21 de septiembre de 2025
El caso de la adolescente mendocina que llevó un arma de fuego a la escuela volvió a poner en cuestión el tema de la violencia escolar. ¿De quién es la responsabilidad? Debate con final abierto.

Ocurrió en el pueblo mendocino de La Paz, durante el Día Mundial de la Prevención del Suicidio. Aun sin esos componentes simbólicos extra, el caso habría captado la misma atención a nivel nacional: una chica de 14 años llevó un arma de fuego a su escuela, disparó tres veces y permaneció cinco horas atrincherada. Se supo luego que tenía dos cartas en la mochila, para su mamá y su papá. Esa tarde fue internada en un hospital pediátrico. También algunos de sus compañeros y docentes tuvieron que ser asistidos, en estado de shock. Una situación extrema y atípica, pero que obligó a volver a hablar de problemáticas cotidianas: salud mental adolescente, bullying, violencia escolar.
No hay precisiones sobre los motivos que llevaron a la alumna de primer año de la escuela Marcelino Blanco a usar el arma reglamentaria de su papá, comisario en la provincia vecina de San Luis. El hombre dijo no entender qué había pasado con su hija. La escuela informó que no había tenido problemas previos. En el pueblo la describían como callada y solitaria. El ministro de Educación local, Tadeo García Zalazar, anunció cambios en el Código Contravencional para responsabilizar a padres y madres por conductas de sus hijos e hijas. ¿Asunto cerrado?
«Creo que no tiene ningún sentido buscar culpables. Primero, porque la búsqueda de culpables no es función de quienes estamos pensando pedagógicamente. Sí se trabaja hoy sobre la noción de corresponsabilidad. Hay que pensar en términos de protección de derechos de niñas, niños y adolescentes y en ese punto las familias y la escuela son corresponsables», apunta Carolina Dome, magíster en Psicología Educacional (UBA) y autora del libro Violencias en escuelas: problemas, intervenciones, aprendizajes.
«Si bien fue una tragedia con suerte, llegamos tarde. Me hizo acordar a la serie Adolescencia. La responsabilidad, como muestra la serie, es de la familia, la escuela, la sociedad, la salud. La premisa es que se necesita un pueblo entero para criar a un niño», comparte el psiquiatra infantil Andrés Luccisano, subjefe del área de salud mental pediátrica del Hospital Italiano de Buenos Aires.
«Lo que se viene trabajando con la Organización Mundial de la Salud (OMS) es que en general la violencia es una conducta aprendida. El ámbito familiar es el que más incide. Después el barrio, el entorno, la escuela. Luego la sociedad, que se mete en la casa a través de los medios, las redes. Qué dice el Ejecutivo, cómo se dirige a los que piensan distinto, cómo se tratan en el Congreso. Vivimos en una sociedad muy crispada. Hay un aprendizaje de la violencia que llega por todos lados, hay una responsabilidad de los adultos que no nos estamos haciendo cargo del mal ejemplo», opina Alejandro Castro Santander, psicopedagogo y director del Observatorio de Convivencia Escolar de la Universidad Católica Argentina (UCA).
Corresponsabilidades, multicausalidad y un clima social crispado: nociones que dan cuenta de la complejidad y la amplitud de un fenómeno que abre más preguntas que respuestas. ¿Cómo frenar la violencia escolar? ¿Está en aumento o es más visible? ¿Por qué crece la demanda en materia de salud mental pediátrica? ¿Las familias están desbordadas? ¿La escuela no ve las señales a tiempo? ¿Se le puede pedir más a la escuela?
Agravamiento y naturalización
«Lamentablemente no contamos con información empírica. No existen estudios centralizados por parte del Estado que permitan dimensionar qué está pasando con las violencias en las escuelas», señala Dome. A partir de más de una década de investigación académica sobre el tema considera que «si bien no es fácil advertir si hay más o menos violencia, sí llama la atención que en los relatos están apareciendo formas un poco más severas, menos infantiles, de violencia. Que una niña porte un arma es algo que pone en riesgo su propia condición como infante. Esto es lo que empieza a preocupar».
El hecho generó conmoción como caso extremo, pero a partir de ese episodio el mismo pueblo de La Paz recordó que poco más de un mes atrás un chico de 13 años fue con un arma blanca a otra escuela del distrito. Y apenas días antes de la irrupción de la niña armada había notas sobre el aumento de la violencia escolar en Mendoza. Ya entonces se hablaba de empezar a responsabilizar a madres y padres. Claro que los antecedentes no son exclusivos de esa provincia: en abril causó alarma un grupo de alumnos de Escobar que planeaba un tiroteo por chat y en diciembre del año pasado una nena de 12 llevó a su colegio en Florencio Varela una pistola 9 milímetros junto a un listado de 14 compañeros y docentes a los que planeaba atacar. Solo algunos ejemplos.
Si bien no hay estadísticas nacionales ni generales, sí existen relevamientos sobre violencias o convivencia escolar. Surgen, por ejemplo, de las consultas a quienes rinden las evaluaciones Aprender. «El panorama es malo. Cuando leés lo que dicen los chicos, seis de cada diez sufren agresiones y casi cuatro de cada diez, discriminación. Al mismo tiempo más del 90% dice que se siente bien en la escuela. La lectura que hacemos es que se está naturalizando. Si dicen ”me hacen de todo, pero estoy bien”, hay una naturalización», analiza Castro Santander.
«Todos los estudios que tenemos de organismos internacionales están diciendo que el clima de convivencia es el mayor condicionante de la calidad educativa, de la permanencia de chicos en la escuela y de que aprendan o no. Es un consenso con respecto al lugar que ocupa hoy el clima escolar», remarca. Según su mirada, hacen falta más herramientas de prevención en el sistema educativo y mayor involucramiento de las familias. «Hay que trabajarlo desde la política pública y desde la micropolítica institucional», propone.

La Paz. La escuela Marcelino Blanco, escenario de una situación extrema protagonizada por una estudiante de primer año.
Foto: NA
Desprotección infantil
«La escuela no puede actuar sola –insiste Dome–. Muchas veces nos encontramos con que activan protocolos, llevan adelante intervenciones, actúan de manera eficiente ante un emergente, pero luego cuando la situación tiene que ser orbitada desde otros organismos, como consejos de NNyA o el propio sistema judicial, empieza a haber trabas y problemas. Ni hablar cuando tienen que realizar una interconsulta o derivación al sistema de salud».
En esos casos, cuestiona la especialista, «la escuela queda sola o se encuentra con un montón de límites burocráticos por parte de la red proteccional, que no funciona de la manera más eficiente por las razones que todos conocemos. Muchos organismos nacionales hoy están completamente vaciados de presupuesto, personal rotativo, precarizado, con sobretrabajo, que nunca da abasto con todas las situaciones».
La situación acuciante que atraviesa la salud mental adolescente no es novedad ni tiene que ver necesariamente con el ámbito escolar; pero forma parte del todo. «En el Hospital estamos haciendo un trabajo de investigación sobre las consultas por guardia en salud mental pediátrica. En 2019 el total anual fue de 149 consultas y en 2023 estábamos en 360. Casi se triplicó. En lo personal, en mi consultorio no tengo turnos hasta diciembre. Nunca me había pasado», indica Luccisano.
Dome remarca la necesidad de diferenciar las situaciones de bullying, en tanto problema vincular entre pares, de las que tienen que ver con violencias y vulneración de derechos. Si una niña accedió a un arma de fuego y la llevó a la escuela, poniéndose en riesgo a sí misma y al resto, «hubo desprotección y vulneración de derechos».
«En síntesis –resume–, el vaciamiento de las áreas de protección de las infancias, en una cultura que explota y socaba a los adultos y les quita presencia, deja a las escuelas en soledad». En la secundaria de La Paz estaban previstas jornadas de reflexión para toda la comunidad educativa. La niña sigue bajo el control de equipos de salud y el tema irá quedando poco a poco fuera de la agenda pública. Hasta que el próximo caso recuerde que el conflicto sigue ahí, latente.