Sociedad

Cada vez que respiras

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De la mano de personajes como Ravi Shankar y su fundación El arte de vivir, disciplinas que prometen paz y bienestar ganan adeptos entre sectores cada vez más amplios de la sociedad. El regreso de la «new age» y el declive de las religiones tradicionales.

La capital del amor. Meditación colectiva en la visita de Shankar a Buenos Aires en 2012.

Porque la paz se contagia», reza el slogan de la última experiencia de meditación América Medita 2016, que congregó a más de 20.000 almas a fines del año pasado en el Planetario porteño. La experiencia, comandada por la fundación internacional El arte de vivir, se repitió en varios puntos del continente. El antecedente paradigmático del boom espiritual que atraviesa hace un tiempo a los argentinos se dio en 2012, cuando Sri Sri Ravi Shankar visitó la Argentina invitado especialmente por el entonces jefe de Gobierno Mauricio Macri en el marco de la exposición espiritual FeVIDA. Recordemos que el indio se convirtió en personaje público nacional en un abrir y cerrar de ojos. Utilización política de por medio, la actividad logró reunir a unas 120.000 personas que meditaron en forma simultánea con 300 ciudades durante 20 minutos bajo el nombre de «El planeta medita», en Buenos Aires, ciudad que el actual presidente rebautizó como «La capital del amor».

Cuestión de energía
Estos eventos son la cristalización de un fenómeno que algunos llaman «neoespiritualidad» o segunda vuelta del new age, que de la mano de los medios de comunicación está atravesando a un amplio sector de la sociedad argentina, impactando en sus prácticas y consumos. Miles de compatriotas se acercan en busca de bienestar y autoconocimiento al yoga en sus múltiples vertientes, pasando por los cursos de meditación y respiración, por los bestsellers de autoayuda, por el retorno a lo natural, por las prácticas alimentarias y actitudinales que rescatan creencias ancestrales, por las medicinas alternativas, etcétera. Estas, entre otras prácticas, cierran un listado casi interminable de combinaciones, sincretismos e hibridaciones que conviven con la cultura occidental y judeocristiana de nuestro país.
Según la primera encuesta del Centro de Estudios e Investigaciones Laborales-Conicet sobre creencias y actitudes religiosas en la Argentina, el 91,1% de los argentinos cree en Dios, el 4% solo a veces y el 4,9 % restante dice: «No, gracias». Según esta investigación se recurre a Dios el 45% de las veces «en momentos de sufrimiento». Jesucristro se ubica primero en el «ranking de creencias» con el 91,8 %, pero un dato no menor es que el 64,5% de los encuestados cree en algo menos corpóreo y simbólico: «la energía». «Soy religioso a mi manera» y «Me relaciono con Dios sin intermediarios» son las dos frases que resumen las formas de vivir la religión y la fe en la sociedad argentina de hoy, según los investigadores del CONICET. Dando cuenta de cierto «cuentapropismo religioso» –en términos del sociólogo Fortunato Mallimaci– profesado por parte de un sector de la sociedad argentina. ¿Esta salida autónoma da cuenta de la caída de las instituciones religiosas tradicionales? ¿Qué buscan los que emprenden este camino neoespiritual?
«Buscan algo en qué creer, algo a que aferrarse cuando las instituciones tradicionales, y las religiones más institucionalizadas o el psicoanálisis no dan respuestas», comenta a Acción la periodista Violeta Gorodischer. «Básicamente lo que buscan es bienestar y que ese “estar bien” no signifique un sacrificio, ni un costo demasiado alto, sino que sea algo accesible, espontáneo que pueda acoplarse al ritmo de vida de las sociedades actuales occidentales», enumera quien se define como «judía atea psicoanalizada». Con ese mote a cuestas encaró una investigación que tomó cuerpo en Buscadores de fe, un viaje por la espiritualidad contemporánea, editado por Planeta.
Por su parte, el filósofo Esteban Ierardo sostiene que «el cristianismo, cuyo núcleo doctrinario es el catolicismo, en el siglo XX ingresa en una crisis, en una decadencia, pierde influencia espiritual y ante ese repliegue, ese vacío es ocupado, entre otras experiencias religiosas, por estas llamadas neoespiritualidades».
«Estas nuevas búsquedas ante los sufrimientos lo que tratan de hacer es no repetir el camino conocido –explica el antropólogo Pablo Semán–. Son creencias que reaccionan críticamente ante las formas de religiosidad y de la terapéutica occidental y ante la división y la experiencia de lo religioso, lo psicológico y lo corporal».

Culturas milenarias
«La nueva espiritualidad es un término que tiene que ver con la new age, que empezó a tener una gran difusión a partir de la década del 80 y que tiene cierto antecedente en la llamada contracultura de los 60 y 70», recuerda Ierardo. «Es una apertura del hombre occidental medio a las culturas milenarias de base mítica o culturas orientales a partir de la valoración de la naturaleza, la búsqueda de una espiritualidad a través de la meditación que nos saque del mundo utilitario», afirma el investigador.


Pero esta segunda vuelta al new age, aquel circuito alternativo de los 80 que combinaba artes, psicología, ecología y trabajo corporal, tiene características propias. «La ola new age de la década del 80, que tenía que ver con la primavera democrática e incorporaba algunos resabios de la contracultura del 60 y 70, como los Hare Krisna, la meditación, la cultura vegetariana, se limitó a círculos pequeños –sostiene Gorodischer–. En esta segunda ola esta barrera se quebró. Internet y los medios masivos de comunicación hacen que el nivel de acceso sea mucho mayor».
«En general apunta a las clases medias –afirma Gorodischer a la hora de pensar quiénes practican la neoespiritualidad–, pero no solamente por una cuestión económica. Hay algunas prácticas como el chamanismo de Uruguay que es ad-honorem, o El arte de vivir, que también es accesible. Básicamente es un movimiento de clases medias, introspectivo, que apunta a la subjetividad, algunos dicen que eso es una postura egoísta, anteponer el yo al bienestar social y otros piensan totalmente lo contrario. Son debates abiertos», considera.
La imagen que los medios disparan sobre la meditación colectiva es la de hombres y mujeres de sectores favorecidos, sin embargo, Semán considera que «en los últimos diez años ha dejado de ser exclusivo de las clases medias urbanas. Ahora estos saberes circulan por distintos niveles», afirma. En tanto, Malvina Silba, especialista en culturas populares, señala que «la analogía entre nueva espiritualidad y clases medias urbanas no existe, porque no puede haber una relación uno a uno entre clase y cultura. La relación siempre, y por suerte, es más compleja. Entre los practicantes de El arte de vivir seguro habrá algún que otro miembro de las clases medias bajas o de familia de laburantes, y entre los fanas del Gauchito Gil algún miembro de las clases medias ilustradas», clarifica.

El GPS espiritual
«Alguna vez los científicos dijeron que la tierra era plana. La ciencia se equivoca pero tarda cien años en reconocerlo», dice Francisco Checchi, director de Red Positiva, un colectivo que desde la web www.redpositiva.org organiza encuentros y conferencias sobre Ciencia Cósmica y Metafísica Práctica, El mágico mundo de los ángeles, Auto-Observación, el Camino de la Iluminación, Contactos Cósmicos, Comunas Ecológicas en Argentina, Autosanación y Terapias Naturales, Reencarnación, Bioenergia del Amor, entre otros temas. «No se puede decir que miles y miles de personas están locas. En la Argentina somos más o menos el 10% de la población, somos 4 millones los que buscamos una respuesta espiritual de diversas maneras: yoga, meditación… todo tiene que ver con lo que llamamos la nueva era. Yo soy de los primeros en la Argentina en hablar de todo esto, desde la década del 80. En 1986 fuimos al Uritorco y una gran nave de luz se nos presentó y dejó una huella de 95 por 10 metros», explica Checchi en su oficina del centro de Buenos Aires rodeado de libros que apuntan a conseguir al amor, el autoconocimiento y una vida plena.   


En la neoespiritualidad convivirían de forma confusa experiencias como las relatadas por Checchi, quien afirma escuchar telepáticamente el mensaje de maestros de otros planetas o dimensiones; la «comida Viva», que tiene una dieta a base de alimentos crudos; la «Meditación Transcendental»; Krion y la fuerza electromagnética que conduce a otros planos de la conciencia; la disciplina china Falun Dafa que conecta con otras dimensiones; la Diskha, la imposición de manos en pos de invocar lo divino, las constelaciones familiares, la medicina holística, entre tantas otras.

De Coghlan a la India
Unas 60 personas esperan en el umbral del Club Coghlan para ingresar al taller abierto y gratuito, «Constelaciones familiares», que se da en el marco del Programa de Salud Mental Barrial del Hospital Pirovano. Karina, de 40 años, se sienta a esperar convencida de que avanza hacia una solución a sus problemas de entrecasa. «Es un modelo de terapia sistémica para sanar las relaciones en el núcleo de la familia», explica Marisa Mancuello, psicóloga y organizadora de encuentros de constelación. Se ha convertido en una de las terapias alternativas más populares y se publicita como «una herramienta con la que se pretende examinar la capacidad determinante de la memoria interpersonal y de los sistemas familiares de conducta». Karina ingresa a constelar, donde en el mejor de los casos «interpreta» roles, interactúa, pone su cuerpo y su psique en funcionamiento. Católica practicante, desencantada del psicoánalisis luego de 12 años de terapia, con la prepaga al día, se la ve feliz. Valeria, abogada de 38 años, acaba de regresar de su viaje de 15 días a la lndia. «Es la segunda vez que voy. La India me encanta, me gusta mucho conocer otras culturas. Además medito hace algunos años. Tengo un costado espiritual, soy medio “yogui”», resume con una sonrisa.
Hugo Ugarteche coordina retiros de silencio, meditación y sanación en un monasterio en los Andes, en la provincia de Catamarca, junto con Claudia Sánchez, médica graduada en la UBA con orientación en medicina ayurvédica. «Nuestro propósito es crear un puente entre Oriente y Occidente que integre los valores de ambas culturas en una experiencia que si bien transitamos grupalmente es íntima y personal», comenta, en comunicación desde la India, Ugarteche, quien organiza estos viajes junto con la maestra de yoga Cecilia Massa. «Quienes viajan a India con nosotros, en general, están respondiendo a un interés creado desde hace muchos años donde la magia, la búsqueda espiritual y el anhelo de servir están presentes –asegura Ugarteche–. La idea es ver, sentir y abrirse a esta experiencia tan sensible que es conocer y practicar India desde un lugar cercano, íntimo y lo más auténtico posible».
«Lo que hay –resume Ierardo– es una apropiación moderna de la espiritualidad premoderna de las llamadas culturas ancestrales. La afirmación de la espiritualidad del mundo natural o ancestral tenía un efecto muy distinto al que produce en el mundo urbano, burgués y moderno. Porque en la antigüedad la naturaleza era una realidad viviente y espiritual. Esa ausencia de contexto y tradiciones en el mundo moderno hace que esa espiritualidad no sea genuina», critica el filósofo.
Por su parte, Semán considera que «el auge de todo este tipo de creencias, y en particular el Arte de vivir, debe su éxito a que la meditación suspende el tiempo cotidiano, abstrae al sujeto y eso tiene un valor enorme en muchos procesos de reconstrucción subjetiva», concluye. Más allá de la experiencia individual y subjetiva, lo cierto es que cada vez más argentinos se ven atraídos por estas prácticas de variados orígenes y disímiles alcances. Y si sucede, conviene. O, al menos, eso dicen.

Fotos: Kala Moreno Parra

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