15 de enero de 2014
El último día del año pasado, el dueño del colegio privado Guido Spano, del barrio porteño de Palermo, intentó llevarse mobiliario de la escuela y documentación de los alumnos en un camión de mudanzas, sin previo aviso, en el marco de un desalojo dispuesto por la Justicia por litigios entre dos sociedades anónimas. Desde que el Spano cerró sus puertas, docentes, no docentes y padres comenzaron a debatir formas de continuidad para no dejar en la calle a 58 trabajadores y sin lugar de estudio a más de 350 alumnos.
Tras varios días de incertidumbre, el colegio de más de 90 años de historia definió su nueva forma de gestión, que ahora estará a cargo de los propios trabajadores organizados en una cooperativa, para lo cual contaron con el apoyo de las autoridades del Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social (Inaes) y de los legisladores porteños Edgardo Form –presidente de la Red de Parlamentarios Cooperativistas– y María Rachid.
Tras una reunión con el ministro de Educación porteño, Esteban Bullrich –quien prometió la continuidad del subsidio que la Ciudad aportaba a la institución–, el edificio donde funciona el colegio fue declarado Patrimonio Cultural de la Ciudad, por lo que «se inhibe cualquier tipo de actividad allí que no sea propia del colegio», dijo Javier Lamónica, flamante presidente de la cooperativa que gestionará de ahora en más la institución.