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Nuevo escenario

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Damián Verduga

Producto del acercamiento táctico entre peronismo y radicalismo, el Gobierno sufrió duras derrotas parlamentarias en temas estratégicos. Signos de desgaste y pérdida de poder.

100.000 millones. Con 156 votos afirmativos, Diputados rechazó el presupuesto exorbitante que Milei pretendía para la SIDE.

Foto: DiputadosAr

El escenario político tuvo un giro. En el mediano plazo podría desembocar en una modificación en las relaciones de fuerza que ponga al Gobierno de Javier Milei contra las cuerdas. Hubo tres días fatídicos para el oficialismo en el Congreso Nacional. Se apilaron las derrotas en temas estratégicos.

Detrás de esta situación emerge un acercamiento entre los dos partidos históricos de la Argentina, el peronismo y la Unión Cívica Radical. Eso que la extrema derecha llamaría «la casta». Por su longevidad, estas dos grandes fuerzas tienen una tradición de acuerdos clave en las últimas décadas. Dos ejemplos: la multipartidaria en 1981 para empujar el final de la última dictadura y convocar a elecciones; la reforma constitucional de 1994 que está cumpliendo 30 años. 

Esa tradición resurgió esta semana con un primer golpe para el Gobierno en la designación de la presidencia de la Comisión Bicameral de Seguimiento de los Servicios de Inteligencia, encargada, entre otras cosas, de monitorear la utilización de los fondos de la SIDE. Al frente quedó el senador radical Martín Lousteau, que preside el Comité Nacional de la UCR. Logró quedarse con ese puesto estratégico por un acuerdo con Unión por la Patria. Eso dejó afuera al peronista entrerriano Edgardo Kueider, que era el candidato del presidente Javier Milei. 

El peronismo y el radicalismo reúnen 46 escaños en la Cámara Alta, a solo dos bancas del número mágico de los dos tercios, el más temido por la Casa Rosada porque es el que le permite al Congreso casi gobernar por encima del Ejecutivo. 

El siguiente golpe para el oficialismo llegó en la otra Cámara, pero con un tema similar. Los diputados rechazaron el DNU 565/24 que había aumentado en 100.000 millones de pesos los gastos reservados para la revivida SIDE. El DNU implicaba el regreso de una vieja práctica, engrosar los fondos sin control de los servicios de inteligencia. De esa caja salieron, entre otras trapisondas, los recursos para financiar las coimas y aprobar la reforma laboral en el Senado durante el Gobierno de Fernando de la Rúa. Era la famosa «Banelco» de la que hablaba el entonces ministro de Trabajo Alberto Flamarique.

El rol de Macri
La derrota en Diputados tuvo un condimento especial. Hubo cinco bancas del PRO que se unieron al rechazo. Son diputados que responden de manera directa a Mauricio Macri. El expresidente hizo una demostración de la fuerza que conserva. No le dan los números para ganar una elección, pero preserva capacidad de daño. El oficialismo hubiera perdido igual la votación. El movimiento del fundador del PRO lo que hizo fue agrandar la bola de nieve para que tenga sabor a goleada. 

La tensión entre Macri y Milei lleva meses cocinándose y no encuentra una vía de solución. El expresidente apostó fuerte al líder de la Libertad Avanza en las elecciones del año pasado, incluso por encima de Patricia Bullrich, que formalmente era su candidata. Su objetivo fue construir una suerte de cogobierno con Milei, esos proyectos que nunca funcionan en la Argentina. El actual mandatario respondió al revés. Fortaleció la figura de Bullrich, rival de Macri en la interna del PRO, sumándola a su Gabinete. El expresidente pretendía quedarse con la conducción de YPF, Energía y Transporte. Por ahora solo recibió puestos de segunda línea. 

Puesto estratégico. El radical Martín Lousteau quedó el frente de la Comisión Bicameral de Inteligencia.

Foto: @SenadoArgentina

Al día siguiente del revés en Diputados, Milei invitó al expresidente a comer milanesas en la Quinta de Olivos y Macri devolvió el gesto defendiendo el ajuste y atacando en X (Twitter) a los senadores que votaron la nueva movilidad jubilatoria. Que la sangre no llegue al río. 

La movilidad 
La tercera derrota de Milei en el Congreso fue la más importante y sucedió en el Senado. La Cámara Alta aprobó la ley de movilidad jubilatoria que había tenido media sanción de los diputados a principios de junio. El resultado fue aplastante: 61 votos a favor y solo ocho en contra, conformados por siete de LLA y uno del PRO. La mayoría de los senadores amarillos –son seis– acompañó la nueva movilidad. Podría interpretarse que Macri cacareo luego de la votación, pero por lo bajo empujó para que saliera. 

La nueva movilidad propone una recomposición inmediata del 8% de los haberes; actualización por inflación, pero sumando una vez por año también la variación salarial a la fórmula. Además, establece que el haber mínimo no podrá ser inferior al 1,09% de la canasta básica para una persona adulta. Eso –al mes de junio– serían 321.600 pesos; 15.000 pesos más que lo que cobraron los jubilados que reciben la mínima. 

Durante los últimos dos meses y medio, Milei hizo todo lo posible para que la ley no salga. El punto es que el Senado es el territorio de la vicepresidenta, Victoria Villarruel, con quien el presidente tiene una disputa aún más grave que la que libra con Macri. Las dilaciones parlamentarias siempre tienen un límite. No es posible estirarlas al infinito. El momento llegó y la ley salió. 

En la Rosada querían evitar la sanción a toda costa para ahorrarle al presidente la decisión que anunció a pocas horas de que el Senado aprobara la movilidad: el veto.

Milei lo había avisado púbicamente en diversos encuentros con empresarios, en los que calificó a los parlamentarios nacionales como «degenerados fiscales» por impulsar esta recomposición. Los gritos y diatribas no podrán evitar el costo político de vetar una norma que mejora un poco la situación económica de los jubilados. El veto llega en un contexto en el que Argentina se ha vuelto el país más caro de la región medido en dólares, donde para pagar los servicios básicos hay personas que reducen la cantidad de comidas al día; y los ancianos dejan de consumir los remedios que necesitan.

Este cúmulo de derrotas para el Gobierno nacional se produce además cuando la mayoría de las encuestas comienzan a mostrar un desgaste más pronunciado en la popularidad del presidente Milei. Ya no tiene el hándicap de ser un recién asumido, ni goza del crédito que las sociedades le suelen dar a una gestión que acaba de arrancar. Pasaron más de ocho meses y la situación es muy dura. El Congreso mostró un nuevo escenario, que seguramente no será estático ni permanente, pero es una señal de que cambió el juego.

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