24 de julio de 2013
En seis distritos –Ciudad y Provincia de Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba, Mendoza y Entre Ríos–, se pone en juego buena parte
de la suerte electoral del oficialismo y la oposición en las primarias.
Las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO), que se concretarán el 11 de agosto, presentan particularidades que las diferencian sustancialmente de las que se realizaron en 2011. En aquella oportunidad, al tratarse de comicios en los que estaban en juego candidaturas presidenciales, las opciones ofrecían menores dudas. De allí que la alta adhesión a la figura de Cristina Fernández de Kirchner, expresada en una arrasadora votación, fuera determinante para que la instancia de las PASO prefigurara prácticamente el resultado final de los posteriores comicios. Ahora, en cambio, el carácter legislativo de la elección permite anticipar una mayor dispersión del sufragio.
Por otra parte, la aparición en la provincia de Buenos Aires del Frente Renovador Peronista (FRP), liderado por el intendente de Tigre, Sergio Massa, plantea una situación original que complejiza los análisis y genera nuevas preocupaciones tanto en el oficialismo como en la oposición. En efecto, la proclamada intención de esta confluencia de diversas vertientes conservadoras –que pugnan por que tal condición no sea advertible– es instalar una propuesta lo suficientemente híbrida como para atraer a los moderados del justicialismo y también a los adversarios del gobierno que se han hartado de los exabruptos de fuerzas incapaces de construir un proyecto concreto, como se demostró cuando gozaron de una efímera mayoría parlamentaria y ni siquiera pudieron constituir quórum propio salvo en un par de oportunidades.
El massismo pretende ser a la vez un oficialismo crítico, una expresión de la oposición moderada capaz de sostener las políticas sociales y rescatar las medidas que considera positivas del Gobierno, y un espacio no confrontativo, lo que le plantea serias dificultades a futuro, habida cuenta de que los avances registrados en materia social fueron el resultado de una dura pulseada con las corporaciones que utilizaron todos los medios a su alcance con el fin de evitar que fuera afectado el más pequeño de sus privilegios.
La propia composición de las listas evidencia las falencias de esta articulación. En ellas conviven intendentes que acaban de romper con el oficialismo con ex adherentes a Elisa Carrió, como Adrián Pérez, y algunos referentes del Pro. Justamente, esa afinidad con el macrismo –que el Frente Para la Victoria está explotando publicitariamente a través de la consigna «Massa está con Macri»– es uno de los problemas que el FRp deberá superar si pretende pelear mano a mano con el kirchnerismo.
El dilema consiste en que el macrismo constituye un aporte interesante en distritos como Vicente López, nada desdeñable si se considera la debilidad estructural de la flamante fuerza, pero a la vez puede convertirse en un salvavidas de plomo si se tiene en cuenta que un segmento importante del electorado que se pretende capturar coincide en gran medida con las políticas del kirchnerismo y no está dispuesto a convalidar el retorno al neoliberalismo de los 90. Si bien el massismo cuenta con la adhesión de intendentes provenientes del justicialismo en una decena larga de comunas, se le hace necesario cuidar las formas y los aliados, ya que nadie puede asegurar que, salvo en el caso de Massa, logren traccionar la mayoría de los votos que obtuvieron en 2011 con la boleta del FPV.
Enemigos íntimos
Está claro que los renovadores apuestan a postergar cuanto sea posible las definiciones tajantes, con el objetivo de asegurarse los electores de centroderecha y aprovechar que hasta hace poco tiempo formaron parte del oficialismo para cooptar a los kirchneristas menos politizados. Se juegan el todo por el todo por ocupar el primer puesto o el segundo a pocos puntos del FPV. Un mal resultado implicaría con seguridad la huida desordenada de muchos de sus variopintos integrantes, quienes se sumaron a la empresa atraídos por la promesa de gloria. La expectativa de máxima del Frente Renovador es repetir la votación que Francisco De Narváez obtuviera en 2009 y lograr obtener, de este modo, poco más de una docena de bancas en la Cámara de Diputados.
En lo que se refiere al colorido empresario, su indignación ante la aparición de un serio competidor parece haberle hecho perder la cabeza. A la agresividad de la campaña antigubernamental reflejada en la consigna «Ella o vos», ha sumado una virulenta arremetida contra quien le disputa el espacio que creía conquistado. «Massismo es más de lo mismo» y «Massismo es más kirchnerismo» son dos de sus flamantes slogans publicitarios. Si fuera cierto que una porción sustancial de la ciudadanía está cansada de la agresión, el destino político de De Narváez estaría seriamente comprometido, tal como lo auguran las primeras encuestas que han comenzado a circular.
Escenarios
Por el lado del FPV bonaerense, el acento está puesto en lo territorial. De ahí que encabece la lista un joven y exitoso intendente, Martín Insaurralde, de Lomas de Zamora, en condiciones de competir con su coetáneo de Tigre por una franja del electorado que fluctúa en su adhesión al proyecto oficial y es muy sensible a las denuncias de corrupción que fogonean los multimedios opositores. Se estima que el núcleo duro del kirchnerismo bonaerense bordea el 32% y que, en el peor de los escenarios, la votación que se obtendrá superará a la de 2009. Uno de los acontecimientos que movió el amperíme-tro fue la decidida participación en la campaña del gobernador Daniel Scioli, quien, consciente de que el fortalecimiento del massismo atenta contra su proyección política, decidió jugar todas sus cartas a la victoria comicial que, supone, podría alimentar sus chances de constituirse en el heredero «light» de Cristina Fernández.
El panorama en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires no es menos interesante. El Pro necesita de una victoria contundente para ilusionarse con la hoy utópica candidatura presidencial de Macri en 2015. Sin embargo, su casi nula inserción en el resto del país lo está transformando en un partido vecinal. Además, el feroz internismo que atraviesa comienza a convertirse en un obstáculo. Gabriela Michetti, candidata a senadora, no oculta sus diferencias con el resto de los principales dirigentes; Horacio Rodríguez Larreta pugna por colocar a su tropa en los sitios más relevantes; el presidente de Boca Juniors, Daniel Angelici, mientras trata de desentenderse del reciente enfrentamiento armado entre dos sectores de la barra brava de su club, se esfuerza en escalar posiciones; y Diego Santilli se juega la propia secundado por una supuesta «juventud santillista».
Pero lo más relevante en las PASO distritales es el aprovechamiento que la coalición UNEN ha hecho de ellas para dirimir diferencias entre los partidos miembros, que no se centran precisamente en las definiciones ideológicas sino en el peso que cada uno de sus componentes –el radicalismo, la Coalición Cívica y Libres del Sur– pretende tener en la confección de las listas definitivas. Las opciones son cuatro, aunque sólo tres tienen posibilidades ciertas de incidencia: las que encabezan como candidato a senador y a diputado respectivamente, Fernando Solanas y Elisa Carrió; Alfonso Prat Gay y Ricardo Gil Lavedra; y Rodolfo Terragno y Martín Lousteau. La cuarta, de carácter testimonial, está integrada por César Wehbe y Leandro Illia, hijo del ex mandatario radical. Los prematuros sondeos le atribuyen una alta votación a la sumatoria de estas opciones, pero plantean serias dudas acerca de que la coalición consiga retener esos sufragios en octubre.
En tanto, el FPV capitalino redobla su apuesta por Daniel Filmus, quien goza de una buena imagen en la ciudad e irá por la renovación de su banca en el Senado, y postula a Juan Cabandié, a la titular del Instituto del Cine, Liliana Mazure, al dirigente cooperativista Carlos Heller, quien también busca un segundo mandato, y al filósofo Ricardo Forster, en los primeros cuatro lugares de la lista de diputados. Todo indica que disputarán el segundo puesto con la UNEN, con posibilidades ciertas de asegurárselo si, como se supone, la heterogeneidad de esa alianza y sus contradicciones ideológicas le restan adhesiones de aquí a octubre.
Lo cierto es que las PASO son una instancia que las fuerzas participantes utilizarán para instalar a los candidatos y sólo marcan una tendencia provisoria, ya que el denominado voto útil y las
diversas circunstancias que pueden producirse en el lapso de dos meses incidirán probablemente en eventuales reformulaciones y cambios de preferencias. Por ello, tanto el discurso de los diferentes actores como sus recursos publicitarios tendrán otras características a partir del 12 de agosto, cuando se inicie la campaña definitoria.
—Daniel Vilá