6 de octubre de 2025
El hallazgo de restos óseos humanos en el predio donde funcionó el centro clandestino de detención La Perla abre expectativas de avanzar en la identificación de las víctimas.
La Perla. El trabajo del Equipo Argentino de Antropología Forense es determinante para el conocimiento de la verdad. (Foto: Gentileza Equipo de Antropologia Forense)
Alba Camargo recuerda cuando su abuelo le entregó una carpeta con todos los pedidos que había presentado por sus padres y tíos, secuestrados en 1976. «Ahora seguí vos», le dijo poco antes de morir. «¿Qué otra cosa puedo hacer? Seguir», dice la mujer. Hace décadas que denuncia lo que le pasó a su familia –que incluye su propio secuestro, aun siendo una niña, en la cárcel del Buen Pastor–. Alba es una de las 26 familiares que se presentaron meses atrás como querellantes ante la Justicia federal de Córdoba para impulsar que se hiciera una búsqueda en los terrenos de la guarnición militar de La Calera, donde funcionó el campo de concentración de La Perla, para intentar encontrar enterramientos de personas detenidas-desaparecidas. El viernes 26 de septiembre, el juez federal Miguel Hugo Vaca Narvaja anunció que se habían hallado restos óseos humanos en el predio a poco de que el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) comenzara con las actividades de prospección y excavación. Desde ese día, Alba se siente más liviana.
La Perla funcionó como centro clandestino de detención, tortura y exterminio (CCDTyE) entre 1976 y 1978. Estaba ubicada en terrenos del Tercer Cuerpo de Ejército, a la vera de la ruta que une Córdoba Capital con Villa Carlos Paz. El campo de concentración estaba al mando del Destacamento de Inteligencia 141 de Córdoba. Por allí, se estima que pasaron entre 2.200 y 2.500 personas. La mayoría de ellas están desaparecidas.
«Sos pozo»
La modalidad predominante del exterminio fue el fusilamiento y el enterramiento en las tierras cercanas al campo de concentración. «Así como en la ESMA se iban para arriba, nosotros nos íbamos para abajo», graficó la sobreviviente Teresa Meschiati en su declaración en la megacausa de La Perla. Otros exdetenidos-desaparecidos relataron que los represores les decían: «Sos pozo» o «Te vas al pozo». También hablaban de «metro ochenta» o de «ver crecer los rabanitos desde abajo».
Los «traslados» en La Perla eran diarios. Los secuestrados que iban a ser ejecutados eran preparados: se les vendaban los ojos, se los amordazaba y se los maniataba. Entonces rugían los motores de los camiones Mercedes Benz –«Menéndez Benz», como les decían los represores en alusión a Luciano Benjamín Menéndez, comandante del Tercer Cuerpo de Ejército– que los llevaban. A los 20 o 30 minutos, los vehículos estaban de regreso. Eso daba la idea de que el lugar de fusilamiento era dentro del predio.
Las denuncias sobre lo que sucedía en las inmediaciones de La Perla se conocen desde los primeros meses de la democracia. José Julián Solanille, un trabajador rural de la zona, se acercó a denunciar ante la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep) lo que había visto. Relató que él mismo llegó a contar decenas de «pozos» o enterramientos clandestinos. Después, lo ratificó ante la Justicia.
El 10 de mayo de 2004, el teniente coronel Guillermo Enrique Bruno Laborda presentó un reclamo porque no había sido ascendido a coronel. En ese escrito, Bruno Laborda reconoció haber actuado en La Perla y haber intervenido en tres fusilamientos –incluido el de una mujer que acababa de parir–. En su descargo, detalló que después de las ejecuciones, arrojaban el cuerpo en un pozo y le prendían fuego. También afirmó que había participado «activamente» en la remoción de los cadáveres en 1979, meses antes de que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) visitara el país para documentar las denuncias contra la dictadura. Según la versión de Bruno Laborda, se usaron máquinas del Batallón de Ingenieros de Construcciones 141 para sacar los restos, que luego eran «compactados» y arrojados en las proximidades de una salina de La Rioja.
Lo que Bruno Laborda reconocía casi 20 años después en su reclamo administrativo venía a confirmar lo que había declarado en el juicio a las Juntas Ernesto Urien, un militar a quien le habían dado la baja por oponerse a la represión ilegal y clandestina. En su declaración, Urien había narrado que el teniente Gustavo Gelfi le había confiado que lo habían enviado a una misión que consistía en desenterrar los cuerpos con máquinas viales y colocarlos en tambores con cal viva.
Hace décadas que los familiares saben que hay que buscar en las cercanías de La Perla. «Yo no sé si van a aparecer mis padres, pero con los hallazgos hay una certeza que se confirmó: ahí estuvieron. También se confirma todo lo que hicieron con los cuerpos: con el de Evita, el de Perón, los de nuestros viejos. El hilo conductor es el odio», dice Alba Camargo.

Córdoba. Memoria, verdad y justicia, una lucha que no cesa.
Foto: NA
Proceso de largo aliento
El EAAF llegó al terreno el 16 de septiembre pasado a partir de un análisis realizado por el geólogo de la Universidad Nacional de Río Cuarto (UNRC) Guillermo Sagripanti. Fue fundamental una foto que aportó Catastro de la Municipalidad de Córdoba de julio de 1979, que daba cuenta de que hubo movimientos de tierra entonces. Sobre la base del análisis de los testimonios de sobrevivientes, vecinos e integrantes de las fuerzas, se arribó a dos hipótesis. Una era la de la remoción de los cuerpos; la otra era que los restos hubieran sido tapados con una montaña de sedimentos, lo que cambia la morfología del terreno.
El hallazgo se produjo tempranamente: en el quinto día de trabajo. Hasta ahora, lo que se encontró fueron restos óseos humanos dispersos en un terreno alterado. La tarea recién está comenzando. Se prevé que el EAAF trabaje hasta finales de noviembre en un área delimitada de diez hectáreas. Después habrá que analizar los huesos para determinar si es factible extraer ADN para las identificaciones. Es un proceso de largo aliento.
«Hay que ser prudente y esperar el avance de las tareas del EAAF porque recién van quince días de una campaña que prevé una duración de 70 días», afirma el auxiliar fiscal Facundo Trotta ante una consulta de este medio. «Es importante destacar que hace mucho tiempo que estamos llevando a cabo estas investigaciones, buscando los restos de los desaparecidos, y este hallazgo nos genera la esperanza de que podamos identificar a algunas de las cientos de víctimas desaparecidas de nuestra provincia. Esto busca reparar el daño causado a sus familiares, quienes tienen el derecho a saber la verdad sobre el destino de sus seres queridos y a recuperar los restos para poder hacer el duelo, y para contribuir al conocimiento de la verdad para la sociedad», añade.
Graciela Geuna, sobreviviente de La Perla y esposa de un desaparecido, dice que una democracia no se puede construir con cuerpos insepultos. Su frase fue recuperada por el abogado Ramiro Fresneda, que representa a las familias querellantes en la causa.
Mientras conversa con Acción, Fresneda trabaja en una nueva presentación: otros 20 familiares van a presentarse en el expediente para seguir impulsando la búsqueda. «Que hayamos podido avanzar tanto en los juicios con sanción penal permitió ver lo que faltaba. Y lo que faltaba era la búsqueda de los cuerpos», sostiene.
Tanto la fiscalía como la querella hicieron un pedido: que quienes tengan información la aporten. En cinco meses, se cumplirán 50 años del golpe de Estado, y los familiares saben que la oportunidad de saber la verdad que los perpetradores les negaron es ahora.