El escándalo comenzó en Hollywood y se extendió a otros hombres poderosos. Mientras hay quienes consideran que el acoso es inherente al régimen patriarcal, otros destacan que detrás de estos actos hay psicópatas que eligen a «presas» más débiles.
12 de abril de 2018
Los Ángeles. Manifestación contra los abusos sexuales en la industria del cine. (MCNEW/GINA/AFP/Dachary)
Luego de que una serie de mujeres denunciara públicamente al productor de cine Harvey Weinstein por haber abusado de ellas, la ola de casos que han salido a la luz no ha parado de crecer. Además de ejecutivos de Hollywood, personajes del periodismo o la TV, como Charlie Rose –conductor que, por décadas, se paseó desnudo frente a sus compañeras de trabajo, o les hacía comentarios obscenos, las manoseaba o se masturbaba frente a ellas– o el comediante Louis CK –asiduo a mostrar su pene y toquetearse delante de sus colaboradoras– se cuentan entre quienes han sido acusados en los Estados Unidos.
Las denuncias apuntan, precisamente, a quienes ocupan puestos de poder. Mientras que en la Argentina, en octubre del año pasado, el periodista Ari Paluch fue despedido de su programa en A24 luego de que una microfonista lo acusara de tocarle el trasero y otras mujeres revelaran vivencias similares con él, en el país de Donald Trump produjo estupor, sobre todo, la desfachatez de Matt Lauer. Este expresentador de la cadena NBC estaba tan habituado a sus rutinas «acosadoras», que hasta tenía instalado bajo su escritorio un botón que bloqueaba la puerta de su oficina, donde acorralaba a sus víctimas.
¿Por qué hay hombres que se creen con derecho a manosear a las mujeres o a masturbarse en su presencia? «Algunos están tan centrados en sus propios deseos que no tienen en cuenta lo que sienten los demás. Esto es típico de los abusadores, y se da en el plano sexual y en otros ámbitos. Por ejemplo, quienes abusan del trabajo de los demás no dejando lugar al descanso», afirma la psiquiatra Nora Leal Marchena, coautora del libro Violencia del apego a lo social (Letra Viva). «Quien abusa o maltrata a otro lo transforma en un objeto que solo sirve para brindarle placer o servicios. Esto es mucho más grave cuando lo hace alguien que ocupa un lugar de poder, porque pone a la víctima en una situación de indefensión y aniquila su dignidad», agrega.
Mecanismo disciplinario
La asimetría de poder entre víctima y victimario es un elemento presente en la mayoría de los casos. Para Duncan Kennedy, doctor en Filosofía del Derecho y autor de Abuso sexual y vestimenta sexy, estas prácticas son expresión directa de la persistencia del régimen patriarcal. El abuso, según él, es un «mecanismo disciplinario» que permea conductas, instituciones y relaciones sociales. En una entrevista en el semanario Tiempo Argentino, Kennedy asegura que la violencia sexual no debe ser considerada como un conjunto de «actos criminales de los individuos que la sociedad condena», sino como «parte de un régimen de control de los hombres sobre las mujeres, o más bien, como un condicionante central de las reglas de interacción y negociación entre hombres y mujeres».
Frente a una perspectiva que tiende a ubicar en lo social las causas de estas prácticas, hay quienes plantean que los abusadores han sido, a su vez, víctimas de abusos en su infancia. Otra característica es que buscan «objetivos» que están en desventaja. «Como todo predador, el abusador estudia a sus presas. Elige las que percibe más débiles, aquellas que se someterán sin pelear», indica la psicóloga y sexóloga Virginia Martínez Verdier.
¿Qué diferencia hay entre quien muestra su pene en un lugar público y el «exhibicionista de oficina»? «El exhibicionista necesita sorprender y ser visto, su presencia es fugaz y sus víctimas son siempre diferentes. El abusador sexual necesita la permanencia de la víctima, no es un exhibicionista. Es un manipulador, un psicópata, que goza haciendo uso de su poder y sometiendo», responde Martínez Verdier. Por si fuera poco, sus actos abusivos pueden durar años.