7 de diciembre de 2024
Presidente del bloque por seis meses, Milei intentará imponer una agenda rupturista que enarbole la bandera del libre comercio. El acuerdo con la Unión Europea y la sombra del ALCA.
Protocolo. Milei, Luis Lacalle Pou, Úrsula von der Leyen, Lula y Santiago Peña.
Foto: NA
Desde este viernes 6, Argentina tiene nuevamente la presidencia rotativa del Mercosur. Ocurrió varias veces desde que se firmó el Tratado de Asunción en 1991, pero ahora lo nuevo es que el presidente es un «topo» que quiere destruir el Estado por dentro, y parece que no solo el argentino, sino que anhela dinamitar la Unión Aduanera que forman los estados del bloque comercial del Sur.
Explícitamente, Javier Milei dijo en la reunión del viernes en Montevideo que el Mercosur «no solo no nos hizo crecer, sino que nos ha perjudicado», lo cual es opinable, y que «mientras vecinos como Chile y Perú (de cuya notable desigualdad social no dijo nada ni le interesa) se abrieron al mundo y entablaron acuerdos comerciales con los protagonistas del comercio global, nosotros nos encerramos en nuestra propia pecera». También dijo «prisión».
Asimismo, Milei recordó algo cierto, que mientras otros países latinoamericanos tienen tratados de «libre comercio» con decenas de países (Estados Unidos, China, Corea, la Unión Europea, etcétera), el Mercosur tiene muy pocos y con países no muy relevantes en el comercio global, como Egipto o Israel. Pero, ups, se olvidó citar a la India, quizá porque le da urticaria el Brics. El Mercosur tiene con la India un acuerdo preferencial. Más allá del detalle, es verdad que al Mercosur siempre le costó acordar con socios externos.
La pregunta es por qué siempre ha sido así. Y la respuesta es porque mientras la mayoría de países latinoamericanos, en especial los andinos, han tenido poca y nada vocación fabril y se han sentido cómodos en la gramática comercial liberal, importando de todo y produciendo materias primas, Argentina y Brasil, en cambio, siempre han querido ser países industriales y con desarrollo de su ciencia y tecnología. Bueno, no siempre, cuando los gobernaron mandatos populares, o en el caso brasileño, aun algunas dictaduras.
Eso traba cualquier posibilidad de «TLC» con, por ejemplo, Estados Unidos o Europa, dado que son bloques muy proteccionistas (y en el caso estadounidense, profundamente competitivo con la estructura productiva argentina, desde el fondo de sus historias nacionales) y a cambio quieren que nuestros países se abran a sus industrias y tecnologías. Por eso fracasó el ALCA, y por eso el acuerdo con la UE, aprobado ahora una vez más en Montevideo, como ya había sido anunciado y festejado hasta las lágrimas durante el Gobierno de Mauricio Macri, deberá recorrer un largo y tortuoso camino para hacerse realidad. Además, incluso países europeos que temen por la competencia de los productos rurales del Mercosur y quieren cuidar a sus granjeros se oponen, como el caso de Francia, y no es el único. Este mismo viernes, Copa-Cogeca, un comité de organizaciones agrarias y cooperativas europeas, lamentó los avances por entender que tendrá «profundas consecuencias para la agricultura familiar en toda Europa» y anunció protestas en Bruselas para los próximos días. Debe recordarse, asimismo, que el anuncio de acuerdo comercial del Mercosur-UE debe ser aprobado por los Parlamentos de aquí y de allá.
Capítulos polémicos
Otra tema nada menor es que, según la norma vigente, para firmar un TLC, el Mercosur debe hacerlo en bloque, o si no hay acuerdo, corre el riesgo de romperse, que es lo que parece buscar Milei para negociar convenios con Europa, su amado Estados Unidos o su nada amada pero ahora pragmáticamente aceptable China.
¿Por qué «libre comercio» entre comillas? Porque en el paradigma neoliberal de las últimas décadas, lo de libre es más que relativo, y porque este formato de acuerdos comerciales ni siquiera tiene en el intercambio de productos con cero o muy bajos aranceles su razón de ser. El ALCA o el entendimiento que se busca con la UE contienen otros capítulos mucho más jugosos para los grandes capitales y dañinos para las estructuras económicas de los países del Mercosur, los cuales quieren desarrollarse integralmente. Esos capítulos más que polémicos son, entre otros, las compras gubernamentales en igualdad de condiciones para empresas extranjeras, la falta total de controles a la entrada y salida de capitales, la intervención en todos los servicios y la desregulación absoluta de toda norma estatal que apunte a diseñar una política industrial, una estrategia de desarrollo, alguna medida de «compre nacional» o que proteja sectores incluidos la educación, la salud o la cultura. Es decir, los TLC que propician los países del Norte Global a sus viejas colonias del Sur ¡prohíben todas aquellas herramientas con las que esos mismos países se industrializaron!, en especial el rol directriz del Estado.
Montevideo. Discurso del mandatario argentino en el encuentro que comenzó este viernes en la capital uruguaya. A su lado, Luis Caputo.
Foto: NA
Si se analizan las cifras comerciales en abstracto, la UE es el segundo mayor socio comercial del Mercosur en bienes, después de China. En 2023, Europa representó 17% del comercio total del Mercosur. Y el balance ha alterado entre deficitario y superavitario con los años, pero en general ha sido bastante parejo. Pero eso fue sobre todo por el peso brasileño. Si se mira Argentina solamente, en general hemos tenido déficit, como Argentina tiene con todos sus grandes socios (Estados Unidos, UE, China, Brasil), aunque luzca casi siempre superávit en el total (y justamente por el peso de nuestras exportaciones a la región, más que nada).
Más allá de los números, el acuerdo pretendido con la UE huele mucho a las normas desregularizadoras del ALCA frustrado hace dos décadas, o a las líneas desregulacionistas de los Sturzenegger o los Elon Musk. La representante europea que vino a Montevideo, Úrsula von der Leyen, exponente del más radical neoliberalismo alemán, se va de vuelta a Bruselas feliz, pero no la tendrá fácil para convencer a los líderes nacionales de la UE. Aquí, lo que queda sobre todo es el riesgo de fractura de un bloque que, con todos sus problemas y déficits, y con la necesidad de revisar muchas cosas, resguardó el poco espacio industrial que la región pudo preservar.
El primer presidente pro tempore que tuvo Mercosur fue Carlos Menem en 1991. Ahora, su adulador y admirador Milei la ejercerá por los próximos seis meses, durante los cuales buscará imponer la agenda rupturista, terminar con la Unión Aduanera que supone un arancel externo común y, en el mejor de los casos, hacer del Mercosur apenas una zona de libre comercio devenida en coto de caza de grandes capitales extrazona. Habrá que ver cómo juega Brasil, el hermano mayor, con cuyo presidente, Lula Da Silva, Milei volvió a cruzarse en Uruguay sin ninguna reconciliación en puerta tras los agravios del libertario.