Sociedad | Desventuras de la inteligencia artificial

De las utopías al porno

Tiempo de lectura: ...
Esteban Magnani

Contenido erótico y una red social son los últimos lanzamientos del creador del chat GPT, que hasta no hace mucho prometía curar el cáncer y el calentamiento global. ¿Baño de humildad o buenos negocios?

Foto: Shutterstock

Luego de prometer cambiar el mundo con IA Generativa del tipo de ChatGPT, Sam Altman, el CEO de OpenAI, parece haber bajado las expectativas para intervenir en mercados más conocidos y saturados de competencia. En sus momentos más optimistas Altman no se caracterizó por la mesura. Por ejemplo, hace un par de años aseguró que «existe la posibilidad de que, en un futuro no tan lejano, herramientas como ChatGPT puedan incluso curar ciertos tipos de cáncer». Hay que decir, en su defensa, que usó muchos condicionales para su desmesurado vaticinio. 

Pero lo que podría parecer un desborde involuntario durante una entrevista está en línea con lo que había escrito en su propio blog: «Tal vez con 10 GW de cómputo la IA puede resolver la cura del cáncer. O con 10GW de cómputo se pueda resolver cómo proveer de educación personalizada a cada estudiante del planeta». Para darse una idea de lo que significa esa frase, 1GW es aproximadamente lo que consume una ciudad estadounidense de un millón y medio de habitantes. Cabe aclarar que un norteamericano promedio consume cotidianamente aproximadamente cuatro veces más energía que un latinoamericano. 

En otra entrevista, aseguró: «Aunque esto ocurrirá de manera gradual, triunfos asombrosos –la solución del clima, el establecimiento de una colonia espacial y el descubrimiento de toda la física– con el tiempo se convertirán en algo común». Pero la lista de vaticinios ligados a la IAG también incluye preocupaciones como cuando Altman aseguró tener miedo por el monstruo que había creado y el uso que podrían darle Gobiernos autoritarios. De lo que nunca dudó, al igual que otros tecnogurúes como Bill Gates o Elon Musk, es del poder radicalmente transformador de esta tecnología. 

Por eso, los recientes anuncios de que OpenAI lanzaría su propia red social, permitiría contenido erótico en ChatGPT y sacaría su propio navegador resultan un baño de humildad. 


Mercados saturados
A fines de septiembre, junto al lanzamiento de Sora 2, una IA Generativa que permite hacer videos, OpenAI anunció una red social vinculada a esta herramienta. La app de Sora, así se llama de momento, permite al usuario abrir una cuenta y crear videos de 10 segundos. Para utilizar la imagen de otro usuario se les debe pedir permiso. Como se puede reversionar videos hechos por otros, hay quienes la ven como un potencial competidor de TikTok. De momento solo se puede usar la app con una invitación, pero los primeros reportes indican que sería un éxito. 

Con Sora, la empresa de Altman se metería en el ya saturado mercado de las redes sociales que compiten por nuestra atención para mostrarnos publicidades. Pero OpenAI parece tener una desventaja crucial: la gente que sube los videos a TikTok los produce con sus propios recursos mientras que cada video hecho con Sora tiene un costo energético significativo. A eso se le suman los costos acumulados para entrenar la herramienta misma. A primera vista, a menos que OpenAI tenga un as en la manga, no parece posible cubrir esos costos con las décimas de centavos en publicidad que pagan los anunciantes a las redes sociales.

Más recientemente, Altman anunció la posibilidad de mantener conversaciones eróticas con ChatGPT: «No somos la policía moral del mundo», explicó. Desde su punto de vista, los serios problemas de salud que está causando el uso de IA Generativa (y que ha llevado a suicidios), ya han sido resueltos, por lo que en diciembre, luego de implementar un sistema para verificar las cuentas de adultos, podrán comenzar a competir en el mercado sexual con distintas IAG. Por ejemplo, xAI de Elon Musk, ya ofrece «compañeras» hipersexualizadas con avatares de animé. 

El erotismo y la pornografía han sido históricamente responsables de la mayor parte el tráfico en la web desde sus inicios; la IAG se está sumando para competir en él y OpenAI no es la excepción. Al fin y al cabo es otro mercado con mucho dinero, aunque como tal está hiperexplotado por una competencia feroz. Habrá que ver si la nueva opción erótica de ChatGPT incrementa de manera significativa los ingresos por cuentas pagas y justifica el sacrificio de cierta aura de corrección política.

Por último, hace pocos días, OpenAI también lanzó Atlas, un navegador que funciona más bien como una terminal de ChatGPT. Este navegador, que de momento solo está disponible para computadoras de Apple, en realidad no navega hacia los sitios sino que los sintetiza y ofrece un resultado que se sigue «tuneando» según los intereses del usuario. Además Atlas ofrece un «modo agente» que funciona como un secretario virtual al que se le pueden incluir tareas como contestar emails o hacer las compras (online, por supuesto) necesarias para una cena nocturna sin siquiera detallarle la receta, que toma de la web. 

Los peligros de dejar tareas cotidianas en manos de una IA Generativa no se reducen a que haga compras equivocadas o que elija el local más caro. A eso se suma que el hábito de delegar decisiones ofrece un campo infinito para que las empresas guíen nuestras actividades aún más. Como explican varios expertos en un primer momento, estas herramientas nos conocen para luego guiar nuestro comportamiento de acuerdo a sus intereses. 

Por otro lado, como alertó Edward Snowden, en 2024, OpenAI sumó a su comisión ejecutiva al general Paul Nakasone que trabajaba en la Agencia Nacional de Seguridad (NSA) de Estados Unidos. Para quienes no lo recuerden, Snowden es un exespía actualmente refugiado en Rusia que denunció el espionaje masivo que la NSA hacía sobre la población global a través de las grandes empresas tecnológicas. Todo indica que Atlas sería una forma de acumular más datos tal como hace, entre otros, Chrome de Google o Edge de Microsoft.

Por otro lado, el éxito de este navegador y otras herramientas de IAG implicaría que los usuarios ya no entren a los sitios, no hagan clic en la publicidad que muestran, no se generen ingresos y las páginas web se queden sin financiamiento, hasta el punto de desaparecer. Esto abre la pregunta sobre la fuente futura de información para las IAG si canibaliza a los sitios con los contenidos que usa. ¿Habrá un plan alternativo de mediano plazo? No está nada claro.


Un baño de humildad
Los esfuerzos de OpenAI por meterse en mercados saturados parecen desmentir los anuncios previos sobre el poder casi infinito de la IA Generativa o la inminencia de una «superinteligencia» capaz de resolverlo todo. Con estos anuncios puede ser que la empresa junte algo más de dinero para calmar a inversores ansiosos pero, al mismo tiempo, le baja el precio sustancialmente a la IA Generativa que desarrolla, lo que podrá disparar aún más la ansiedad.

¿No sería sospechoso que alguien con una Ferrari la use para repartir pizzas? ¿Será que en realidad no tiene algo tan poderoso entre manos? Habrá que esperar un poco más para dar con la respuesta.

Estás leyendo:

Sociedad Desventuras de la inteligencia artificial

De las utopías al porno

Dejar un comentario

Tenés que estar identificado para dejar un comentario.