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La incorporación de Bolivia afianza el proceso de integración, acechado por presiones externas e internas en favor de acuerdos de libre comercio. Impacto nacional de las elecciones porteñas.

 

Saludo oficial. Los mandatarios reunidos en la capital brasileña dieron la bienvenida a Evo Morales. Divergencias acerca de la estrategia de negociación ante la Unión Europea. (Presidencia)

El ingreso del Estado Plurinacional de Bolivia como miembro pleno del Mercosur, que debe ser ratificado por los parlamentos de Paraguay y  Brasil, recibió un fuerte impulso durante la 48° reunión de presidentes del bloque realizada en Brasilia. Esta decisión implica para la Argentina la incorporación de un aliado que se ha caracterizado por la denuncia permanente de la política exterior de Estados Unidos y el fuerte impulso a la integración, al tiempo que constituye un contrapeso a las presiones de Uruguay y Paraguay, empeñados en acelerar las gestiones destinadas a concretar un acuerdo entre la organización continental y la Unión Europea (UE).
Si bien no se opone a ello, la diplomacia argentina prefiere la prudencia, habida cuenta de que el Mercosur ya ha formulado su propuesta y se está a la espera de la oferta de la UE, pero ha dejado en claro que un eventual tratado no puede implicar la pérdida de un solo puesto de trabajo. La salvedad es pertinente ya que la base sobre la cual los europeos encaran las negociaciones parte de una concepción demasiado conocida: abrirse a la introducción de productos agrícolas, a cambio de que los productos industriales del viejo continente y sus empresas de servicios tengan facilitado su acceso a los mercados sudamericanos.

 

Malas condiciones
Es que la UE necesita colocar sus excedentes industriales dada la crisis que atraviesa la mayoría de sus miembros. De aceptarse estas condiciones, los logros de la última década  en cuanto a la incorporación de valor agregado a las materias primas que producen los países de Mercosur estarían en serio riesgo y la región retomaría su rol de proveedora de commodities cuyos precios han caído fuertemente en los últimos tiempos, circunstancia que golpeó con dureza al organismo. Proyectos como el Banco del Sur, promovido por el venezolano Hugo Chávez, han quedado postergados y las cosechas récord de soja y granos deprimieron los precios del mercado mundial. En sincronía, desde el segundo semestre de 2014, el dólar no cesó de  revaluarse en términos nominales y reales frente a las principales monedas nacionales. No obstante, el Mercosur tiene un producto bruto superior a los cuatro billones de dólares, con lo cual duplica al de la Alianza del Pacífico, posee un polo agropecuario que se destaca en el mundo por su eficiencia y alta tecnología y es un actor con peso decisivo en materia energética, tanto por su producción como por las reservas que ostenta. También se ha expandido considerablemente en materia industrial, sobre todo en Brasil y la Argentina, y su capital educativo está al nivel de los países desarrollados. Además de las limitaciones económicas coyunturales, el Mercosur tropieza con la voluntad política del presidente paraguayo Horacio Cartes de priorizar los vínculos con la Alianza del Pacífico y la vacilante actitud del gobierno uruguayo que, con la excusa de las asimetrías que sufre como país pequeño, se ha mostrado favorable a tomar distancia del organismo regional, establecer una colaboración más estrecha con el Fondo Monetario Internacional e incluso explorar la posibilidad de solicitar el ingreso al Tratado de Comercio y Servicios (TISA, por su sigla en inglés), un pacto multilateral impulsado por Estados Unidos y la UE que propugna la liberalización del comercio de servicios, a efectos de asegurar que, entre otras cuestiones, las empresas extranjeras obtengan el mismo trato que las nacionales, además de imponer estrictos límites a la capacidad regulatoria de los Estados.

 

Turbulencias
Adicionalmente, la mandataria brasileña Dilma Rousseff, condicionada por el lobby industrial paulista y por una oposición claramente destituyente, puja por materializar un amplio acuerdo comercial con la UE, con la ilusión de concretar una unión aduanera que, en su análisis, permitiría reducir las barreras comerciales entre los países del bloque y, paralelamente, garantizar un margen de maniobra que le facilite enfrentar eficientemente la actual coyuntura.
El plan económico que lleva a cabo plantea recortes en el presupuesto público por más de 8.000 millones de dólares, con el fin de obtener un superávit fiscal primario equivalente al 1,2% del PBI. Para ello ha incrementado impuestos indirectos sobre los combustibles y las operaciones financieras y ha reducido el subsidio a las tasas de financiamiento del sector privado, entre otras medidas.
Estas decisiones han generado un duro debate interno en el Partido de los Trabajadores (PT) y en los movimientos sociales que apoyan críticamente su gestión. En una entrevista publicada en Brasil de Fato, por ejemplo, el dirigente del Movimiento de los Sin Tierra, João Pedro Stedile, analiza a fondo las características de la actual coyuntura. Uno de los párrafos centrales de su exposición sintetiza la problemática que pone en riesgo los avances registrados no solo en Brasil, sino también en América Latina en su conjunto: «Las clases dominantes, aquellas que poseen el poder económico en nuestra sociedad, son inteligentes. No en vano gobiernan desde hace 500 años. Percibieron la gravedad de la crisis, y por eso abandonaron el pacto de alianzas de clase con los trabajadores, representado por la elección de Lula y Dilma. Los sectores de la burguesía que eran parte y beneficiarios de él, salieron de escena y apuestan ahora a otra alternativa. El programa de este sector para salir de la crisis es básicamente la defensa de Estado mínimo, utilizando máscaras como la disminución de ministerios, menos intervención del Estado en la economía, retiro de derechos laborales con el objetivo de que el costo de la mano de obra disminuya y se retomen las altas tasas de ganancia, para poder competir mejor en el mercado mundial. El tercer elemento es el realineamiento con Estados Unidos en materia económica y de política externa. Por eso critican las decisiones de los grupos BRICS, UNASUR y MERCOSUR y defienden abiertamente el regreso del ALCA. Para alcanzar estos objetivos accionan sus operadores políticos en los espacios en los que detentan la completa hegemonía, como es el caso del Congreso Nacional, del Poder Judicial y de los medios de comunicación. Estos tres poderes están actuando permanentemente y de forma articulada para que este programa sea implementado. Y el partido ideológico que está articulando esa unidad entre los tres espacios es la red Globo».
Pero el sabotaje abierto o enmascarado al Mercosur no es solo una decisión de los grandes grupos económicos brasileños. El empresario argentino Eduardo Eurnekian expresó sin vacilaciones: «El Mercosur como unidad ha fracasado y la Argentina tiene que pensar en buscar un nuevo socio», y añadió: «Nos vamos a tener que buscar otro grupo, que puede ser la Alianza del Pacífico (integrada por México, Chile, Colombia y Perú)».
Más allá de los desajustes en materia de integración y de las señaladas limitaciones impuestas por la crisis económica mundial, se han verificado en el continente notables avances en lo atinente al reforzamiento de la institucionalidad. La presidenta argentina, Cristina Fernández de Kirchner, subrayó durante su intervención en la cumbre la importancia de la inclusión de la cláusula que determina la pérdida de la condición de Estado miembro de cualquier país cuyo gobierno no sea producto de elecciones libres y democráticas. Por su parte, y en el mismo rumbo, el vicepresidente ecuatoriano, Jorge Glas, alertó sobre las amenazas que sufren Ecuador y otras naciones del continente, fruto de los intentos desestabilizadores encarados por grupos de poder contrarios a los cambios estructurales en curso, que se proponen reducir las inequidades sociales.

Daniel Vilá

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