Sociedad

Filosofía en tiempos de crisis

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Libros, programas de TV, talleres que convocan multitudes. Echar mano de los clásicos y entrenar el pensamiento se ha vuelto una forma de hacer frente al nuevo milenio. Un camino para buscar otros sentidos y cuestionar las recetas prefabricadas.

CCK. En junio, la cuarta edición de la Noche de la Filosofía convocó a miles de personas. (Télam)

Sócrates decía que había que cuestionarse dos cosas: qué es una buena vida y cómo contribuir a una sociedad justa. Los griegos nunca dejaron de hacerse preguntas. Hoy, en tiempos en que parece primar una lógica centrada no en qué es el ser humano, sino en para qué sirve, filosofar –o sea, «examinar y afinar los criterios», como decía Epitecto–,  se torna, más que nunca, necesario.
Mientras en países como Chile y la propia España –donde nació la exitosa serie Merlí, sobre un polémico profesor (Francesc Orella) que impulsa a sus alumnos adolescentes a interpelarlo todo– se discute la idea de eliminar la filosofía de los programas escolares, en la Argentina esta disciplina vive un «resurgimiento», de la mano de figuras como Darío Sztajnszrajber. El filósofo, que ha sido docente –desde la enseñanza primaria hasta el nivel de posgrado–, trasladó la reflexión académica a la TV (Mentira la verdad, Canal Encuentro), la radio (Demasiado humano, Futurock) y los escenarios (Desencajados y Salir de la caverna). Además, sus libros, con una aproximación práctica, «de bolsillo», se venden como si nada. Filosofía en 11 frases –en que toma enunciados como «Nadie se baña dos veces en el mismo río», de Héraclito, o «Pienso, luego existo», de Descartes–, va por la séptima edición en pocos meses. ¿Para qué sirve la filosofía? «Si bien la editorial tiene una larga tradición de autores en el campo de la filosofía, Darío le ha dado una masividad que antes no tenía. El año que viene, entre otros, publicaremos su nuevo libro, y también a Esther Díaz y Tamara Tenenbaum», precisa Martín Sivak, gerente editorial de Paidós.
La adhesión se extiende a eventos como La Noche de la Filosofía, una cita con decenas de pensadores –que creó en París, en 2010, la filósofa y directora teatral francesa Mériam Korichi– cuya versión local ya suma cuatro encuentros. Y los talleres filosóficos se multiplican en el Malba, el Centro Cultural Rojas y hasta en el Colegio Nacional Buenos Aires.
 

Democratización del saber
Sztajnszrajber dice que el interés renovado por la filosofía se explica, primero, «por una política pública del gobierno anterior», en que la filosofía y otras disciplinas, que eran vistas como «solemnes o aburridas, comenzaron a tener cabida».  Para él, diez años atrás, el Canal Encuentro permitió una democratización del saber. «Nuestro programa Mentira la verdad es un ejemplo, porque no solo se utiliza hasta hoy en toda Iberoamérica como trabajo en el aula, para que los alumnos vean la filosofía como algo más cotidiano, más emotivo, más artístico, sino que, además, se desparramó desde el consumo de TV más clásico, hasta los celulares».
Segundo: sería una respuesta frente a una época en la que «vivimos arrojados a un mundo donde todo viene con su manual de instrucciones, elaborado, con recetas que establecen cuáles son los criterios y las formas para cualquier tipo de práctica. Entonces, se sobrepuebla de sentido la existencia y, al mismo tiempo, se genera una sensación de vacío, que llega no por falta, sino por saturación de sentido». Así, el discurso filosófico sería «un modo de salir de la norma lización en la que vivimos, de perderse, de apostar por la incertidumbre».
Para otros, el siglo XXI se caracteriza por la desorientación, y una preocupación creciente por la filosofía «se debe a la falta de sentido y el avance de la insignificancia», como afirmó Marcelo Lobosco, director nacional de la Olimpíada Argentina de Filosofía (OAF), que realiza la Secretaría de Educación Media de la Universidad de Buenos Aires (UBA), en un artículo del diario Clarín. Es una mirada que comparte, por ejemplo, la italiana Andrea Marcolongo, autora del best-seller La lengua de los dioses, nueve razones para amar el griego, en que se propuso «explicar cómo los antiguos griegos veían el mundo a través de su lengua» y recuperar el mundo clásico –el teatro, la literatura, la filosofía, la lógica– como una especie de «mapa interior». Al igual que Virginia Woolf, invita a «volverse a los griegos y su consuelo, cuando nos hartemos de la vaguedad y la confusión de nuestro tiempo».
En la esfera académica, la filosofía también atraviesa un buen momento. Claudia Mársico, directora del departamento de Filosofía de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, informa que el número de inscriptos en la carrera «ronda los 350 anuales, con altibajos normales, lo cual es un número enorme a nivel internacional». Según dice, «no hay una explosión puntual, a la manera de una moda o un “efecto Merlí”. Sí, un sostenido interés por la disciplina, ya que Argentina es una sociedad muy abierta a la reflexión filosófica, y lo es a pesar de la presencia casi nula en la formación escolar, en comparación con otros países, en que se cuadruplica», agrega.
Únicamente en 1994, y entre 2004 y 2007, se habría llegado a 600 inscriptos al año en la UBA. Esto seguramente fue así por crisis económico-políticas que obligaron «a repensar causas y claves explicativas de la realidad».
¿Qué consecuencias podría acarrear para una sociedad que se elimine la filosofía como materia obligatoria en las escuelas? Mársico, doctora en Filosofía e investigadora del CONICET, dice que «la ausencia de la filosofía, como motor del pensamiento crítico, y medio de evaluación de argumentos y de formación de hábitos de diálogo, conllevaría un daño mucho mayor, que tiene que ver con la privación de instrumentos para hacer frente a la vida en general. El conflicto, la finitud, el deterioro son datos ineluctables, y la filosofía los contempla, desde distintas perspectivas».
En Argentina, aunque en proyectos oficiales de reforma del sistema secundario hubo algunas amenazas de eliminar o reducir la enseñanza filosófica, Sztajnszrajber observa, sobre todo, un incremento de la educación que elude el pensamiento crítico, porque lo considera negativo, «como algo que va en contra de lo que sería el único ideal educativo, que es la productividad. Es importante la productividad, pero no me parece que sea el valor único. También es fundamental ser creativo, dudar de uno mismo, cuestionar lo establecido». Eso es, precisamente, lo que genera la filosofía.

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