20 de octubre de 2024
La postulación de Cristina Fernández para presidir el Partido Justicialista reavivó el debate interno abierto tras la derrota electoral del año pasado. Perspectivas hacia 2025 y el reto de la unidad.
En el aula. La expresidenta visitó la Universidad de Avellaneda el 17 de octubre y respaldó la lucha de estudiantes y docentes.
Foto: Captura
Fueron semanas frenéticas hacia el interior del peronismo. El anuncio de la postulación de Cristina Fernández para presidir el PJ nacional hizo que, de repente, la cáscara vacía, como a veces se considera a los partidos políticos, se llenara de contenido. Hubo idas y vueltas, reclamos públicos por las formas, por la falta de gestos, por silencios y desplantes. Finalmente, todo se resolvió al filo de los plazos formales, como suele ocurrir, y la expresidenta irá a la competencia interna contra el gobernador de La Rioja, Ricardo Quintela.
Los desafíos que tiene el peronismo son los mismos más allá de la disputa por la designación de las autoridades partidarias. La necesidad fundamental es volver a construir una mayoría que pueda derrotar al Gobierno de extrema derecha. La primera parada de esa carrera son las elecciones legislativas para las que faltan 12 meses, y luego vendrán las presidenciales de 2027. Esta reconstrucción tiene cuatro palabras clave: unidad, trabajadores, juventud, territorio.
Un diagnóstico
En la primera vuelta de las elecciones de 2023, Unión por la Patria consiguió el 37% de los votos. En el balotaje, subió el caudal al 44%, pero la coalición fue derrotada en casi todas las provincias con la excepción de Buenos Aires, Formosa y Santiago del Estero. El peronismo estuvo unido en la contienda. Por afuera fue solamente el exgobernador cordobés Juan Schiaretti. El «cordobesismo», esa identidad que inventó el fallecido exgobernador José Manuel de la Sota, tiene fuerza a nivel provincial, pero no pudo romper el cerco. Esta referencia es para marcar que el tema Córdoba tiene un peso, es parte de los desafíos, pero no explica por sí solo la derrota.
El núcleo duro del peronismo es el 37% que votó por Sergio Massa en la primera vuelta de 2023. Es muy similar al del antiperonismo, encarnado en el 39% que respaldó a Mauricio Macri en 2019, a pesar del tendal que había dejado su presidencia. Hay una situación de empate en los votantes estables. La única forma de construir una mayoría es ampliar. Y mucho.
Kicillof. El gobernador bonaerense encabezó un acto en Berisso en el que convocó a la unidad para enfrentar a Milei.
Foto: @Kicillofok
Uno de los desafíos de la reconstrucción es cómo manejar las internas. La frase de Perón «los peronistas somos como los gatos, piensan que nos estamos peleando, pero en realidad nos estamos reproduciendo», no es una regla de oro. Cuando hay que atraer votantes más «blandos», el exceso de internismo resulta piantavotos. Es un dato que parece haberse tomado en cuenta en los dos actos principales por el 17 de octubre el jueves pasado. El gobernador bonaerense, Axel Kicillof, ante una multitud en Berisso, destacó: «Unidad, unidad, unidad. La única pelea que me interesa es contra las políticas de Milei». Y el senador nacional Mariano Recalde, que cerró el evento que el PJ porteño organizó en la Federación de Box para pedir que Cristina Fernández presida el PJ, se expresó en un sentido similar. Dedicó la esencia de su mensaje a cuestionar al presidente: «Es antiperonista, antijubilados, antitrabajadores».
Sin embargo, al día siguiente el ruido interno volvió a aparecer. Trascendieron definiciones duras de Cristina Fernández contra el gobernador bonaerense durante una reunión en SMATA. Kicillof respondió con un comunicado en el que pidió «unidad» y cuestionó la «lógica del sometido o el traidor».
A pesar de este fuego cruzado, los desafíos estratégicos siguen ahí. Uno de ellos lo planteó la expresidenta en una de sus últimas apariciones públicas, cuando le pidió a la CGT incorporar al debate qué hacer con los trabajadores informales, que fueron una de las bases de sustentación del triunfo de Milei. «Tenemos que volver a representar al conjunto de los trabajadores», dijo Cristina Fernández.
Juventud y territorios hostiles
En su apogeo, el kirchnerismo fue una expresión política mayoritaria entre los menores de 40 años. El año pasado, Milei se llevó buena parte del voto juvenil. El líder de extrema derecha construyó una narrativa en la que él representaba al ciudadano común que enfrentaba a una «casta» opresora: los políticos tradicionales. En un clima de enojo generalizado, ese discurso funcionó. Ahora, los ataques a los jóvenes no cesan. El castigo a las universidades públicas y el intento de militarización de las calles que busca Patricia Bullrich desgastan el respaldo juvenil al Gobierno. Pero eso no implica una migración hacia el peronismo. Existe la posibilidad de que esos jóvenes vayan a engrosar las filas de la antipolítica.
El conflicto universitario es un puente para iniciar la reconstrucción del vínculo con los jóvenes. Sirve para repasar la gestión del 2003 al 2015 en la que se crearon 17 universidades nacionales y que en la mayoría de ellas el grueso de los alumnos son primera generación de universitarios. Por algún lado hay que empezar.
La franja central de la Argentina, esa en la que está el núcleo de la producción agropecuaria, es otro de los desafíos de la reconstrucción peronista. Los resultados de la última elección en Santa Fe, Córdoba, Mendoza y Entre Ríos tuvieron aroma de catástrofe. Estos distritos sumados implican la misma cantidad de votos que la provincia de Buenos Aires. Entonces, si la derecha gana de modo aplastante en la franja central y el peronismo triunfa por poco en territorio bonaerense, la balanza nacional se inclina hacia la derecha.
Experiencias anteriores en Santa Fe y Mendoza indican que el camino para remontar en esos terruños pasa por encontrar un liderazgo local que arrastre hacia arriba. En 2019, Alberto Fernández triunfó en Santa Fe con el apoyo de Omar Perotti, que había ganado la gobernación luego de triunfar en la interna y lograr la unidad del peronismo provincial.
Como todo en política, la necesidad de un «cacique» local trae sus contradicciones. Uno de los cuestionamientos que la propia expresidenta hizo en las últimas semanas fue al transfuguismo de algunos diputados que responden a los gobernadores. El más bizarro ocurrió con Fernanda Ávila, que responde al gobernador catamarqueño Raúl Jalil. Se quedó encerrada en su despacho del Congreso durante el debate en el que se intentó insistir con la ley de financiamiento universitario que Milei había vetado. ¿Cómo se hace para construir alianzas en cada territorio y evitar estas «sorpresas»? Es otro desafío de la reconstrucción.
El Gobierno de Milei no puede escapar a una regla básica de la política: cuando la población no aprueba la gestión del oficialismo va al cuarto oscuro y vota a la oposición. Esto no le ahorra al peronismo la titánica tarea que tiene por delante. La cuenta regresiva para la contienda del 2025 ya está corriendo.