Política

Las formas del voto

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Mientras avanza en el Congreso Nacional un proyecto de ley que modifica las reglas de juego de los comicios, crecen los cuestionamientos a una de las propuestas fundamentales de la iniciativa del oficialismo: el sufragio electrónico.


Máquinas. Prueba del sistema en Buenos Aires durante las PASO 2015: más dudas que certezas. (Télam)

 

No son pocos los especialistas que ponen en tela de juicio la seguridad que ofrece el sistema de sufragio electrónico incluido en el proyecto de ley que el Ejecutivo envió al Congreso para modificar el sistema electoral, si es posible, a partir de las legislativas del año próximo. En ese contexto, y con el objetivo de indagar en los principales señalamientos que se formulan contra el uso de esta modalidad, el Centro de Estudios en Políticas de Estado y Sociedad (CEPES) y el Centro Cultural de la Cooperación organizaron un debate a cargo de Enrique Chaparro, especialista en seguridad de los sistemas de información e integrante de la Fundación Vía Libre, y el presidente de la Federación Argentina de Cooperativas de Trabajo de Tecnología, Innovación y Conocimiento (FACTICS) y desarrollador de software libre, Leandro Monk, con la coordinación de Valeria Mutuberría, integrante del Consejo de Dirección del CCC.

 

Soluciones o problemas
«Es un error creer que todo lo digital es mejor. Cuando usamos tecnología, lo que tenemos que tener claro es cuál es el problema que queremos solucionar», explicó Monk. «En este sentido, es cierto que el sistema electrónico simplifica y abarata la logística de una elección, y por eso ha captado el interés de todos los partidos. Sin embargo –destacó– la mayoría de esas dificultades pueden ser solucionadas con la boleta única de papel, que no tiene los peligros del voto electrónico que, entre otras cosas, permite falsear resultados o conocer lo que votó una persona, y esto es realmente sencillo. Cualquier smartphone soporta un puntero electrónico que habilita esto».
Por su parte, Chaparro señaló que «nuestro sistema de votación es absurdamente simple y expeditivo», y añadió: «Desde 1983 a la fecha nadie se ha levantado tras una jornada electoral sin saber quién había ganado». Además, negó que el sistema electrónico sea, en algún sentido, novedoso. «Existe, tal cual lo conocemos hoy, desde hace cuarenta años. Se inventó en 1974, casi al mismo tiempo que el VHS, tecnología que en todos estos años conoció su auge y su extinción. Y al cabo de estos cuarenta años, solo es utilizado a escala nacional en tres países del mundo: India, Brasil y Venezuela. Si tanto tarda en imponerse, tenemos derecho a suponer que algo debe andar mal».
Por supuesto, según Chaparro, lo que está mal son muchas cosas. En primer lugar, que todos los sistemas de voto electrónico han sido vulnerados, incluido el que el gobierno quiere utilizar en la Argentina. «Las máquinas son llamativamente simples. A una persona que sabe lo que hace no le toma más de un minuto adulterar el software». La vulnerabilidad de los equipos de votación electrónica es una de las razones por las que Holanda, que había adoptado el sistema en los 90, lo abandonó definitivamente en 2008. Pero no es el único. En 2009, el Tribunal Constitucional Alemán declaró inconstitucional el uso de sistemas electrónicos de voto, al que consideró «contrario a la naturaleza pública de las elecciones». Acerca de la supuesta protección que el sistema virtual ofrece contra el fraude, uno de los argumentos principales de sus impulsores, Chaparro respondió: «Ningún sistema de emisión del voto cambia una elección 60-40. El problema está en las elecciones 51-49. Ahí, el tema es la escala», aclaró. «Cinco votos de diferencia por urna en el último balotaje hubieran hecho que tuviésemos otro presidente. Ahora bien, para cambiar cinco votos por urna en las 95.000 urnas del país es necesario un despliegue logístico monstruoso: más de 100.000 militantes en la calle en todo el país… o cambiar cuatro líneas de código en un programa. Ahí está el peligro del voto electrónico».

 

 

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