Política | INTERNAS A LA DERECHA

Según el cristal con que se mire

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Alberto López Girondo

La Libertad Avanza no logra acordar con el PRO en la provincia de Buenos Aires y sus referentes cruzan acusaciones con el expresidente Macri, mientras Kristalina Georgieva actúa como jefa de campaña libertaria.

Injerencia. «Es muy importante que no se descarrile la voluntad de cambio», opinó Georgieva desde Washington.

Foto: @KGeorgieva

En una semana de duelo por la muerte del papa argentino, que dejó como legado un intento de avanzar hacia sociedades más justas y que abracen al desamparado –lo contario del paleolibertarianismo en boga–, la política vernácula logró bajar decibeles en su confrontamiento en el Parlamento, pero no llegó a calmar las aguas en la feroz interna entre el PRO y La Libertad Avanza a nivel bonaerense. Al mismo tiempo, se produjo la impertinente intromisión de la directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Kistalina Georgieva, en los asuntos internos argentinos, al reclamar no solo que los ciudadanos «voten bien» en octubre, sino que la dirigencia no se tuerza del rumbo económico que se digita desde el edificio del 700 de la Calle 19 de Washington DC. Una injerencia prontamente rechazada por las fuerzas opositoras, pero con el mismo énfasis silenciada por las derechas locales.

El impasse por la muerte de Jorge Bergoglio llevó a que muchos espacios que habían fustigado los ejes de su papado descubrieran la trascendencia de su paso por la Santa Sede. Tanto que el presidente Javier Milei se deshizo en elogios y se sumó a la lista de mandatarios que irían a su funeral.

Pero la calma beatífica de la política nacional se vio trastocada por la visita del fundador del PRO a Mar del Plata el miércoles. O para ser más claros, por lo que dijo Mauricio Macri en la conferencia de prensa posterior al encuentro con el intendente Guillermo Montenegro y el diputado nacional Cristian Ritondo, dos que vienen coqueteando con LLA.

Allí, respondiendo sobre posibles acuerdos a nivel bonaerense, el expresidente dijo que había que limar asperezas para juntarse y derrotar al peronismo en el distrito más grande del país. Pero en un contexto en que la discusión clave es si habrá una alianza ultraconservadora o el mileismo se saldrá con la suya y seguirá sumando acólitos salidos del macrismo, lanzó: «Los dirigentes que tenían precio ya fueron comprados. Los que quedamos no tenemos precio. Tenemos valores». Así lo posteó en su cuenta de X Fernando de Andreis, secretario de la presidencia durante la gestión macrista.

La andanada de críticas contra Macri desde el oficialismo solo fue opacada por la defensa propia de quienes se sintieron aludidos, entre ellos el intendente de Tres de Febrero, Diego Valenzuela, quien había anunciado en marzo su conversión libertaria y ahora creyó oportuno sumar en su favor a Patricia Bullrich. El que se plantó especialmente ácido fue el presidente Javier Milei, que aprovechó una intempestiva visita al estudio de tevé donde entrevistaban a un referente del anarcocapitalismo, el español Jesús Huerta de Soto, y preguntado por el reto de Macri, lo azuzó: «Que traiga la factura y la muestre».

Lo que despertó decenas de respuestas, jocosas algunas, corrosivas las más. Como que ese tipo de intercambios sería más difícil de rastrear que su intervención en la criptoestafa $Libra, o que los periodistas a los que acusa de ensobrados le deberían pedir, a su vez, que muestre las facturas. Otro caso fue el de la cuenta macrista PRO Virtual, que fue bajada de la red X tras publicar una factura de un presunto pago del INCAA a una empresa ligada a un hijo de Valenzuela.


La gran batalla
Una división en la provincia de Buenos Aires entre los dos sectores que, juntos, tendrían más chances de ganar el comicio es preocupante para las élites locales vinculadas al proyecto de Milei, para el FMI y también para la administración de Donald Trump, que la semana anterior envió a su secretario del Tesoro, Scott Bessent, en un intento por calmar los mercados el lunes 14 de abril, el primer día del nuevo esquema monetario. El mismo funcionario, ya en Washington, dijo el martes pasado que en caso de un shock externo se dispondría de un crédito especial del Gobierno estadounidense preveniente del Fondo de Estabilización Cambiaria (ESF en inglés). Eso sí, en esas dos ocasiones afirmó que las «mileinomics» están funcionando y que serán la salvación de la Argentina.

La frutilla de este postre tóxico vendría el jueves 24, cuando en la Asamblea de Primavera del FMI y el Banco Mundial que se desarrolló en la capital estadounidense, tras deshacerse también en elogios sobre la consistencia del plan que lleva a cabo el Gobierno de Milei e insistir en que «esta vez será diferente», la titular del FMI dijo: «El país se dirige a elecciones en octubre. Es muy importante que no se descarrile la voluntad de cambio. Hasta ahora, no vemos que ese riesgo se esté materializando, pero insto a Argentina a que mantenga el rumbo».

Uno de los que más se indignó ante esta frase fue el ex ministro de Economía, Martín Guzmán, quien negoció con Georgieva en 2021 por el crédito que el organismo le había entregado en 2018 al Gobierno de Macri, «para que no volviera el peronismo», como reconoció Mauricio Claver Carone, que en la anterior presidencia de Trump se encargó de aceitar aquel grosero empréstito.

La lista de cuestionamientos a esta frase desafortunada de la economista búlgara incluyó al PJ y al mandatario bonaerense, a esta altura el representante más irritativo para el programa, tanto del FMI como de las élites locales, que tienen en ese vetusto organismo al garante de su propia permanencia como clase dominante.

Kicillof recordó aquella vieja disputa de hace 80 años entre el embajador estadounidense Spruille Braden, que llamaba descaradamente a votar contra Juan Domingo Perón.

Quizás por ese revuelo que armaron sus palabras, y en un intento por salirse de un posible eslogan de campaña («FMI o Patria», como propuso el mandatario provincial) la directiva dijo el viernes que sus palabras iban dirigidas al Gobierno, ya que «muy a menudo, antes de las elecciones, los Gobiernos debilitan su determinación de hacer reformas».

La experiencia del FMI con Macri y con Luis Caputo es como haberse quemado con leche. Y en el FMI deben de estar viendo vacas, porque tantos halagos y tantas palmadas a la Casa Rosada levantan sospechas.

Este viernes, también, Georgieva se reunió con el ministro de Economía griego, Kyriakos Pierrakakis y subió a sus redes la maravilla actual del país helénico. «Grecia ha logrado avances notables en la reducción de la deuda pública, gracias a la continua prudencia fiscal, a la vez que mantiene un sólido crecimiento económico».

Hace diez años Grecia fue noticia por el brutal ajuste promovido por el FMI y las instituciones europeas, la llamada «troika». En 2015, hubo un fenomenal apriete al Gobierno de centroizquierda de Alexis Tsipras para hacer ajustes en pensiones, sueldos y salud que el ministro de Economía, Yanis Varoufakis, repudió. Hubo un referéndum que rechazó esos planes abrumadoramente, pero la troika no le dio entidad a la voluntad popular, Varoufakis se tuvo que ir, y el propio Tsipras terminó aplicando hasta un 60% de recorte en las pensiones sobre los valores de 2010, hubo miles de despidos en la función pública y un aumento de la pobreza acorde con esos tajos de motosierra. Actualmente, Grecia es el segundo país más pobre de Europa, apenas detrás de Bulgaria, la patria de nacimiento de Georgieva, y su economía aún está un 20% debajo de los niveles de 2007. Difícil no pensar que a eso iba el posteo de la directora del FMI.

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