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Reclamo federal

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Demián Verduga

Con el paso de la motosierra sobre los recursos provinciales, Milei puso en tensión un vínculo hasta ahora indispensable para su gestión. Pedido unánime de reposición de los fondos recortados.

Consenso. Con asistencia casi perfecta, solo faltó el correntino, los gobernadores se reunieron el 3 de junio pasado en el CFI.

Foto: NA

El proverbio chino de La gota en la roca sostiene que una partícula de agua termina perforando el concreto no por su fuerza sino por su constancia. Hay otra frase que se podría citar. La escribió Jorge Luis Borges en su poema «Buenos Aires»: «No nos une el amor sino el espanto». Ambas aplican para describir el devenir de la relación del presidente Javier Milei con los gobernadores de 23 provincias, más el jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Qué otra cosa sino el espanto puede unir en una causa a dirigentes políticos tan disímiles como Rogelio Frigerio, Axel Kicillof, Gildo Insfrán y Jorge Macri. Es lo que logró Milei. La gota en la roca la estuvo poniendo el propio presidente durante estos 18 meses de gobierno y fue el uso y abuso de la motosierra sobre los recursos de los estados provinciales.

Chequera y látigo
Cuando ganó la elección de noviembre de 2023 ya estaba claro que Milei sería un presidente débil en el Congreso Nacional. Tenía 39 diputados propios, sobre 257, y 7 senadores sobre 72. Su alianza –tironeada y tensa– con Mauricio Macri le sumó 35 diputados y de esa forma logró, con lo justo, sostener los vetos que utilizó cuando se aprobaron leyes contra el ajuste.

Sin embargo, los dos instrumentos legales con los que está gobernando los consiguió gracias al soporte que le dieron la mayoría de los gobernadores de la Argentina. Sin ese respaldo, la Ley Bases y el Decreto 7023 no estarían activos y el soporte jurídico con el que Milei está produciendo un ajuste salvaje no existiría.

Fuera de este esquema quedaron solamente los peronistas que decidieron ser oposición: Axel Kicllof (Buenos Aires), Gildo Insfrán (Formosa), Ricardo Quintela (La Rioja), Sergio Ziliotto (La Pampa) y, con matices, Gustavo Melella (Tierra del Fuego) y Gerardo Zamora (Santiago del Estero).

El método utilizado para conseguir este respaldo del resto de los mandatarios provinciales es un clásico: chequera y látigo. O palo y zanahoria. No es un invento de Milei. Todos los presidentes de los últimos 42 años lo utilizaron, con mayor o menor sutileza. Lo que sí mostró Milei es hasta qué punto ese instrumento de gobernabilidad es tan importante como tener un respaldo robusto en el Congreso Nacional.

Hay otro elemento para destacar. Detrás de la posición de ciertos gobernadores está la situación electoral. En Córdoba, por ejemplo, Milei obtuvo en el balotaje de 2023 el 74% de los votos frente a 25% de Sergio Massa. Una porción importante de los cordobeses que en las elecciones locales había votado por Martín Llaryora para gobernador lo hicieron por Milei en la presidencial. Es decir, hay mucho votante compartido. Eso también le puso limitaciones a ciertos mandatarios provinciales que no querían ponerse en la vereda de enfrente de una parte de su base electoral. Se suma el paso de baile clásico de cierto tipo de dirigente político –no de todos– que se adapta a lo que considera el «clima de época». Lo hizo de manera desembozada el tucumano Osvaldo Jaldo, que al día siguiente de la asunción de Milei anunció un recorte de empleados públicos en su provincia, como un chico sentado en el fondo del aula que levanta la mano para que la maestra lo tenga en cuenta.

En su mejor momento, Milei aprovechó esta posición de los gobernadores para hacerlos firmar –el 9 de julio de 2024– el Pacto de Mayo, con el compromiso de avanzar en una reforma laboral, entre otros puntos. Milei ocupaba entonces el centro de la escena y marcaba el paso hasta que la música empezó a desentonar y los otros bailarines dejaron de acompañar. ¿Por qué?

Sin caramelos
Un elemento central del resquebrajamiento del respaldo de la mayoría de los gobernadores a Milei es que la lógica del látigo y la chequera necesita que, cada tanto, se reparta un caramelo para que el juego tenga sentido. Milei llevó el ajuste sobre las provincias al punto en el que cada vez son más los gobernadores que sienten que no tienen mucho para perder si se enfrentan al presidente. Es lo que pasa cuando se «acelera en las curvas», como le gusta decir al presidente, que se jacta de ser un supuesto temerario.

Otros tiempos. Milei logró que 18 mandatarios suscriban el Pacto de Mayo el año pasado.

Fotos: argentina.gob.ar

El ajuste en las provincias llega de varias maneras. Milei suspendió por completo la obra pública nacional. Esas obras -obviamente- se hacen en las distintas provincias. Les quitó el fondo de incentivo docente, que en muchos casos garantizaba un piso salarial para los maestros. Esos recursos ahora tienen que salir de otro lado o los mandatarios provinciales deben convivir con un conflicto social y sindical que va en aumento. Los gobernadores comienzan a pagar costos políticos por aceptar en silencio la motosierra de la Casa Rosada. El malestar por la falta de recursos, por las rutas rotas, por la falta de gas en pleno invierno, los arrastra. La población los empieza a responsabilizar también a ellos por las carencias.

El otro punto que está haciendo que el piso de gobernabilidad de Milei se mueva es político. Entre los acuerdos que el asesor estrella del presidente Santiago Caputo había hecho con los gobernadores amigos estaba que en las elecciones locales La Libertad Avanza no armaría lista propia, se sumaría a una coalición con la fuerza del gobernador. Fue lo que ocurrió en Chaco, por ejemplo. Pero lejos de ser una regla fue la excepción.

La situación de Corrientes –que elige gobernador este año– es la opuesta. Luego de meses de negociaciones que naufragaron, el 1 de julio se inscribieron las alianzas y el actual mandatario Gustavo Valdés irá con su propia lista tratando de imponer a su hermano Juan Pablo, mientras la Libertad Avanza llevará a Lisandro Almirón. El peronismo, por su parte, impulsa a Martín Ascúa y los hermanos Colombi llevan su propia lista. En Mendoza, Córdoba, Tucumán, y varias provincias más, sucede lo mismo.

La hermana del presidente, Karina Milei, y Eduardo «Lule» Menem, sobrino del expresidente Carlos Menem, son los encargados del armado del mileismo en todo el país. En la mayoría de los terruños están impulsando listas propias. Están compitiendo contra los gobernadores. Esto agita la interna de la Rosada entre Santiago Caputo y la hermanísima del presidente.

La suma de estos dos factores, uno económico y el otro político, es la que hace temblar el piso sobre el que se apoyó la gobernabilidad de Milei en estos primeros 18 meses de su mandato. Es lo que está detrás del nuevo impulso que tomó en el Congreso el proyecto para aumentar las jubilaciones y la iniciativa que coparticipa lo que se recauda en todo el país por el impuesto a los combustibles, además del reparto de los ATN (Aportes del Tesoro Nacional) que no se usan.

Ese proyecto contiene un dato inédito: cuenta con el respaldo de todos los mandatarios provinciales y del jefe porteño. Quizás, Milei tiró demasiado de la cuerda.

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