Sociedad | TRADWIVES

¿Esposas sometidas y felices?

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Francia Fernández

Cocina, marido e hijos. Cada vez más, en las redes, mujeres jóvenes promueven una vuelta a los roles tradicionales del pasado. El hogar como refugio.

Williams. La tiktoker se filma preparando la cena o exquisiteces para su esposo.

Motivadas, en parte, por la incertidumbre de los últimos tres años, mujeres de los Estados Unidos y Gran Bretaña han puesto de moda la nostalgia por el estilo de vida de los 50. Se las conoce como tradwives –abreviación de traditional wives, o sea, esposas tradicionales– y representan a una subcultura de jóvenes blancas de clase media-alta –aunque también hay afroamericanas adeptas a esta corriente– que rescatan la estética vintage y promueven, en Instagram y TikTok, una idea de familia del varón proveedor y la fémina que lo espera en casa vestida con glamour y con la cena a punto.
En las redes, preparan recetas caseras, posan con looks coquetos o vestidas al estilo La pequeña casa en la pradera, comparten escenas románticas junto a sus hombres o momentos en el jardín con sus niños. Si bien cuentan con miles de seguidoras, también generan controversia. Por ejemplo, Madison (@madisondastrup), una veinteañera que se comprometió a los 18, se casó a los 19, se embarazó a los 20 y tuvo su primer hijo a los 21, se queja de que recibe críticas de chicas que le dicen que no está haciendo «nada» con su vida o que «retrocede» a las mujeres.
Otra tradwife estadounidense, Ashley (@Herblessedhome), que incorpora ribetes religiosos (cita la Biblia y prepara unas masitas en forma de cruz untadas en chocolate para Semana Santa), igualmente se siente blanco de los comentarios negativos. En un video enumera «Cinco cosas sobre mi matrimonio que no sabía que eran controversiales hasta que las puse online: me gusta verme bien para mi marido, aunque él me ama independientemente de mi look; le hago una taza de café todas las mañanas; cocino para él cada noche; cuando estamos juntos, yo no manejo; y él tiene la última palabra en las decisiones financieras».
Representantes de la Generación Z o «Zoomers», como se conoce a las nacidas después de 1996, su lema es: «El hogar está primero». Estee Williams (@esteecwilliams), una tiktoker rubia, que aún no tiene hijos pero se graba acicalándose para la cena u horneando pasteles, asegura que existe una confusión sobre el movimiento «que nadie empuja, sino que las personas lo viven y quizá muestran su estilo de vida como yo». Williams señala que las esposas tradicionales creen que «su sitio como individuos y su propósito es ser amas de casa. No es que estamos intentando quitar aquello por lo que las mujeres han peleado… Nadie está diciendo que el lugar de todas las mujeres está en el hogar. Nosotras lo elegimos, eso es todo».

Un rol diferente
Las tradwives también creen que deben someterse a sus maridos y servirles a ellos y a sus familias. «Las palabras “someterse” y “servir” hacen que la gente piense que estamos diciendo que somos menos que los hombres. Y no… Estamos acá como mujeres para un rol diferente, aunque igual de importante», se defiende.
Asimismo, las tradwives se oponen a esa fracción del feminismo que denigra a los hombres, en lugar de fomentar la igualdad de las mujeres. Y afirman que no pretenden adoctrinar a otras congéneres, sino llevar una vida convencional que, a diferencia de otros tiempos, no es impuesta. «Queremos tener esa opción, sin ser juzgadas», subraya Williams.
Entre las referencias de estas mujeres se cuentan libros como America’s Housekeeping Book (1941), un manual práctico para el ama de casa, del Herald Tribune Home Institute, y Fascinating Womanhood, un volumen de 1963, con consejos conyugales, que escribió Helen Andelin, una madre de ocho hijos cuyo matrimonio languidecía. De su texto se vendieron tres millones de copias a la par que la activista Betty Friedan planteaba que, en los Estados Unidos, las mujeres, fuera de ser objetos sexuales, eran invisibles para los hombres, y editaba La mística de la feminidad, un título que sentaría las bases de la llamada «tercera ola del feminismo».
Lo que hizo Andelin fue aplicar los principios que aparecían en folletos de los años 20 y 30, además de citas de la Biblia y otras fuentes literarias, y logró que su marido corriera a casa para estar con ella. Luego dio charlas en las iglesias y, a pedido de sus seguidoras, escribió su guía. En pleno feminismo de los 60, Andelin exhortó a las mujeres no a tener carreras, sino a ser buenas esposas, madres y amas de casa. Según ella, «la verdadera felicidad de una mujer» radicaba en «admirar, preocuparse y obedecer a su marido». Y, a pesar de sus detractores, se convirtió en una celebridad nacional.
El llamado de Andelin a retornar a los roles tradicionales sedujo a muchas en los tiempos desconcertantes y turbulentos que siguieron a la calma de la posguerra. Ella planteaba la «adoración» de la mujer al hombre que «le brinda paz y felicidad». Y resaltaba «el carácter sin tacha, así como la habilidad de entender al sexo masculino, de contar con una alegría interior profunda y de convertirse en una “diosa doméstica”».
Dixie Andelin Forsyth, hija y seguidora de la autora, le dijo a la revista britanica Stylist que, en la actualidad, «el movimiento (de las tradwives) está aumentando porque las mujeres han tenido suficiente feminismo…». Y envió un mensaje a las feministas: «Gracias por los pantalones, pero vemos la vida de una manera diferente».

Reacción
A juicio de Noam Shpancer, un profesor de Psicología de la Otterbein University, Ohio, que habló en una nota con el sitio Today.com, «la cultura “tradwife” podría ser una reacción a la liberación de los sistemas de creencias estadounidenses». Según el artículo, un estudio de 2021 de la Universidad de Nueva York concluyó que cada nueva generación tiende a ser un poco más abierta que la anterior con respecto a la raza, la sexualidad y el género. «Cuando ocurre un cambio social, no todo el mundo va a estar contento», señaló Shpancer. Para él, las tradwives «buscan volver a una sociedad que algunos ven como más simple y con menos libertades individuales».
Hay páginas que vinculan el surgimiento de esta «cuadrilla» con las elecciones de 2016, que ganó Donald Trump. Y hasta las tildan de «supremacistas blancas», o las asocian con militantes de derecha o ultraderecha que usan hashtags como #FeminismSucks (El feminismo apesta), #ConservativeWomen (Mujeres conservadoras) y #TwoGenders (Dos géneros). Pero «no todas las tradwives son derechistas», recalcan en la crónica de Today.com. «Shpancer menciona otro motivo para el crecimiento de la movida tradwife: un deseo de aislarse de la sociedad que ofrece demasiadas elecciones de vida. Los seres humanos necesitan estructura y claridad para funcionar bien y hacer que una historia sea coherente; en la psique humana cualquier tipo de orden es mejor que el caos».
Más allá de los análisis, las tradwives manifiestan que están felizmente casadas con hombres que las miman y respetan como amas de casa. También insisten en que no tratan de implantar algo o avergonzar a otras mujeres, por ejemplo, aquellas que no tienen hijos. «Nada que ver con la supremacía racial o con ser el felpudo del hombre», sotiene la inglesa Alena Kate Pettitt, creadora de The Darling Academy, un sitio web sobre «estilo de vida femenino». 
Pettitt cree que «si querés un matrimonio feliz, tenés que poner a tu esposo por delante». Autora de manuales dedicados a recuperar la feminidad y las buenas maneras (Ladies like us, English Etiquette) es una fan de Fascinating Womanhood, de Andelin. «La gran popularidad de la que goza el libro continúa demostrando que no todas las mujeres creen que actuar como hombres las hará más felices o las acercará a sus objetivos. Sobre todo si lo que realmente quieren es un marido, un hogar y una familia».
En Instagram, una declaración de The Tradwives Club va más allá: «Las mujeres se someten a sus jefes y nadie pestañea. Pero en el instante que la esposa se somete a su marido es “opresión” o “esclavitud”». No se puede negar que encierra algo de verdad.

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