Política | Diana Mondino

Las palabras y las cosas

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Carlos Romero

Al frente de la errática gestión de la política exterior, signada por curiosos episodios y que tiene como único norte el alineamiento con Estados Unidos, la canciller enfrenta un rápido desgaste.

Curriculum. La funcionaria llegó a la Cancillería sin trayectoria diplomática.

Foto: Getty Images

Eran los primeros días de agosto de 2023, las PASO estaban cerca y Javier Milei comenzaba a garabatear su eventual gabinete, en un revoleo frenético de nombres, en general desconocidos para la política. Desde el inicio, en esas listas estuvo Diana Mondino, por entonces diputada nacional electa, que asomaba como una mosca blanca en medio de la turbamulta mileista. Se hablaba de una mujer experimentada, influyente y respetada. Como plus, contaba con su origen cordobés –epicentro del liberalismo local y de los votos que lo fueron apuntalando– y un recorrido exclusivo en el sector privado.

Claro, Mondino no tenía una trayectoria diplomática, porque tampoco la tenía en el Estado, y eso, no ser portadora de la marca de «la casta», lo compensaba todo. Parecía entonces ofrecer el equilibrio justo para quien finalmente se quedaría con el Ministerio de Relaciones Exteriores bajo el mando de La Libertad Avanza (LLA).

Pero esta pátina de eficiencia y know how duró poco y nada. A ocho meses de gobierno libertario, la gestión de la canciller Mondino carece de rumbo, vive torpedeada por otras áreas del Poder Ejecutivo y su única constante son los errores no forzados, las situaciones insólitas y los rumores de su salida del Palacio San Martín.

Una historia libertaria
El caso de Mondino no destaca por el veloz deterioro de su imagen como funcionaria –en definitiva, es un atributo transversal a LLA–, sino porque existía en torno a ella otra expectativa. Algunos la creían excepción, pero resultó regla.

El año pasado, cuando Milei era abordado con la pregunta repetida sobre cómo completaría los casilleros de su equipo, solo ratificaba dos nombres: el de Sandra Petovello, una persona que se revelaría muy cercana a la intimidad emocional del futuro presidente, y el de Mondino, una elección que respondía a un supuesto peso específico.
¿Qué fue lo que cautivó al expanelista? Primero, como en muchas otras de sus elecciones, la falta de un entorno propio al cual echar mano. En segundo lugar, la foja de servicios de Mondino.

Nacida en Córdoba capital en 1958, antes del breve interregno como diputada nacional por la Ciudad de Buenos Aires, su único trato con lo público había sido su licenciatura en Economía por la Universidad de Córdoba. Otro punto de contacto con su actual jefe político es que en 1991 fundó la calificadora de riesgo Risk Analysis, adquirida luego por Standard & Poor’s, donde ella estuvo a cargo de la división latinoamericana. También se sentó en los directorios de empresas como Loma Negra, Pampa Energía, Edenor, Bodegas Valentín Bianchi y los bancos Supervielle y Roela, este último, fundado por su padre, Víctor Mondino.

Órganos y piojos
Incluso antes de asumir, la estrella de Mondino empezó a menguar. Primero, por los dichos de Milei, ajeno al uso y costumbre de la diplomacia, y luego, por su propia cosecha de entuertos, que en tiempo récord limaron su perfil.

30 de abril en Beijing. Mondino con su par chino, Wang Yi: una relación bilateral estratégica para el país, complicada por el presidente Milei.

Foto: NA

En septiembre de 2023, sobre la cuestión Malvinas, la futura canciller le dijo al diario británico The Telegraph que «los derechos de los isleños serán respetados» y que «no se puede imponer ninguna decisión a otras personas». Milei se vio forzado a impostar nacionalismo y aclarar que «la soberanía de las Malvinas se defiende». En plena campaña, Mondino también afirmó que «el mercado de órganos es fantástico» y, hablando del matrimonio igualitario, lanzó: «Si vos preferís no bañarte y estar lleno de piojos y es tu elección, listo, después no te quejes si hay alguien que no le gusta».

Ya al mando del Palacio San Martín –al menos en lo formal–, la cosa no mejoró. En marzo, sentada a la mesa de Mirtha Legrand y consultada por supuestas irregularidades en seguros de ANSES y créditos para jubilados, soltó: «Si sos un jubilado arriba de no sé cuántos años es casi seguro que te vas a morir. ¿Entonces, para qué estás haciendo este tipo de cosas?». Y en febrero, mientras Luis Caputo negociaba con Pekín por el Swap, le complicó aún más las cosas: «Lo que vamos a hacer –declaró– es lo que siempre dijimos. Ni con China ni con ningún otro país vamos a tener estos tratados comerciales de Estado a Estado. Las empresas privadas que hagan todo lo que quieran».

Todos iguales
No sería el único episodio con el Gobierno de Xi Jinping: en mayo, durante la cumbre de OCDE en París y luego de una visita a Pekín, afirmó que «los chinos son todos iguales» y que por eso no podía distinguir entre civiles y militares en la base que ambos países comparten en Neuquén.

Estos papelones aparecen como el reverso de un alineamiento ciego con Estados Unidos e Israel, algo que hasta ahora no supuso ninguna solución en forma de divisas y sí muchos problemas reales para el trato comercial con socios tan importantes y evidentes como Brasil, China o los BRICS.

En ese clima, un error imperdonable para el entorno libertario ocurrió en junio, cuando Milei tuvo que volver sobre sus pasos antes de ingresar a la Mezquita-Centro Cultural Islámico de Palermo, al enterarse de la presencia del encargado de negocios de la Autoridad Nacional Palestina, Alhalabi M. A. Riyad. La principal apuntada fue Mondino.

A la vez que impulsó el ascenso meteórico de personal de bajo rango a la cabeza de representaciones como las de España, México y el Reino Unido, la ministra aparece relegada en un destino central como EE.UU., donde el canciller ad hoc es Gerardo Werthein, embajador en Washington y de trato directo con la Casa Rosada.

Pero su mayor problema es la hermana del jefe. Luego de quitarle el manejo de la Agencia Nacional de Promoción de Exportaciones e Inversiones, Karina Milei le designó una suerte de interventora ideológica: la abogada Úrsula Basset, mandatada para inocular el pensamiento libertario en la primera línea diplomática.

El último papelón de Mondino llegó tras los comicios venezolanos del 28 de julio, cuando se apresuró a respaldar a la oposición a Nicolás Maduro: «El legítimo ganador y presidente electo es Edmundo González», tuiteó. Pero de inmediato fue desmentida por su propia Cancillería, que en un comunicado afirmó que el país «sigue con extrema atención y preocupación los acontecimientos en Venezuela a fin de pronunciarse en forma definitiva». El apuro de la funcionaria –días después, el Gobierno ratificaría sus dichos sobre González– complicó las tratativas de Argentina, que estaba retirando a su personal de la embajada en Caracas, donde además había seis opositores con asilo político, y coordinando la tutela en manos de Brasil.

Al igual que su gestión, el futuro de Mondino es incierto, pero se trata de una condición que en el mundo libertario puede significar cosas bien distintas. En ese dilema, a pesar de todo aún conserva dos atributos: su lealtad y su capacidad para soportar una y otra vez el destrato.

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