13 de abril de 2023
Las elecciones presidenciales de este año reabren el debate acerca del rol que puede jugar la Argentina en el marco de la disputa global por la hegemonía militar y económica.
Visita. La jefa del Comando Sur estadounidense, Laura Richardson, con el minsitro de Defensa, Jorge Taiana.
Foto: Télam
Que el mundo está en un acelerado proceso de cambios geopolíticos es innegable. Y que en Ucrania se juega el futuro de la configuración del siglo XXI tampoco. La moneda está en el aire, pero el multipolarismo ya es una realidad y en ese escenario, con las elecciones argentinas en el horizonte, el papel que jugará el país también es clave. Datos a tener en cuenta: el crédito del Fondo Monetario Internacional (FMI) al Gobierno de Cambiemos –que incluso en la gestión de Donald Trump reconocieron que era para apoyar a Mauricio Macri como socio en su embestida contra Venezuela– es una atadura que condiciona cualquier política económica y exterior. Las frecuentes visitas de la jefa del Comando Sur, Laura Richardson, y otros altos dignatarios del actual Gobierno de Estados Unidos son también un llamado de atención, si se tiene en cuenta la ofensiva antichina de la Casa Blanca y el mensaje explícito de la generala por los recursos naturales de la región.
En ese contexto, ni bien las tropas rusas cruzaron la frontera en 2022, los diputados del PRO Waldo Wolff y Gerardo Milman promovieron un viaje a Varsovia, capital de Polonia, para «ponerle el cuerpo a la paz» en Ucrania y contra Rusia.
En tanto, a principios de este mes, en otra conmemoración de la gesta de Malvinas, volvieron a aparecer voces que postulan no ya la inconveniencia de reclamar por la soberanía sino incluso cuestionan los derechos que le caben a la Nación en esos territorios. En este embrollo, a aquel viejo inventario sobre la decadencia argentina centrada en los 80 años de populismo, se le agrega que ese período coincide con la postura argentina en la Segunda Guerra Mundial que, entienden estos sectores de la derecha, condenó al país por no haber secundado a las potencias aliadas en contra de la Alemania nazi desde el primer día.
Para Eric Calcagno, exembajador en Francia y ex senador, no hay dudas de que Argentina debe respetar su vieja tradición de neutralidad, posición que se mantuvo en las dos guerras mundiales –en ambos casos decididas por gobiernos conservadores– «y que potenció Arturo Illia al no haber aceptado participar en la invasión a República Dominicana» en 1965.
Por su parte, Juan Tokatlian, vicerrector de la Universidad Di Tella y master en Relaciones Internacionales por la Universidad Johns Hopkins, señala que «resulta difícil pensar que tenga algún dividendo para cualquier gobierno que surja en diciembre alinearse estrictamente con Occidente o ir a un hiperoccidentalismo», y se explica: «Ocho de cada diez dólares de exportación argentina en 2022 fueron a países no occidentales», y para más claridad, con India hoy día el comercio es cuatro veces superior al que se realiza con Francia.
Fuentes de las Fuerzas Armadas, por otro lado, informan que hay un sector importante –aunque silenciado– que se mostraría mucho más dispuesto a sostener decididamente a Rusia y a los países del grupo BRICS (que integran además Brasil, India, China y Sudáfrica) con un sencillo argumento: «Ellos apoyan nuestra soberanía en Malvinas y del otro lado están el Reino Unido y la OTAN, que tiene una base militar en nuestras islas». De todas maneras, la cuestión Malvinas no parecería que vaya a integrar el eje de ninguna campaña. Así lo entiende Tokatlian. «En otra circunstancia la decisión del Gobierno de haber dado por finiquitado el acuerdo Foradori-Duncan hubiera despertado debates, artículos de prensa, comentarios, pronunciamientos de varios partidos en la línea de alguno de sus líderes que se han manifestado con un relativo desdén frente al tema o con el convencimiento de que es un reclamo innecesario. No sucedió nada de eso. El tema se cerró a los dos días», deduce.
Calcagno, a todo esto, recuerda las consecuencias de una sociedad plena –«relaciones carnales» se las llamó en los 90– con Estados Unidos. «La vez que intervenimos en una guerra en la que no teníamos nada que ver, como fue la del Golfo (1990), importamos problemas, como los atentados a la embajada de Israel y la Amia». Y completa: «Apoyar a EE.UU. no nos deparó la prosperidad. Eso es algo fáctico».
El problema más grave es cómo encontrar resquicios para esquivar las ataduras a que obliga el FMI, donde la posición de Washington es determinante. Es que, si bien del organismo forman parte todos los países del BRICS, con solo el voto contrario de EE.UU. se puede bloquear cualquier acuerdo. Aunque es cierto que la influencia de ese país mermó. De las sanciones contra Rusia dictadas junto con los países europeos no participan más de 40 naciones sobre 193 que integran la ONU. «América Latina nunca ha tenido una tradición de respaldar sanciones económicas y en este caso ha actuado como lo hizo históricamente», detalla Tokatlian. Tampoco se sumó el Sur Global.
Otra posibilidad sería que en vista de que China e India ya tienen envergadura como para discutir el rol de cada uno en el Fondo, se cambien las reglas de juego. «EE.UU. no quiere que se revean las cuotas de votos porque perdería su posición dominante –reseña Calcagno– por eso no solo hay que pedir que se actualice sino abrir otras oportunidades, otras ventanas, como la de los BRICS, donde los métodos de financiamiento y comercio son distintos y se realizará en otras monedas que no son el dólar».
La cuestión es si la dirigencia que asuma el 10 de diciembre estará a la altura de estos tiempos complejos.
Creo que la salida soberana pasa por el BRICS, donde obtener financiamiento e intercambio comercial seran más favorables a la posición argentina, contrario sensu a lo que ocurrirá si en el largo plazo seguimos obligados a formar parte de una alianza con los EEUU y Otan, a las claras dependentista en los económico y de imposible manejo en lo politico y social, habida cuenta del rendimiento de cuentas permanente y de la falta de independencia a la que someten nuestras decisiones soberana. Creo que el globalismo multipolar abre un nuevo escenario de posicionamiento geoesteateguco que no se puede desaprovechar. Brasil lo está transitando, y solo falta decisión política para adherir a un modelo sustitutivo integral de desarrollo que nos favorezca de una vez por todas.