Sociedad

Elogio del fracaso

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Errar es necesario para triunfar, según el francés Charles Pépin, autor de un ensayo contra la sobrevaloración del éxito, en medio de las exigencias que impone el modelo económico. ¿Qué es lo bueno de fallar? ¿Y cuál es la mirada en la Argentina?


(Ilustración: Pablo Blasberg)

Muy pocos aciertan antes de errar», decía Séneca, el admirado filósofo de la Roma imperial. Al parecer, aunque pueda causar frustración, miedo o vergüenza, el fracaso posee un costado positivo, algo que otro pensador, el francés Charles Pépin –graduado del Instituto de Ciencias Políticas de París–, analiza en Las virtudes del fracaso, un ensayo del que se vendieron 50.000 ejemplares en su país en pocos meses y en el cual reivindica el valor de las lecciones aprendidas al equivocarse. Esto, frente al exitismo y la competencia que impone el modelo económico actual en Francia y otros países occidentales.
Contrariamente a la tendencia de equiparar el fracaso con ser fracasado, Pépin afirma que «puede ser el primer paso para el éxito». De hecho, en su libro retrata a figuras –desde Thomas Edison hasta Steve Jobs o J. K. Rowling– que fallaron estrepitosamente, antes de alcanzar el triunfo, y también reseña inventos que comenzaron fallidamente. Entre otros, la tarta Tatin de manzana, creada en 1889 en un hotel francés que regentaban dos hermanas de ese apellido que se olvidaron de poner la masa en el molde que horneaban. Así fue que quedaron las manzanas y el azúcar debajo, y luego enmendaron el error poniéndole la masa encima, lo que dio origen a la famosa torta.
«Fracasar es aquello que nos hace humanos. Hay victorias que solo pueden obtenerse perdiendo batallas. Recomiendo cambiar nuestra mirada sobre el fracaso», sostiene el filósofo Pépin, quien asegura que «mientras más fallamos, más aprendemos y descubrimos».
Verónica Mora Dubuc, psiquiatra y presidenta del capítulo de Psiquiatría y Ley de la Asociación de Psiquiatras Argentinos (Apsa), matiza esa mirada. «Los fracasos son experiencias con probabilidades altas de ocurrencia en todas las etapas de la vida, pero si bien pueden dejar enseñanzas, su carácter negativo se asocia con sentimientos dolorosos. Y aunque todas las personas están, teóricamente, en condiciones de tolerar y superar momentos de dolor, de no ser así estos pueden dar lugar a traumas y síntomas persistentes. Cada cual es diferente y atraviesa los fracasos de manera diferente. Personalidades más flexibles y tolerantes los afrontan mejor», explica. ¿Cuál es la mirada hacia el fracaso en la Argentina? Mora Dubuc opina que hoy es «una sociedad que sobrevalora el éxito y lo asocia con el dinero y el poder. Una mirada algo sesgada y pobre, en verdad. Pero con exigencias altas que condicionan potencialmente mayores fracasos, ante la no satisfacción de la mirada de los otros».

Después del derrumbe
El antropólogo Sergio Visacovsky, que se focaliza en la clase media, dice que las ideas de éxito y fracaso van juntas. «Yo estudié las experiencias de quienes padecieron el derrumbe económico, a comienzos del siglo XXI, luego de haber llevado niveles de vida muy distintos (empresarios y comerciantes cuyos negocios quebraban, gente que perdía sus ahorros, jubilados condenados a vivir con ingresos míseros, etcétera). Un aspecto muy importante lo constituyen las aspiraciones colectivas: por ejemplo, ¿qué supone vivir adecuadamente? Este “vivir apropiado” suele exigir una capacidad económica para financiarse». Según Visacovsky, «quienes adherían firmemente a la narrativa del ascenso social (posible a través del esfuerzo y el trabajo), entendían que la falta de realización de sus aspiraciones residía no en sus acciones o decisiones, sino en la política pública, en la corrupción, en la existencia de inmigrantes (de países limítrofes) que corrompían los valores del esfuerzo y el trabajo, exigiendo al Estado su sustento». Una «visión racista» del fracaso que, según este doctor en Antropología Cultural, se ha exacerbado en los últimos años.
Paralelamente, ha aumentado el miedo a fracasar. «Se compite sin frenos criteriosos, y esto incrementa los niveles de estrés y tensiones que cuestan incluso vidas… No es que se observen más fracasos, pero sí más dificultades para tramitarlos. Es lo que podríamos llamar baja tolerancia a la frustración, hoy muy frecuente en la consulta», comenta Mora Dubuc.  
Para quienes se preguntan: «¿Acaso hay algo peor que fracasar?», Pépin responde: «Sí, fracasar por no atreverse».

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