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En un momento complicado por la profundización de la crisis económica y la creciente protesta social, el gobierno nacional avanzó en la búsqueda de fortaleza política mediante el diálogo con los gobernadores y la dirigencia de la CGT.

Canción con todos. Los jefes territoriales sellaron un acuerdo con el Ejecutivo para la devolución escalonada del 15% de la coparticipación. (Presidencia)

 

El macrismo apuró negociaciones políticas con la intención de fortalecer políticamente a su gobierno frente a las protestas que se van incrementando a medida que el esperado resurgimiento económico anunciado para el segundo semestre se hace rogar. Así fue que en un mismo día convocó, en actos separados, a gobernadores y a sindicalistas de la CGT en la Casa Rosada.
La propuesta del 2 de agosto, cuando el ministro del Interior, Rogelio Frigerio, se reunió con jefes de gobierno provinciales para anunciar el compromiso de devolver el 15% de coparticipación federal, fue recibida con beneplácito por cada uno de los presentes, a pesar de que al mismo tiempo los obliga a un pacto de «responsabilidad fiscal» por el que en los próximos tres años se debería reducir a cero el déficit en cada uno de los distritos. Además, y aunque no esté escrito en el texto suscripto, el oficialismo espera colaboración de los senadores que responden a los mandatarios «beneficiados».
Asimismo, en el marco de lo que fuentes oficiales denominaron un «amplio acuerdo de estabilidad», el gobierno también avanzó en el frente gremial. El presidente Mauricio Macri anunció, ante buena parte de la conducción de las tres CGT, la implementación de un nuevo plan de salud integral y la entrega de bonos y dinero en efectivo a las obras sociales sindicales por un total de 29.000 millones de pesos.
Se entiende el gesto, ya que por esos días el papa Francisco había emitido un mensaje destacando el alto nivel de desocupación –en lo que va del año, más de 150.000 personas perdieron su empleo– justo unos días antes de la tradicional celebración del santo patrono del trabajo. «Que en esta fiesta de San Cayetano todos sepamos acompañar a los hermanos que piden por pan y trabajo. Que nunca nos falte trabajo, ese trabajo que nos confiere el Señor y que tanto dignifica», expresó Jorge Bergoglio, y levantó quejas del oficialismo por lo que consideraron una intromisión poco feliz del Vaticano en asuntos mundanos.

 

Voces disonantes
La pregunta era, en ese contexto de seducción oficial, qué harían los dirigentes de la CGT, que se preparan para la unificación que se concretaría el 22 de agosto mediante la conformación de una conducción tripartita. El metalúrgico Antonio Caló resaltó que mientras el kirchnerismo había retaceado el giro para las obras sociales, el macrismo había cumplido con una vieja aspiración sindical. «Tuvimos que esperar 12 años para esto», dijo el líder de la UOM. Pero la suya no fue la última palabra.
La unidad, como diría en un reportaje a Tiempo Argentino el líder del sindicato de trabajadores de estaciones de servicio, Carlos Acuña, no surgió al calor del deseo de limar diferencias entre los sectores ligados a Hugo Moyano, Caló y Luis Barrionuevo. «El mismo gobierno potenció esa unidad –dijo Acuña, cercano a Sergio Massa–, ya que las medidas tomadas son todas a favor de los poderes económicos».
Es así que el viernes 5, en un plenario al que asistieron representantes de 147 gremios afiliados a la CGT, se emitió un documento titulado De mal en peor. Allí se fustiga duramente la política del gobierno: «El tan mentado sinceramiento de la economía se ha reflejado con la peor cara hacia los trabajadores y la gran mayoría de los argentinos», reza el escrito. Detalla luego con cifras y datos las desventuras de una capa importante de la población afectada por la pérdida de valor adquisitivo de su salario, o peor aún, por la pérdida del empleo. «No hay que ser graduado en Harvard o en otra prestigiosa universidad para darse cuenta de que vamos de mal en peor», resume el texto.
Algunos se remontaron al programa de los 26 puntos de Saúl Ubaldini, de 1986, para encontrar un documento tan crítico hacia un gobierno. Otros, quizás más memoriosos, señalaron que hubo documentos más comprometidos, como los programas de La Falda de 1957, de Huerta Grande de 1962 y el del 1º de Mayo de 1968 de la CGT de los Argentinos.

 

Error de cálculo
¿La sangre llegará al río? Si es que desde Balcarce 50 se esperaba que la CGT fuera todavía condescendiente a la espera de ver finalmente una luz al final del túnel, al decir de la vicepresidenta Gabriela Michetti, el documento fue un duro mentís. La oferta de devolverles el dinero de las obras sociales podría haberse pensado como un anzuelo para dominar al sindicalismo cegetista, del mismo modo que en el período anterior lo pudo ser la retención de fondos, pero hubo un error de cálculo.
Puede pensarse que el futuro triunvirato no romperá lanzas con el macrismo, sin embargo, tampoco puede esperarse una pasividad completa ya que la realidad sociopolítica se muestra más dura que las previsiones y la protesta no para de crecer. Para colmo, el ministro de Trabajo, Jorge Triaca, no parece sintonizar con el momento. Y si al documento de la CGT respondió que era una visión exagerada de la situación que se vive en el mundo laboral, su tuit del domingo 7 de agosto no fue precisamente una joya de la diplomacia. «Hoy es San Cayetano. Que Dios nos acompañe cuidando el trabajo de los que lo tienen y abriendo oportunidades para los que lo buscan», publicó, como si la gestión estatal no tuviera ninguna responsabilidad en esa área vital para cualquier sociedad. Acrecentó de ese modo la preocupación que comparten también empresarios pequeños y medianos que ese día acompañaron la multitudinaria marcha desde Liniers hasta Plaza de Mayo, si no presencialmente, desde la desconfianza hacia un gobierno que no ofrece soluciones a los afectados por sus políticas.

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