Política | ENTREVISTA A MARIANO VÁZQUEZ

La teoría del patio trasero

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Inés Hayes

«No se puede entender la historia de América Latina sin el rol de Estados Unidos», asegura el periodista, que repasa en su último libro los momentos más importantes de la Doctrina Monroe.

Resistencia. «Luchamos para vencer. ¡No pasaran!» fue un lema del Ejército Popular Sandinista, ejemplo de defensa de la soberanía. 

Foto: Getty Images

«La expansión del capitalismo y el imperialismo estadounidense comenzó a principios del siglo XIX con el objetivo de suplantar al colonialismo europeo por un sistema neocolonial laxo con formas diversas de dominación. Mediante sus doctrinas, corolarios y creencias, la arrogancia de Estados Unidos enarboló como derecho natural establecer sus posiciones hegemónicas sobre lo que ofensivamente considera su «patio trasero». Aliado con las parasitarias y rastreras oligarquías locales, Washington logró a través de embajadas, agencias gubernamentales, corporaciones y militares expoliar y saquear a los países de América Latina y el Caribe. Pero esta política del garrote no fue acatada sumisamente por los pueblos, que se organizaron en la defensa de la soberanía contra el asentamiento del enclave colonial», así comienza el libro de Mariano Vázquez, Rebelión en el patio trasero, resistencia obrera a la Doctrina Monroe (CTA Ediciones). A 200 años de la Doctrina, proclamada por el presidente de Estados Unidos James Monroe en 1823, su vigencia sigue intacta. En esta entrevista, Mariano Vázquez, periodista especializado en relaciones internacionales, repasa los momentos más importantes de la doctrina, pero también de la resistencia popular y latinoamericana a la injerencia estadounidense. 

–¿Cuáles son las consecuencias de la Doctrina Monroe en la actualidad en Argentina y América Latina?
–Un ejemplo elocuente de la vigencia de esta doctrina imperial han sido las reiteradas declaraciones de la generala Laura Richardson, jefa del Comando Sur, cuando explicitó la relevancia que tiene para Estados Unidos el Triángulo del Litio, que comparten Argentina, Bolivia y Chile. En esa misma declaración habló de las grandes reservas de petróleo, cobre y oro, del agua dulce y la Amazonia. Citó a Rusia y China como un peligro y dijo que Estados Unidos tiene «mucho por hacer», ya que todo lo que pase en este continente «tiene mucho que ver con la seguridad nacional y tenemos que empezar nuestro juego». Esto marca la persistencia de la Doctrina Monroe a 200 años de su creación, una política exterior caracterizada por formas de intervención violenta en el ámbito militar, diplomático y económico. Hoy continúa el bloqueo criminal contra Cuba, las injerencias en los asuntos internos de Venezuela y Nicaragua, y no olvidemos el rol que le dio a Colombia como plataforma de desestabilización de la región. El último gran intento a escala continental fue el fracasado intento de imponer el ALCA en 2005. 

Autor. Mariano Vázquez, repasa los momentos más importantes de la doctrina. 

Foto: Gentileza Mariano Vázquez /Yong Hyoun-lee- G

–¿Por qué creés que es importante conocer lo que fue la Doctrina?
–Porque no se puede conocer ni entender la historia de América Latina y el Caribe sin el rol de Estados Unidos, quien primero evitó cualquier forma de confederación entre los países que se iban independizando para dominarlos y expoliarlos, y luego saqueó indiscriminadamente sus recursos naturales y atacó violentamente cualquier forma soberana de Gobierno. No olvidemos que el territorio de las trece colonias tenía alrededor de dos millones de kilómetros cuadrados, en la actualidad se acerca a los diez millones de kilómetros cuadrados. Semejante apropiación no se enseña en las aulas. Una omisión garrafal. La presencia, opresión, ocupación y saqueo de los Estados Unidos fue moneda corriente, pero poco se cuenta en las escuelas y universidades de las invasiones que perpetró contra Nicaragua, Haití, Cuba, Panamá, Puerto Rico, Granada, México, el apoyo a los golpes de Estado o dictadores sanguinarios. 

–¿Cuáles fueron las resistencias más importantes en Latinoamérica y cuáles son ahora?
–Nuestra América resistió desde el primer momento a los intentos de dominación. La sola idea de una Patria Grande ya fue un proyecto que Estados Unidos buscó cercenar. Creo que hay muchas historias épicas para rescatar, como la lucha de Augusto Sandino, con un pequeño grupo de campesinos e internacionalistas, que contra todo pronóstico logró expulsar a los marines que por espacio de dos décadas ocuparon Nicaragua. La defensa de la soberanía y el decoro nacional lo convierten en un mártir de las causas justas. También la lucha que dio Omar Torrijos en Panamá para terminar con ese engendro colonial que fue la toma de la Zona del Canal por casi un siglo. Es una de las grandes gestas antiimperialistas. Otro hito fue la construcción de la unidad y la organización de la clase trabajadora contra el brazo económico imperial que fueron las compañías norteamericanas. La lucha contra la United Fruit Company en la franja central del continente es una de ellas. Como se han sofisticado los mecanismos de cooptación y dominación, creo que las luchas territoriales, ambientales, en defensa del agua, de la tierra, de la porción que vivimos, más la construcción de herramientas continentales y mundiales de lucha son vitales para defender nuestros derechos y buscar un modelo de vida que se contraponga a la explotación actual. 

–¿Por qué destacás que este libro fue editado por una Central obrera?
–Porque hay historias que solo podemos contar desde los pueblos, desde una visión de clase trabajadora. Desde sus inicios el movimiento obrero tuvo como objetivo la cultura, la autoformación, la lectura, la construcción de la propia historia. Y en esas incipientes organizaciones gremiales del siglo XIX el aprendizaje circulaba, era horizontal, por eso se hacían lecturas colectivas en talleres, fábricas, campos, se creaban bibliotecas populares y se editaban publicaciones. Y por eso los patrones, las oligarquías, comenzaron a prohibir este tipo de actividades; que el trabajador adquiriera conocimiento era «subversivo». Solo las editoriales populares son las que pueden rescatar del olvido las historias de lucha del pueblo. Para el mercado estas historias «no venden» y por lo tanto no son publicables. En lo personal, este libro es un orgullo porque forma parte de mi identidad y de mi historia. Soy primera generación de argentinos, por parte de mi familia paterna, que se exilió en la Argentina debido a la dictadura franquista. Ellos eran militantes de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT). Mi abuelo, David Vázquez López, peleó en la Columna España Libre y cayó preso en un campo de concentración a cargo de los fascistas de Mussolini, y mi tío abuelo Román Gómez-Monedero fue dirigente de la CNT, ocupó muchos puestos durante la resistencia al golpe y estuvo preso en cinco cárceles diferentes por más de 20 años. Me conforma esa sangre clasista y es por eso que siempre estuve vinculado a la militancia sindical.

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