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La nueva etapa abierta en la respuesta a la pandemia mostró a los mandatarios de los dos principales distritos del país alineados con el Poder Ejecutivo. Ruidos en la interna opositora y disputas en el Congreso ante el avance de un proyecto de ley clave.

Anuncio. Rodríguez Larreta, Fernández y Kicillof: preocupación por los grandes centros urbanos, moderado alivio en el resto de la Argentina. (NA)

La conferencia de prensa del 8 de mayo en la Quinta de Olivos mostró un acercamiento muy estrecho entre el presidente Alberto Fernández, el jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y el gobernador bonaerense. Una señal no casual de coordinación para anunciar la extensión de la cuarentena: por un lado, era necesario no repetir los anteriores errores de comunicación. Pero también había que responder a las presiones del establishment para apurar una reapertura de la economía que se disfrazó de reclamos por lo que algunos sectores interpretan como un avance del Estado sobre las libertades individuales.
Es cierto que quienes fogonean estas manifestaciones de rebeldía en contra de las medidas sanitarias se expresan a través de las redes sociales. Pero como un mecanismo de relojería, de allí saltan a los medios antioficialistas y luego se potencian al resto de la sociedad. Por eso, tanto Fernández como Axel Kicillof fueron contundentes en puntualizar que el rol que les cabe a los dirigentes en puestos ejecutivos es enfrentar la pandemia de coronavirus y no hay lugar allí para actitudes «irresponsables».
El frente común en los distritos más afectados por los contagios de COVID-19 es inédito y muestra un compromiso que, según todas las encuestas, las mayorías aceptan y apoyan al punto que algunos analistas hablan de «malvinización» de la política argentina. Pero como suele ocurrir, quedan algunos afuera del convite.
Es clave en este entramado el rol que cumple desde el primer día de aislamiento preventivo el alcalde porteño, Horacio Rodríguez Larreta, quien paga costos hacia adentro del PRO y de la coalición Juntos por el Cambio. Lo propio sucede con los mandatarios provinciales socios de esta entente y, más fuertemente, con los intendentes del área metropolitana, donde junto con CABA se concentra un verdadero polvorín que podría estallar si no se coordinan las acciones contra el virus.
Es esperable que los municipios en manos de integrantes del Frente de Todos acompañen a la Casa Rosada y al Gobierno bonaerense. Lo que llama la atención es que personajes clave del arco opositor hagan lo mismo. Un hombre del riñón del macrismo, como Néstor Grindetti, que trabajó en el grupo SOCMA desde 1979 y fue el recaudador de las campañas políticas del expresidente Mauricio Macri, es uno de los más convencidos de que debe caminar junto al Gobierno nacional y al provincial. En la misma línea actúa su par de Mar del Plata, Guillermo Montenegro, exministro de Seguridad porteño. Más aún, Jorge Macri, primo del exmandatario y una de sus espadas a nivel provincial, no dejó dudas en su cuenta de Twitter: «En Vicente López ya recibimos dos nuevos respiradores, entregados por el Gobierno provincial y el nacional. Gracias @Kicillofok y @Alferdez, seguimos trabajando en equipo frente al COVID-19», posteó el intendente.
Claro que en política nada es gratis y así como el oficialismo parece encaminado a «terminar con la grieta», que es uno de los caballitos de batalla del presidente, también aparecen algunos cortocircuitos que enturbian la relación estrecha con el jefe de Gobierno de CABA. De hecho, la vicepresidenta Cristina Fernández apuntó contra Rodríguez Larreta al analizar la denuncia de la jueza Ana María Figueroa sobre presiones durante la gestión macrista. El reclamo de Cristina se refiere a una presunta extorsión a magistrados en la causa por el memorando con Irán que involucra al actual fiscal General de la Ciudad, Juan Bautista Mahiques.

Mesa chica
Dentro de la alianza opositora, en tanto, también hay tela para cortar. Los más aguerridos antiperonistas –la titular del PRO, Patricia Bullrich, o el radical Mario Negri–, cuestionan la actitud de los dirigentes alineados con el oficialismo. En la mesa chica del PRO la centralidad de «Horacio» representa una amenaza para el lugar natural que le destinan a «Mauricio».
La lideresa del Coalición Cívica, Elisa Carrió, puso freno a las críticas contra Rodríguez Larreta. En los últimos días, sin embargo, se despegó un tanto de su socio político para pedir «transparencia» en las contrataciones públicas. El escándalo por la compra de barbijos a precios exorbitantes y la contratación de hoteles a familiares del jefe de Gobierno comprometen el mensaje político que pretende Carrió, retirada temporalmente de la función legislativa pero activa en marcar la cancha en el distrito que considera propio.
La denominada «malvinización», en tanto, llevó a que 135 intendentes bonaerenses mostraran explícitamente su apoyo a la negociación de la deuda provincial que encara el gobernador Kicillof. Días antes, dirigentes sindicales y empresariales habían ido a Olivos a expresarse en esa misma línea sobre la renegociación de la deuda nacional. En ese caso, la voz discordante fue la de la secretaria Legal y Técnica, Vilma Ibarra, quien se quejó de que en la foto no había ninguna mujer.

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