Política

Trama bonaerense

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La gobernadora debe enfrentar focos de resistencia entre los uniformados mientras recibe cuestionamientos de su socia más complicada, Elisa Carrió. Busca acercarse a peronistas disidentes al tiempo que recibe quejas de dirigentes del radicalismo.

Socios. El radical Daniel Salvador y Vidal, fórmula ganadora que ahora cruje por la interna. (Télam)

 

María Eugenia Vidal enfrenta en 2017 un comicio clave para su gestión y la del presidente Mauricio Macri. Si bien en los números el plazo puede parecer una enormidad, un complicado frente interno y la certeza de que Buenos Aires es un distrito fundamental para la gobernabilidad marcan la agenda del oficialismo provincial, y tanto en Cambiemos como en la oposición ya miden fuerzas y reparten las cartas para este nuevo desafío.
La gobernadora ganó en forma inesperada en octubre pasado y le birló al justicialismo un récord de 28 años sucesivos en el poder. El ciclo fue iniciado por Antonio Cafiero en 1987 cuando averió seriamente las posibilidades de la UCR y afectó de ese modo la estabilidad política de Raúl Alfonsín, que desde entonces sufrió el acoso de los mercados. El otro antecedente que cuenta es el de Fernando de la Rúa, que quedó muy debilitado después de perder las elecciones de medio término. En este contexto se interpretaron las palabras del exintendente de La Matanza, Fernando Espinosa, cuando sostuvo en un encuentro partidario que «si explota el Conurbano, salta Mauricio Macri y a la gobernadora le va a costar».
Los popes del PRO reconocieron entonces que estudian planes para contener el descontento social creado por la nueva política económica nacional. Una de esas medidas es reflotar el Fondo de Reparación Histórica que permitió al exgobernador Eduardo Duhalde crecer políticamente luego de dejar la vicepresidencia.
La tan espectacular como sospechosa fuga de los detenidos por el triple crimen de General Rodríguez les indicó a Vidal y a su ministro de Seguridad, Cristian Ritondo, a días de asumir, que con la policía
y el sistema penitenciario las tendrían particularmente difíciles. Por estas semanas, la diputada Elisa Carrió tiró otra brasa ardiente al criticar la presencia del comisario Pablo Alberto Bressi al frente de la Bonaerense.
En una carta abierta, la impulsora de Cambiemos abundó en los motivos que para ella la obligan a ventilar esas cuestiones que bien podrían haber sido expuestas en la intimidad. «Parte de la Policía no creo que esté jugando para la gobernadora, hay algunos lugares donde los problemas de seguridad son graves, como puede ser el caso de Lanús, y coincido en que la relación Bressi, (Hugo) Matzkin (ex jefe de policía) y (Alejandro) Granados (ex ministro de Seguridad bonaerense) son la continuidad» de lo que la diputada chaqueña quisiera modificar, según su carta.
Los reproches de Carrió a Bressi se fueron haciendo más corrosivos. «Lamentablemente en la Provincia tienen a uno de los cómplices del narcotráfico, que es Bressi», había lanzado Carrió desde una radio. Fue unos meses después de sus graves acusaciones contra el jefe de la Policía Federal, Román di Santo, a quien sindicaba como uno de los federales que encabezaba una ola de resistencia al traspaso a la Metropolitana.
Vidal le respondió a su socia electoral que si tiene pruebas de la relación de Bressi con el tráfico de narcóticos que las presente, y desde Seguridad agregaron que el nombre del uniformado surgió de recomendaciones de varios organismos internacionales, entre ellos la DEA, la agencia estadounidense creada para combatir ese delito. El exgobernador Felipe Solá, incluso, dijo que ya les había advertido sobre el comisario, al que había sancionado en alguna oportunidad por un caso de cohecho. «Me dijeron que se los había pedido la DEA», se desmarcó.
Vidal necesita tranquilizar el ala política de su alianza y calmar aguas en la oposición. La incursión de Carrió se explica por su voluntad de «bajar a la provincia» para candidatearse. Según algunas encuestas tiene buena imagen en los distritos que rodean a la Ciudad Autónoma, y por eso ingresó en un juego
que siempre le dio resultado. En este terreno compite ahora con Margarita Stolbizer, que también proviene del riñón radical aunque cada día está más cerca del peronista Sergio Massa.
Vidal, mientras tanto, seduce a dirigentes justicialistas como el intendente ma­ssista de San Miguel, Joaquín de la Torre, a quien le dio un ministerio. Esto generó las quejas de los radicales, que apoyaron y «pusieron territorio» para el triunfo de octubre y ven que se les escapan los cargos. «No consultan al tomar decisiones de gobierno. Tampoco al sumar nuevos aliados (incluso del FPV). ¡Deberán entender cómo funciona un frente!», protestó Ricardo Alfonsín en un tuit.
A la joven gobernadora, las primeras experiencias le indican que no es fácil lidiar con las fuerzas de seguridad y que, además, en política la sábana es corta, y si para taparse llama a peronistas, puede dejar a la intemperie a los radicales. Y se lo harán saber.

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