Sociedad

En primera persona

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El cine es el camino elegido por una activista española para denunciar la violencia sexual. Historias de niñas esclavas, de víctimas de la prostitución forzada y su propia experiencia personal le permiten transformar el dolor en acción solidaria.

Coraje. Álvarez-Stehle dedicó 15 años a investigar el tema del abuso sexual en el mundo. (EFE/Aitana Vargas)

Mis viajes por el mundo como periodista me han llevado al corazón de mujeres que han sanado sus heridas rompiendo sus silencios. Su eco está creando olas de valor –dice Chelo Álvarez-Stehle, directora del multipremiado documental Arenas de silencio. Olas de valor que se proyectó en Buenos Aires en el 2° Congreso Mundial Infancia sin Violencia y en el cine Cosmos, donde estuvo en cartel hasta el 4 de septiembre.
Arenas de silencio le pone palabras al abuso sexual, el que nos golpea la puerta en cualquier momento y lugar, y el comercial y organizado, el de la trata de personas. La película comienza con la voz en off de su realizadora mientras la cámara recorre la playa vasca Zarautz y hace foco en las carpas. Fue allí, cuando pequeñas, que un hombre se llevó a su hermana Marián para abusar de ella, ante su mirada impávida. Un secreto que se devela en el interior de la familia, mientras transcurren los 86 minutos del documental. La propia Chelo Álvarez-Stehle fue abusada por un cura, muy conocido en su pueblo, que aprovechaba su lugar «sagrado» para tocarle los muslos y besarla siendo ella una adolescente.
15 años de investigación le sirvieron a esta periodista española, cineasta y activista contra la explotación sexual para mostrar también, desde un lugar intimista y en permanente diálogo con las protagonistas, y los espectadores, la historia de mujeres de Nepal, donde niñas de 9 años ya son «comercializadas», India o México.

Rebelión y revelación
La mexicana Virginia Isaías es una de las protagonistas del documental que ya lleva tres años proyectándose por todo el mundo. Fue secuestrada y esclavizada por una red de trata junto a su bebé de seis meses, de quien fue separada para ser vendida. «Estaba libre pero seguía secuestrada», cuenta en un momento de la película la propia víctima, hoy convertida en una activista contra este flagelo, acompañada por su hija, quien al finalizar el documental ya tiene 17 años y está pronta a comenzar sus estudios universitarios.
La violación en manada o colectiva a una niña asiática, a modo de rito de iniciación a la prostitución forzada y un intento de suicidio son relatados con crudeza por otra víctima que logró convertir el horror en acción colectiva y solidaria.
Chelo Álvarez-Stehle pregunta, charla, abraza, relata en primera persona. ¿Fueron las historias de abuso las que la llevaron a develar sus secretos familiares? «A nivel de la narrativa de mi vida profesional puede decirse que fueron las historias de abuso que recogía y «me venían» las que me empujaron a desnudarme con mi propia historia de abuso, y de esa forma lo reflejamos en el documental. Pero en realidad algo dentro de mí me dice que fue precisamente el impacto de ese abuso a mis 15 años el que me hacía rebelarme primero, ante pequeñas situaciones de discriminación contra la mujer, y después indignarme contra el abuso, la violación, la trata, y empujarme a revelar y denunciar esas historias hasta la saciedad».
La composición de la imagen juega un papel no menor, dándole fuerza al relato: «Considero que los primeros planos son fundamentales en conversaciones íntimas, confesiones de secretos profundos», dice al respecto la realizadora.  
Silencios y palabras, como parte de un mismo proceso, recorren el trabajo de Chelo Álvarez. Palabras individuales y colectivas, que salvan, que liberan. «La primera parte del título, Arenas de silencio, fue elegido desde que decidí incluir mi historia personal y la de mi familia. La segunda parte, Olas de valor, se me ocurrió cuando me di cuenta de que, en efecto, lo que empezó como denuncia del silencio, se había convertido en una oda al coraje de las supervivientes, y el efecto dominó de una persona rompiendo su silencio e inspirando a otra a romper el suyo propio, podría equipararse a una sucesión interminable de olas rompiéndose sobre la arena».

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