18 de junio de 2024
Subejecución extrema, freno de proyectos en curso, falta de interlocutores, éxodo de investigadores y aprobación de la Ley de Bases: la crisis del sistema científico.
En lucha. El 22 de marzo último, científicos del país marcharon hacia la jefatura de Gabinete en reclamo por los despidos masivos y el ahogo presupuestario.
Foto: Federico Imas
Las amenazas y burlas libertarias en la campaña electoral a todo lo que oliera a ciencia e investigación no quedaron solo en eso. La política sobre el sector en los primeros seis meses del Gobierno de Javier Milei concretó el ataque, al punto de hacer tambalear el sistema científico-tecnológico argentino.
En los primeros cinco meses del año, el gasto ejecutado de la Secretaría de Innovación, Ciencia y Tecnología se redujo un 98% en términos reales respecto al año anterior. «A la fecha, solo ejecutaron 1.303 millones de pesos, en comparación con los 15.598,02 millones de pesos ejecutados en el mismo período de 2023», contrastó la Asociación Civil por la Igualdad y la Justicia (ACIJ), al tiempo que advirtió: «La situación presupuestaria actual representa una amenaza para el futuro de la ciencia y la tecnología en Argentina».
El 6 de junio, cuatro días antes de que se cumplieran los primeros seis meses de gobierno, Alejandro Cosentino presentó su renuncia como secretario de Ciencia y Técnica. El hasta ahora jefe de Gabinete del Ente Nacional de Comunicaciones (ENACOM), Darío Genua, fue designado como su reemplazante.
Por otra parte, la aprobación en el Senado de la Ley de Bases –que debe volver a pasar por Diputados– empeora el panorama. Desde el Conicet, las universidades y diversos ámbitos científicos lo venían alertando. Pero los votos estuvieron igual. «La Ley Bases es el golpe de muerte al sistema científico. Le da atribuciones extraordinarias al Ejecutivo para reformar organismos científicos y tecnológicos, como el Conicet. No permite su intervención ni disolución, pero sí reorganizar, transformar su estructura. Queda la cáscara y el nombre, pero si la función es otra, ya no será el Conicet», decía a Acción –horas antes de la votación– Valeria Levi, vicedecana de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y una de las coordinadoras de la Red de Autoridades de Institutos de Ciencia y Tecnología (RAICyT).
Un día después de la votación en la Cámara Alta, la RAICyT fue recibida por Alicia Caballero -al frente de la Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación (Agencia I+D+i)- y Marina Patricia Marzocca, directora nacional del Fondo para la Investigación Científica y Tecnológica (FONCYT). La Red informó luego sobre el «tono constructivo» que tuvo el encuentro, donde entre otras cosas la Agencia informó que cuenta con los fondos para subsidios pendientes, pero advirtió que las cifras planteadas son «montos claramente insuficientes desde todo punto de vista».
Nunca visto
«La situación que estamos viviendo no tiene antecedentes en el período democrático. Empecé a hacer ciencia durante el menemismo, como estudiante de grado, y nunca vimos algo con esta magnitud y con esta violencia. No es un ajuste tradicional», describe Levi. «No es que se cortan nuevas líneas de financiación de programas científicos. Se frenó todo lo que estaba funcionando y se desarmaron las estructuras de los organismos de ciencia y tecnología, como la Agencia I+D+i (Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación), que es la principal financiadora, el corazón de la ciencia y tecnología argentinas».
El efecto ya es palpable y se traduce –entre otras cosas– en científicos y científicas que se van del país. «Lo vemos todos los días en los pasillos. Ya hay números preocupantes, el más concreto, el que nos da el marco de lo que está ocurriendo, es el pedido de ingresos a la carrera de investigador científico de Conicet. La cantidad de presentaciones que hubo es un 30-40% menor que en años anteriores. Es mucha gente que hizo sus primeros pasos en Argentina, se invirtió en su formación, hicieron doctorados y posdoctorados acá y hoy no ven su futuro científico en el país».
Botones de muestra
El mes pasado, el nanobiotecnólogo Jorge Montanari contó su experiencia como director del Laboratorio de Nanosistemas de Aplicación Biotecnológica (LANSAB) de la Universidad Nacional de Hurlingham (UNAHUR). Su posteo se volvió viral. Allí narró el periplo de Magalí Di Meglio, una biotecnóloga que trabaja en nanotecnología aplicada al cáncer. Su proyecto había sido aprobado por el programa ECOS-Sud, que subsidia intercambios con universidades de Francia tras exigentes procesos de selección. La falta de interlocutores y de respuestas del Gobierno argentino fue tal que la investigadora casi queda afuera. Consiguió viajar porque el financiamiento lo garantizó Francia. Solo un ejemplo del todo.
«En un área que requiere todo el tiempo acción, si no hacés nada, no funciona –plantea Montanari–. Y la subejecución fue demencial. No se actualizó el presupuesto del año pasado, pero así y todo, el que había ojalá se hubiera acabado. Fue absolutamente mínimo lo que se ejecutó».
El caso de los Proyectos de Investigación Científica y Tecnológica (PICT) es emblemático. «Son los proyectos más importantes que sostienen la actividad científica. Se dieron los resultados, pero después desaparecieron de la página web. Ahora no se sabe, nadie se comunicó con los investigadores que los habían ganado. Son los que da la Agencia I+D+i y es el subsidio más importante y continuado que hay en el país», apunta el investigador. Entre los programas frenados señala también Construir Ciencia y Equipar Ciencia, así como obras avanzadas que quedaron congeladas: el Lansab funciona en sede provisoria porque se había adjudicado la construcción de un nuevo laboratorio, pero se paralizó. «El edificio para mayo iba a estar terminado, íbamos a estar trabajando ahí. Desde el 10 de diciembre no se puso un ladrillo más».
Embate igualitario
Desde el Gobierno, el discurso contra la ciencia apuntó especialmente a las áreas humanísticas y sociales. Sin embargo, el desfinanciamiento no discriminó. «Ellos decían que iba a haber áreas que iban a favorecer y otras que no. Pero el desgobierno alcanza a todas. No hay un investigador que diga “yo hago lingüística quechua y a mí no me pagaron” y a otro que trabaja sobre cáncer infantil, sí. No le pagaron a nadie», grafica Montanari.
Desde Exactas, Levi coincide: «Se habló mucho de potenciar la inteligencia artificial, la robótica. Nuestra facultad tiene grupos trabajando eso, de las carreras de computación y ciencia de datos, y están tan desfinanciados como el resto. No es que hay un programa científico diferente. Solo desarmar».
Intervención. Agentes de la Policía custodian la entrada de los trabajadores del CONICET que no saben si fueron despedidos o no.
Foto: Enrique Garcia Medina
Natalia Rubinstein es investigadora del Instituto de Biociencias, Biotecnología y Biología Traslacional (iB3) en esa misma facultad. Trabaja en la exploración de mecanismos moleculares del cáncer de mama resistente al tratamiento, paso previo necesario al desarrollo de nuevas drogas o tratamientos. «Quienes tenemos subsidios de investigación de la Agencia no estamos recibiendo el dinero. Todo lo que tuvieras que hacer no lo podés pagar, no puedo comprar insumos», cuenta. Por caso, sus ensayos requieren mantenimientos en cultivo. «Las células se guardan en nitrógeno líquido, que se evapora y hay que reponer. Solo eso son 200.000 pesos por mes. Estamos colaborando entre nosotros y compartiendo insumos, poniendo plata de nuestro bolsillo. Pero con infinitas limitaciones. Es insostenible. No hay chance de que con nuestros salarios mantengamos estos proyectos. Se caen las líneas de investigación, se va la gente», alerta. La situación llegó a tal punto que el Instituto decidió pedirle aportes a la comunidad.
La especialista apunta contra una idea infundada que circula en tiempos de razonamientos de 140 caracteres: «Hay una fantasía de personas que no conocen cómo es la dinámica de un proyecto de investigación y dicen “si tu proyecto es bueno, el privado lo financia”. Pero nuestra investigación es la génesis, es a largo plazo». Su colega Montanari completa el planteo: “Los privados no aparecen en las primeras etapas de innovación y tecnología porque tienen un riesgo muy grande en investigación básica. Los primeros niveles tecnológicos en todo el mundo los financia el Estado. Para que logres que ese desarrollo se transfiera y lo compre un privado o adquieran una licencia o un desarrollo conjunto tenés que haber llegado a cierto grado de avance. Por eso los países invierten en ciencia y tecnología». La nueva Argentina, no.
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