Política | IDEAS DESTRUCTIVAS

No rompan todo

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Alberto López Girondo

Propuestas y planteos contra conquistas y derechos sociales mediante el fogoneo de situaciones explosivas que generen un estado de shock salen a la luz al calor de la campaña electoral.

Milei. Para el candidato, la moneda nacional es excremento.

Billy Bond pasó a la historia de la música popular argentina como uno de los pioneros del rock nacional, pero todavía se lo recuerda por aquel recital en el Luna Park de octubre de 1972 –últimos meses de la aventura militar iniciada seis años antes– cuando ante la represión policial tan habitual por entonces lanzó un «y bueno, loco, rompan todo». Corrió mucha agua debajo de los puentes y mucha sangre en estas tierras al cabo de esa otra dictadura de la que el país se fue recuperando en estos 40 años para que ahora, una frase similar sirva de argumento para que algunos de aquellos fantasmas vuelvan en boca de quienes reivindican el genocidio o intentan justificarlo para que entre los escombros humeantes vuelvan los de siempre y aquellos años de plomo. La más contundente expresión de negacionismo y reivindicación de la dictadura genocida corrió por cuenta de Victoria Villarruel, candidata a vicepresidenta de La Libertad Avanza. A su juicio, «todo lo que han escuchado en los últimos 40 años de la República Argentina referido a su pasado es falso».
Ejemplos más específicos en otro campo salieron de la boca de Javier Milei, el candidato de La Libertad Avanza, cuando intentó provocar una corrida cambiaria al calificar a la moneda argentina como excremento. La derrotada representante de Juntos por el Cambio (JxC), Patricia Bullrich, no se quedó atrás cuando deseó que la economía explote antes de la segunda vuelta electoral, escandalizando incluso a los periodistas de LN+ que la escuchaban. En abril pasado, el expresidente Mauricio Macri había dicho en una charla ente empresarios en la Rural que «habría que dinamitar todo». Dentro del espacio de JxC se lo acusa ahora de haber detonado la alianza con el radicalismo y la Coalición Cívica al unirse velozmente al libertarianismo de Milei con el argumento de que así se podría derrotar al «populismo» –en cualquiera de sus acepciones de kirchnerismo o peronismo– encarnado en la candidatura de Sergio Massa.
La súbita y reservada reunión en la casa de Macri en Acassuso despertó ácidos cuestionamientos de parte de la cúpula de la UCR, que preside el gobernador jujeño Gerardo Morales, y de la lideresa de la CC, Elisa Carrió. Pero atraviesa a gran parte del electorado que no simpatiza con el Gobierno ni con Massa. Habrá que recordar que la cercanía del exmandatario con Milei no es nueva y ni siquiera fue un secreto como el que envolvió al encuentro de la noche del lunes posterior a la primera ronda electoral para sellar el que se llamó, pomposamente, «Pacto de Acassuso».

Teoría del individualismo extremo
Tampoco conviene dejar de lado cuáles son las influencias que reconocen tanto Macri como Milei. Es decir, de qué fuente abrevan sus líneas ideológicas. Allá por 2007, cuando el fundador del PRO se lanzaba a la primera gestión en el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, era uno de los difusores en Argentina de una escritora nacida en Rusia, pero nacionalizada estadounidense, Ayn Rand. Autora de libros como La rebelión de Atlas y uno que desde el título define como nada su forma de ver el mundo, La virtud del egoísmo. Entre las propuestas de Rand figuran ideas como que «el individuo tiene derecho a existir para sí mismo, sin sacrificarse por los demás ni sacrificando a los demás para sí mismo».

Macri. El expresidente realiza una ronda televisiva para acompañar los planteos libertarios.

Milei, en una de sus últimas intervenciones públicas antes del 22 de octubre, rescató para sus oyentes la figura de Murray Rothbard, un economista estadounidense que, entre otras cosas, definió al Estado como una suerte de mafia que se une para reducir la libertad del individuo y amenaza a la propiedad privada. Promotor del pensamiento de la escuela económica austríaca –ultraliberal– es uno de los teóricos del llamado paleoconservadurismo y el anarcocapitalismo.
Más allá de un análisis de cada uno de estos enfoques, era obvio desde hace mucho que Macri habría de sentirse mucho más cómodo al lado de Milei que de la UCR –a la que se encargó de denostar prolijamente en estos últimos años– habida cuenta de la comunidad de principios entre ambos. «Usted es uno de los grandes genios de todos los tiempos, y estoy orgulloso de que seamos amigos», le escribió Rothbard a Rand en una carta.
Macri suscribe cada uno de los discursos más extremistas de Milei y hasta se siente representado, incluso se diría que en sus exabruptos. Alguien con más preparación en psicología podría hasta agregar que el exjefe de Estado, como el aspirante a serlo, comparten una hostilidad muy fuerte con sus respectivos padres. Pero ese es otro cantar.
Más allá de esas caracterizaciones, la sociedad M&M desató una furia contenida desde hace mucho en JxC. Y si el neoconservadorismo argentino se distingue por su alto contenido antiperonista, en todo caso se puede decir que puso en negro sobre blanco más que antes qué es lo que se juega en el balotaje del 19 de este mes. Así lo entendió un grupo de intelectuales que firmó una solicitada reclamando por el voto por Massa.
«En honor a estas cuatro décadas de encuentros y desencuentros bajo el amparo de la Constitución, vemos con enorme desasosiego la posible llegada al poder de una propuesta que reivindica el terrorismo de Estado y amenaza con quitar y deslegitimar todo lo adquirido para la vida común del pueblo argentino», dice el texto que firman, entre otros, Marta Minujín, Cecilia Roth, Vera Spinetta, Rita Cortese, Leonardo Sbaraglia, Darío Sztajnszrajber, Carlos Altamirano, Pablo Alabarces, Graciela Fernández Meijide, Roberto Gargarella y Hugo Vezzeti. Algunos de ellos difícilmente identificables como peronistas o kirchneristas y mucho menos massistas, pero preocupados por lo que representan Milei y su compañera de fórmula, Villarruel. Un reclamo contra la idea de dinamitar y hacer explotar todo lo que se construye en un país, democracia incluida. Un ruego de que «no rompan todo».

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