14 de mayo de 2025
Tras modificar la ley nacional que protegía obras públicas como estas, el Gobierno avanza en la idea de privatizar los complejos hoteleros de Chapadmalal y Embalse, íconos del bienestar popular.

Chapadmalal. Tiene capacidad para 5.500 huéspedes. Son 9 hoteles y 19 bungalows, más cine-teatro, capilla, confitería bailable y centros de recreación infantil.
Foto: argentina.gob.ar
El desguace de los centros hoteleros de Chapadmalal en la provincia de Buenos Aires y de Embalse en las sierras de Calamuchita, Córdoba, que, durante más de siete décadas recibieron a las franjas de población ajenas a la posibilidad de vacacionar, comenzó hace más de un año.
Emblemas del turismo social, las unidades fundadas durante el primer Gobierno de Perón son un vestigio más del desmantelamiento estatal decretado por parte de la gestión Milei. Con una capacidad máxima de 5.500 huéspedes, la Unidad Turística de Chapadmalal se conforma por 9 hoteles y 19 bungalows. El extenso sector residencial se completa con un centro administrativo y otro asistencial, un cine-teatro, una capilla, una confitería bailable, galerías comerciales y centros de recreación infantil. Embalse cuenta, por su parte, con 7 hoteles y 50 casas con una capacidad cercana a las 3.000 plazas y edificios administrativos complementarios, polideportivo, piletas, paradores en la playa, confitería y museo. Tanto uno como otro destino están emplazados en un marco de naturaleza que permite el disfrute del entorno.
Formalizada en la declaración de «innecesariedad» de los complejos, según lo establecido por el Decreto Nº2670/2015, la medida encendió las alarmas: el texto habilita su disposición para otros fines y promueve el retiro del personal o su reubicación. Los complejos pasaron a estar bajo la órbita de la Agencia de Administración de Bienes del Estado (AABE), organismo encargado de decidir cuál será su destino final. En un contexto de incertidumbre, muchos creen que es el fin de una era.
Desde el Gobierno nacional justifican el traspaso ante la situación de emergencia pública en materia administrativa, económica y financiera dispuesta por la Ley Bases. Lo cierto es que el pase de los hoteles a la AABE implica el paso previo para la venta de los inmuebles o la concesión de los predios. Ubicados en tierras expropiadas y declaradas patrimonio histórico cultural, las unidades de Chapadmalal y Embalse quedan a merced de la transición al sector privado.
El destino aún es incierto, pero la alternativa que pareciera tomar peso sugiere que una firma hotelera dispondrá del manejo de los centros a su gusto. «No va a terminar el turismo social, se está trabajando en un plan de readecuación para hacer a las unidades turísticas más autosuficientes», había dicho Daniel Scioli, secretario de Turismo, Ambiente y Deportes de la Nación un año atrás cuando se oyeron las primeras versiones de cierre. Pero todo indica que las palabras de Scioli, el mismo que, en 2003 dio el aval a la inauguración del museo Eva Perón, no resistirán el archivo.
Desde el Ejecutivo se esgrimió, además, otra razón, el alerta de la Federación Empresaria Hotelera Gastronómica de la República Argentina (Fehgra), que agrupa a los empresarios turísticos del país, y su preocupación por la competencia que generarían. «Esto nunca compitió y en la actualidad tampoco lo hace con el resto de la oferta de hotelería, por baja que sea», señala Marcela Ferrari, investigadora principal del Conicet.
En tanto, desde la provincia de Buenos Aires, el Ministerio de Producción solicitó el traspaso a su órbita del complejo turístico de Chapadmalal. Así lo anunció el titular de la cartera, Augusto Costa, en una asamblea del Consejo Provincial de Turismo. «Hemos solicitado formalmente a Nación la transferencia de los predios de Chapadmalal, un ícono del turismo social, para proteger un patrimonio histórico y seguir desarrollando políticas públicas de inclusión e igualdad», planteó Costa en el encuentro realizado en La Plata.

Embalse. La unidad turística se compone de 7 hoteles y 50 casas con una capacidad cercana a las 3.000 plazas, polideportivo, piletas, confitería y museo.
Foto: argentina.gob.ar
Ferrari dirigió hasta diciembre de 2024 el Proyecto ImpaCT.AR del Instituto de Humanidades y Ciencias Sociales, unidad ejecutora de doble dependencia entre el Conicet y la Universidad Nacional de Mar del Plata. «Para presentarte a usufructuar una de las plazas del complejo, hay que hacer un pedido y la entidad que lo administra lleva a cabo una selección muy cuidadosa para quienes, de otra manera, no podrían acceder al turismo, o sea, los de más bajos recursos –dice la investigadora–. Este argumento de que la cámara hotelera se ve perjudicada por la existencia del turismo social hay que descartarlo, es totalmente falaz. Podemos pensar que los trabajadores despedidos conseguirán otros puestos de trabajo, pero el turismo social no se recupera más. Estas medidas intentan, además, borrar la memoria del turismo social», precisa.
Inaugurado en enero de 2003 a instancias de los trabajadores del complejo Chapadmalal y con Silvia Daria a la cabeza del proyecto, el museo Eva Perón alberga el patrimonio material de los bienes provistos por la Fundación de «la abanderada de los humildes». Y en ese patrimonio, material pero también inmaterial y simbólico, es donde la historiadora Ferrari encuentra puntos de conexión: «Respecto de los objetos materiales del complejo, hay acomodados en distintas salas y en un pabellón del hotel 5, todo un mobiliario que te habla de la vida cotidiana del museo; un conmutador, una sala de servicio médico, porque las personas que iban a la colonia accedían a atención médica y odontológica, y los objetos… ves la vajilla que se utilizaba, de muy buena calidad –repasa Ferrari–. El turismo fue pensado entre otras razones para que quienes visitaran estos espacios tuvieran acceso a un modo de vida al que pudieran aspirar; brindarles una necesidad de aspiración a determinados lugares y condiciones. El colectivo (quedó solo uno, de varios que permanecían expuestos) destinado a transportar los pasajeros desde la estación de tren hasta el complejo y llevarlos a algunas excursiones; micros que también eran usados para llevar los niños de los trabajadores de los complejos a las escuelas; o sea, toda una función social. Y alrededor del complejo se fundó la ciudad, porque hubo demanda de servicios».
La historiadora advierte también que «se dice que los bienes del museo serían pasados a Provincia y llevados a la quinta de San Vicente. Eso significaría desvirtuar por completo el sentido del museo, que es un museo de sitio, destinado a preservar los bienes materiales e inmateriales donde transcurrió determinada historia; sacarlos del sitio de Chapadmalal es desvirtuarlo completamente –añade Ferrari–. Esto afecta la vida y no solamente la memoria de la gente que habita Chapadmalal, y no podemos dejar de pensar que esté ligado a la decisión de transformar las dependencias o transferirlas desde el sector público al privado. Pero al margen, no hay muchos ejemplos de complejos como este dedicados al turismo social en el mundo. En el caso de Chapadamalal, creado para que los trabajadores de la Patria, de donde fueran, pudieran conocer el mar; para que generaciones de gente trabajadora pudieran acceder a ese derecho», señala Ferrari.
Todo indicaría que la gestión Milei marcará el fin del turismo social. Sobrevuelan la incertidumbre, la desazón y el vínculo de ciertos poderes de turno de negociar con los privados en desmedro de una política de bienestar social que garantizaba el derecho al descanso para los sectores más postergados.