presidente por algún atentado en su contra.
Milei regresó y mantuvo una reunión con un Comité de Crisis ad hoc a la que asistió al inicio el embajador de Israel en el país, Eyal Sila. El Gobierno de La Libertad Avanza (LLA) porfía en un programa de alineación automática con Israel y EE.UU. y copia los estilos de Washington y Bruselas con tal escrupulosidad que necesita mostrar su misma preocupación y compromiso en conflictos que deberían impactar lejanamente en los argentinos. Y que implican un retroceso en la tradicional política de neutralidad que el país mantuvo desde el fondo de la historia.
Por mencionar dos hechos comparables, la neutralidad en la Primera Guerra Mundial fue decretada por un gobierno conservador como el de Victorino de la Plaza (Roque Sáenz Peña murió casi al inicio de las hostilidades) y fue mantenida por el presidente radical, ganador de las primeras elecciones libres, Hipólito Yrigoyen, quien asumió en 1916.
En la Segunda Guerra, la neutralidad fue sostenida por otro conservador como Roberto Ortiz, quien asumió en 1938 y curiosamente también falleció durante la contienda, en 1942. Su sucesor, Ramón Castillo, fue derrocado en 1943 y recién en marzo de 1945 el presidente de facto, el general Edelmiro Farrell, le declaró la guerra a Alemania, cuando ya las cartas estaban echadas contra el Eje y las presiones de EE.UU. y los medios hegemónicos eran insostenibles.

Diana Mondino en Brasilia. La canciller se reunió con su par brasileño, Mauro Vieira, para recomponer el vínculo bilateral tras las descalificaciones de Milei hacia Lula.

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Desventuras históricas
No estar en contra de Alemania era visto como ser amigo del fascismo. Pero esa postura fue vista por corrientes de derecha como un gran error histórico del peronismo, que recién tendría su nacimiento el 17 de octubre de ese año, varios meses después del fin de la guerra en Europa y a una semana de las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki. ¿En qué se basan para sostener algo así? Lo decía insistentemente en sus columnas en el diario La Prensa Alberto Benegas Lynch, mentor de Milei y padre de Alberto Tiburcio, «Bertie», actual diputado por LLA. A esa muletilla apeló hace unos días la también diputada, pero del PRO, Sabrina Ajmechet, que además es historiadora. Estados Unidos, según esta versión de los hechos, miró con desconfianza y rechazo a la Argentina porque no había hecho entonces como Brasil, que rompió le neutralidad y envió en 1944 una Fuerza Expedicionaria compuesta por 25.834 hombres a luchar del «lado del bien». Por eso al término del conflicto apoyó sin fisuras el desarrollo brasileño y boicoteó al argentino. En ese momento encuentran su explicación para la «decadencia argentina».
En 1990, Carlos Menem había recurrido a argumentos similares cuando ordenó alistar un destructor, dos corbetas y dos helicópteros para participar de la Operación Escudo del Desierto, contra la invasión de Kuwait que había impulsado el líder iraquí Saddam Hussein. Ese apoyo a la alianza de 34 países que encabezó EE.UU. puso a la Argentina en el rango de aliado importante extra-OTAN (MNNA en inglés). En 2019, durante la gestión de Jair Bolsonaro y Donald Trump, también Brasil ingresó a esa categoría, más bien simbólica salvo que todo se termine desmadrando en el planeta.
En cuanto a los famosos F-16, podría decirse que no servirían para una eventual recuperación de Malvinas por la fuerza, algo que no se desea que ocurra ni siquiera con otro tipo de armamento. Aplicarlos ante hipotéticos enemigos regionales es algo que se desea aún menos. Salvo que las inéditas e innecesarias pendencias que Milei desata contra los vecinos de un modo desconsiderado –ocurrió con los presidentes de Brasil, México, Colombia y más acá con los de Chile y Bolivia– buscaran algún enfrentamiento que desde el delirio de la dictadura por el Canal de Beagle no se avizora.
No hace falta recordar el resultado de las «relaciones carnales» de Menem. Y si la estrategia pro OTAN fuera que así Argentina sería confiable como para que EE.UU. apoye la recuperación de las islas del Atlántico Sur, sería bueno recordar que una base de esa organización opera en Malvinas. Es decir, Argentina sería aliada de un bloque que instaló una base en un territorio usurpado. Y una nueva base, como la que EE.UU. quiere instalar en Tierra del Fuego no significaría un avance para la soberanía nacional, sino un franco retroceso.

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