Política

Negociar o confrontar

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La marcha del 22 de agosto y la réplica gubernamental de pedir la renuncia de dos funcionarios cercanos a la central sindical plantean un escenario complejo puertas adentro de Azopardo. Debate en torno al anuncio de una huelga a fin de setiembre.


Miradas. Pablo Moyano, Juan Carlos Schmid, Héctor Daer y la bandera de Hugo Moyano. (Télam)

Si hasta hace pocos meses la CGT era considerada como un actor capaz de condicionar al gobierno de Mauricio Macri y contener sus planes económicos, hoy la que aparece desgastada es la propia central obrera, que vuelve a sufrir una crisis interna, tironeada por sectores más refractarios al oficialismo y otros que siguen apostando a la negociación con la Casa Rosada, a pesar de los magros resultados obtenidos para el movimiento obrero.
La cúpula cegetista, que nunca superó su déficit de liderazgo, tampoco logra detener el avance del cisma, que día a día se torna más tangible y amenaza con volver a quebrar lo que se reunificó no hace mucho. De hecho, los propios triunviros están divididos y ocupan posiciones encontradas en esta disputa.
En paralelo, aprovechando las ventajas que brinda el escenario, desde la administración Cambiemos apuran los borradores del próximo eslabón de su política laboral: una reforma de las reglas de juego para el mercado de trabajo, incluida una ley de empleo joven, y también una modificación de la normativa previsional. En el PRO lo niegan, pero la oposición y muchos gremios vienen alertando que el propósito del gobierno y sus aliados es flexibilizar y precarizar las garantías de los trabajadores en favor del empresariado, con lo ocurrido en el Brasil de Michel Temer como peligroso antecedente y referencia.
Tras la marcha del 22 de agosto a la Plaza de Mayo, donde la CGT acompañó a las dos CTA y a organizaciones sociales, Mauricio Macri endureció su postura y borró del organigrama a dos hombres del mundo sindical: Luis Scervino se fue de la Superintendencia de Salud y Ezequiel Sabor dejó su cargo de viceministro de Jorge Triaca.
Lo que detonó ese escarmiento fue la convocatoria de Juan Carlos Schmid, el más belicoso de los tres secretarios generales, a un Comité Central Confederal para el 25 de setiembre, con el objetivo de ponerle fecha a un nuevo plan de lucha que contemplaría una huelga general. El malestar en el partido amarillo incluyó la amenaza off the record de forzar a los líderes sindicales a que entreguen sus declaraciones de bienes a la Oficina Anticorrupción, para que el organismo las haga públicas.
Frente a este cuadro de situación, varios dirigentes de peso se enfocaron en frenar las medidas de protesta que impulsan Schmid, Hugo Moyano y su hijo Pablo. La entente para bloquear al camionero –retirado en lo formal de la central de Azopardo pero bien presente en lo concreto– la integran los llamados gremios «gordos» y los sectores que, en general, juegan guiados por las necesidades específicas de sus ramas. La pieza clave fue el «independiente» Andrés Rodríguez, de UPCN, quien había dado su respaldo a la marcha del 22 agosto pero luego buscó tomar distancia de sus pares más críticos. El encargado de convencerlo fue Héctor Daer, de sanidad, quien funge como contracara de Schmid en el comando de la CGT.
Confiados en recomponer las negociaciones con el macrismo, este bando busca volver a montar la mesa de diálogo con la Rosada y aislar a los más radicales. Ante las críticas responden que el moyanismo quiere aplicar el viejo método vandorista de «pegar para negociar». En cambio, ellos planean presentarse ante Macri como interlocutores que logran desinflar una huelga sin más sentido que la pulseada político-electoral. Con Daer y Rodríguez, también están Gerardo Martínez, de la Uocra, y José Luis Lingeri, de Obras Sanitarias, junto a los metalúrgicos de la UOM, entre otros. Además, esperan poder tender puentes con los trasportistas y con el MASA del taxista Omar Viviani  y Sergio Sasia, de la Unión Ferroviaria.
El objetivo final, a fuerza de sumar voluntades, es desactivar el Comité Central, ya sea vaciándolo de contenido, es decir, dejando de lado el llamado a la huelga, o al impedir su realización, esfumando así las palabras de Schmid. En todo caso, será una nueva y gran victoria para los intereses de Balcarce 50.

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