Cada vez que una topadora prepara el suelo para una nueva siembra, el planeta pierde biodiversidad. Un grupo de investigadores cordobeses analizó y cuantificó un fenómeno que, junto con otros factores, explicaría el cambio climático.
24 de mayo de 2017
Menos verde. Un millón de hectáreas fueron deforestadas entre 1970 y 2000. (UNC)Mucho se ha hablado en los últimos tiempos acerca del cambio climático. En momentos de inundación, en épocas de sequía, la mención a este fenómeno suele aparecer como respuesta genérica. Aunque sus causas son variadas y complejas, y es abundante la bibliografía y las discusiones al respecto, en Córdoba un grupo de investigadores le puso cifras a una de las problemáticas que originan este proceso. El desmonte del bosque chaqueño cordobés significa la pérdida de 51,5 toneladas de carbono por hectárea, el equivalente al dióxido de carbono que liberan 40 argentinos por año. Estos datos adquieren notable relevancia en una provincia que de un año a esta parte discute con vigorosa intensidad en torno a la protección del 3% de bosque nativo que queda, de las 12.000 de hectáreas que supo tener. Desde el Instituto Multidisciplinario de Biología Vegetal (Imbiv), perteneciente a la Universidad Nacional de Córdoba y Conicet, un equipo de diversas áreas de la ciencia analiza el cambio en el uso del suelo en el noroeste provincial. Es decir, qué ocurre con esa masa de biodiversidad que almacenan los suelos cuando una topadora deja lugar a una futura siembra. Georgina Conti, doctora en biología y miembro del equipo de trabajo, explica que la investigación se basó en «medir la capacidad de los bosques de almacenar carbono en su biomasa y en el suelo». La especialista explica que estos ecosistemas ubicados en la región chaqueña de Córdoba «no cuentan con tanta biomasa como un bosque australiano o uno tropical», es decir que «buena parte del carbono está almacenado en el suelo» y el cambio de uso, es decir «el paso a la agricultura, hace que eso se pierda en gran cantidad». En esa línea, la investigación define que «las emisiones netas de dióxido de carbono (CO2) de la conversión del uso del suelo representan un importante motor del cambio climático global». Conti aclara que «es difícil separar el clima local del global, los procesos se afectan unos a otros», pero «al cuantificar esta liberación de carbono, al menos sabemos que ese impacto existe y en qué cantidad».
Pérdida de carbono
El trabajo se titula «Los grandes cambios en el almacenamiento de carbono bajo diferentes regímenes de uso del suelo en bosques estacionalmente secos subtropicales del sur de Sudamérica». Y fue publicado en la edición 197 de la revista científica Agricultura, ecosistemas y ambiente. En ese documento se detalla que una hectárea de bosque chaqueño seco en un estado de conservación ideal almacena solo en la vegetación «43,26 toneladas de carbono», el equivalente a «lo que contaminan 34 argentinos promedio» si se mide la liberación de dióxido de carbono a la atmósfera durante un año. Si a la vegetación se anexa el suelo orgánico, ubicado a 30 centímetros de profundidad de ese bosque, la contaminación sube al doble. Al reemplazar una hectárea de monte nativo por una siembra agrícola la pérdida de carbono en la vegetación es total. Mientras que en el suelo se alcanza a reducir un 60%. En otros términos, «se pierden 51,5 toneladas de carbono por hectárea y se libera el equivalente al dióxido de carbono que emiten 40 argentinos promedio en un año».
Para alcanzar esos resultados, desde el equipo técnico evaluaron cinco tipos de uso de suelo, que implican diversos grados de degradación del monte: bosque conservado; bosque secundario abierto con baja carga ganadera actual; arbustal espinoso y bajo que ha sufrido un uso histórico intenso de extracción maderera y pastoreo; arbustal abierto, que presenta signos visibles de degradación a nivel del suelo y baja cobertura vegetal, con un uso histórico de extracción forestal y sobrepastoreo; y una hectárea de cultivo de papa, típico del área de estudio. Con este panorama relevado y a partir de las cuantificaciones expuestas, el informe científico alerta que «la conversión de la cobertura boscosa en sistemas degradados o su total reemplazo por sistemas agrícolas tiene profundas consecuencias en la capacidad de estos bosques de proveer del servicio ecosistémico de secuestro de carbono».
El análisis del Imbiv aporta información clave en un contexto de discusiones en Córdoba en torno a la protección de los bosques nativos y del cambio climático. En 2015, la Legislatura provincial debió renovar su adhesión a la Ley Nacional de Protección de los Bosques Nativos. Hasta la fecha, no lo hizo. La sanción del ordenamiento territorial de bosques de Córdoba, requisito para acceder a los recursos que dispuso la Ley de Bosques Nacional (2007), fue realizada en 2010. Recién en 2013 un decreto del entonces gobernador José Manuel De la Sota ajustó la normativa, que presentaba varias deficiencias, a las exigencias federales para que Córdoba fuera incluida en el plan nacional de protección de los bosques. Mientras tanto, el desmonte no cesó. Desde diciembre del año pasado un imponente colectivo social intenta promover un proceso participativo para reordenar los bosques nativos en la provincia frente a los intentos del oficialismo y parte de la oposición (PJ-UCR), y de diversos sectores empresarios (Sociedad Rural-Cartez), por avanzar en el 3% de monte original que queda protegido en Córdoba. Esta disputa incluyó movilizaciones con más de 30.000 personas en las calles defendiendo el medio ambiente, que hasta ahora lograron detener el avance en una legislación más laxa.
Soja e inundaciones
No obstante, la problemática de la deforestación a gran escala no es nueva en la provincia. Otro estudio del Imbiv a cargo de los investigadores Marcelo Cabido y Marcelo Zak había relevado que la provincia perdió un millón de hectáreas de bosque entre 1970 y 2000 «por conversión a cultivos anuales, principalmente soja». Entre 2006 y 2011, 68.176 hectáreas de monte chaqueño ubicado en la provincia de Córdoba desaparecieron, según el monitoreo de la antigua Secretaría de Ambiente de la Nación. Durante los años siguientes disminuyó la avanzada sobre el bosque, aunque nunca se detuvo. Unas 8.000 hectáreas se desmontaron en 2012, 3.800 en 2013 y 2.800 el año siguiente. Estos datos son aportados por la ONG Guyra Paraguay.
El tema desmonte había vuelto a ganar gran notoriedad luego de las inundaciones de inicios de 2015, que afectaron a buena parte de las Sierras Chicas cordobesas. Diversas organizaciones volvieron a reclamar entonces la protección de la flora nativa, regulador por excelencia del avance del agua entre las zonas altas y bajas. Sin discutir ese tema de fondo, el gobierno provincial apeló una y otra vez a hablar en abstracto de cambio climático como responsable de los intensos diluvios y hasta creó una secretaría sobre la temática. Las posibles causas del fenómeno climatológico nunca fueron puestas en discusión. La protección concreta del bosque tampoco.
Según un informe del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA), en la Argentina el 44,3% de las emisiones de gases de efecto invernadero corresponden a la sumatoria de los procesos agrícolas y ganaderos. En base a este escenario y a modelos de proyección, el país tendrá un aumento de las precipitaciones de entre 2% y 8% en el centro y en el este, y una disminución de 2% a 12% en el noroeste para el período 2020-2029. En ese marco, la temperatura mostraría un aumento de entre 0,7 y 1,2 grados por encima de los promedios históricos.
La información científica está disponible. Desde Córdoba, un grupo de investigadores de la universidad pública hace su aporte para actuar en función de mitigar y revertir este proceso de cambio climático. Como demuestra el equipo que integra Georgina Conti, defender el bosque nativo no es parte de un eslogan, sino un imperativo con notables consecuencias para toda la sociedad.