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Recalculando 

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Alberto López Girondo

Superada la sorpresa que causó el resultado de las PASO, Massa, Bullrich y Milei afinan sus estrategias para llegar al balotaje. El debate económico, uno de los ejes centrales.

Con auspicio. Bullrich presentó a su eventual ministro de Economía, Carlos Melconian, impulsado desde la Fundación Mediterránea.

Foto: Daniel Cáceres/NA

A medida que se acerca la hora de la verdad, las estrategias de campaña de cada uno de los tres espacios que quedaron perfilados para un eventual balotaje tuvieron que reciclarse a las apuradas. Se debe recordar que la noche del 13 de agosto fue particularmente sorpresiva para todos: si bien el escenario de tres tercios estaba en los cálculos, nadie veía en el horizonte que la pole position sería para Javier Milei. Una de las más afectadas fue, seguramente, Patricia Bullrich, que descontaba un triunfo importante sobre su rival en la interna de Juntos por el Cambio (JxC), el alcalde porteño Horacio Rodríguez Larreta. Bullrich ya se veía poniéndose la banda presidencial el 10 de diciembre como lideresa de la oposición al kirchnerismo, que parece ser el objetivo instalado como la gran utopía del 2023. Luego de los primeros momentos de incertidumbre, en los que Bullrich fungía como la oposición, tuvieron que barajar y dar de nuevo.
El temperamento corrosivo de la exministra de Seguridad de Mauricio Macri podía haber dado dividendos en JxC, pero ahora ese «modelo cowboy» se muestra representado por Milei, que supera con creces la amenaza de recortes que Bullrich garantizaba con su pasado durante la gestión de Fernando de la Rúa. El líder de La Libertad Avanza incluso no tiene empacho en despotricar contra la justicia social como fuente de todo mal.
Lo que queda claro es que desde el 14 de agosto Milei es la estrella de los medios y hasta su vida sentimental forma parte de la campaña electoral. Son más de 7,1 millones de votos que tienen sus razones para inclinarse por una propuesta que centra gran parte de su discurso en la inestable situación económica, algo que ninguna de las coaliciones mayoritarias pudo resolver en los últimos dos turnos presidenciales. 
Su gran desafío es mantener –cuando no incrementar– ese flujo de votos, algo que no tiene asegurado. Su propuesta de estabilizar la crisis mediante una dolarización parece haber prendido en una parte de la sociedad, a pesar de las dificultades que generaría y de que no tiene el apoyo de la mayoría del empresariado, que aún recuerda lo que significó la convertibilidad; pero de allí se pudo salir.
También en el oficialismo tuvo su impacto la sorpresa de Milei, ya que Sergio Massa aparecía en los sondeos como el ganador individual de la PASO y su esperanza era construir desde allí una candidatura con aspiraciones. Massa casi no circuló por los medios en los primeros días –salvo un reportaje en C5N y otro en Crónica TV para dar sus razones de la devaluación–, pero se mostró discutiendo con los funcionarios del FMI por el desembolso, que en el organismo dejaron –no inocentemente– para después de las PASO. Luego se mostró con el presidente Lula Da Silva en Brasil por un acuerdo para pagar importaciones con yuanes.

Tabla de salvación
Bullrich mostró gruesas fallas a la hora de pretender explicar cómo piensa combatir la inflación, eliminar las restricciones cambiarias y quitar las retenciones, todo al mismo tiempo y sin llegar a un estallido. La supuesta solución que llegó a JxC vino del lado de Carlos Melconian, un siempre aspirante al Ministerio de Economía de cualquier Gobierno. El extitular del Banco Nación del macrismo viene llevando sus planes a todos los espacios políticos –se llegó a reunir con la vicepresidenta Cristina Fernández– y ahora entiende que es su momento, mientras que en JxC lo ven como la tabla de salvación. Bullrich necesita mostrar algún plan que parezca razonable y, además, retener a los votantes de Rodríguez Larreta y los de la Unión Cívica Radical. Menudo desafío luego de haberlos castigado por «blandos».
La apuesta por Melconian no es solo por tratarse de un personaje mediático con verborragia suburbana que tiene presencia en las pantallas desde hace décadas. Detrás de este nativo de la localidad bonaerense de Valentín Alsina hay un conglomerado de empresas nacionales que son las mismas que en su momento apoyaron a Domingo Cavallo.
De hecho, ocupa el mismo cargo que otrora llevó a la fama al mentor de la convertibilidad en el Instituto de Estudios sobre la Realidad Argentina y Latinoamericana (IERAL) de la Fundación Mediterránea, nacida durante la dictadura cívico-militar en la provincia de Córdoba bajo el empuje del empresario Piero Astori. Con solo nombrar los apellidos que se unen detrás del sello se percibe cómo se juegan esas fichas: preside la fundación María Pía Astori, la secundan Marcos Brito y Sergio Oscar Roggio, y ocupan cargos Sebastián Bagó y Adrián Alberto Urquía, por mencionar a algunos.

¿Problema regional?
Por el lado de Milei, a la euforia inicial le siguió una temporada de calma. Quizás cumple así con el teorema del exdiputado Raúl Baglini y ante la posibilidad de un triunfo en octubre su discurso se va haciendo más moderado. Ya dio algunas señales de que sabe que deberá negociar con esa «casta» que afirma despreciar y anunció que su ministro del Interior sería Guillermo Francos, quien cumplió tareas con Cavallo, con Daniel Scioli en el Banco Provincia de Buenos Aires y hasta hace unos días con Alberto Fernández como representante argentino en el BID.
Donde Milei despierta más incertidumbre es en política exterior. Su anuncio de que no mantendría relaciones con «países comunistas» –léase China– y romper con el Mercosur generó la réplica del ministro y candidato Sergio Massa en el Consejo de las Américas. «Si no le vendemos a China ni a Brasil ¿de dónde creen que se pueden sacar los dólares para dolarizar?».
Milei también recibió alfilerazos de Lula da Silva, del presidente colombiano Gustavo Petro y del mexicano Andrés Manuel López Obrador, que advirtieron sobre lo ocurrido con Hitler, que tomó el poder en un contexto de alta inflación y descrédito social y provocó una tragedia. Saben que su llegada a la Casa Rosada crearía una situación insostenible a nivel regional.
Lo que genera también preocupaciones en la clase empresarial, que de buena gana aplaude las reformas laborales y sociales que promete el creador de LLA, es que saben que sus intereses estarían en riesgo ante un escenario como el que ahora avizoran.
Massa, en tanto, no la tiene fácil. Le resulta evidente que el FMI juega para la oposición, cualquiera que sea, y busca todas las alternativas para poder entrar al balotaje. Se siente más cómodo contra Milei, al que le tiró algún centro desde Washington cuando dijo que fue el único que no vapuleó al país en su visita a la sede del organismo tras las PASO: palo para «un exministro de JxC» que habría pedido que bloquearan todo apoyo el Gobierno. En Brasil, Da Silva le recomendó dejar de salir a buscar dólares y enfrascarse en sumar votos. Sus recorridas por el interior del país y sus encuentros con gobernadores y dirigentes políticos afines apuntan a eso.

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