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En nombre de Úrsula

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Tribunales. Familiares y amigos de la joven asesinada reclaman justicia. (Guido Piotrkowski)

Tenía 18 años y 18 fueron también las veces que recurrió a alguna oficina pública para denunciar la violencia ejercida por su expareja y pedir ayuda. Su voz no fue escuchada. Úrsula Bahillo fue asesinada a puñaladas el 8 de febrero en la localidad bonaerense de Rojas por Matías Ezequiel Martínez, su expareja, oficial de la Policía bonaerense que contaba con una historia de sanciones, traslados, una causa por amenazas y denuncias de violación. Como ocurrió con el femicidio de Lucía Pérez, Chiara Páez o Melina Romero, el nombre de Úrsula se convirtió en emblema. No solo de las irreparables consecuencias de la violencia machista, sino de las deudas de un Estado que no parece ser capaz de abordar el problema con eficacia. El de Úrsula no fue ni el primero ni el último femicidio de un año en el que el aislamiento social volvió aún más vulnerable la situación de muchas mujeres que encuentran en el espacio doméstico un territorio de riesgo. En los 40 primeros días del año, la trágica lista de las víctimas de la violencia de género sumó 44 nombres, lo que arroja el promedio de un femicidio cada 22 horas, según el observatorio Lucía Pérez.

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