La movilización de decenas de miles de mujeres contra la violencia de género y la desigualdad económica constituye un hecho inédito que marca un antes y después en la historia de las luchas feministas. Un fenómeno que conmueve y cuestiona a la sociedad.
9 de marzo de 2017
(Jorge Aloy)
Ni Una Menos supone volver a tomar las calles tras un proceso de acumulación de fuerzas que, además, viene acompañado de un resurgimiento del movimiento feminista latinoamericano. La clave, en todo caso, es no perder el rumbo político. No suavizar las demandas feministas en aras a un movimiento masivo», desliza María Elena. Habla con una vigorosidad casi adolescente, y aunque recuerda la importancia de no olvidar las necesidades específicas de las mujeres de su tierra, Bolivia, sus palabras resultan cercanas. María Elena integra el colectivo NiUnaMenos que crearon en La Paz hace tan solo unos meses y su lenguaje ya se funde en uno más universal, que por estos días también pudo escucharse en Brasil, o en Alemania, o Rusia, e incluso Turquía. Las mujeres del mundo están escribiendo un 8 de marzo distinto, retornándolo a su significado político, con un mensaje que por su masividad ya no pasa desapercibido y habla de uno de los fenómenos sociales más interesantes de los últimos años. ¿Estamos ante un nuevo feminismo? Y en todo caso, lo más difícil de responder: ¿Eso qué significa? ¿Cómo definir lo que está pasando?
En su última misiva, Carta Abierta intenta pensar la cuestión por estos pagos y nos ofrece algunas claves para acercarnos. Estamos, nos dice, ante reclamos históricos y formas viejas, muy viejas, de violencia. Hasta ahora, nada nuevo. Excepto por el modo brutal en que el femicidio expuso esa violencia, algo que en realidad tampoco supone algo nuevo, a no ser por el sorpresivo eco que logró en los medios y que inevitablemente sirvió como caja de resonancia ante una sensibilidad social que inmediatamente acogió el tema y no solo eso, salió a marchar por esas demandas. Que Carta Abierta escriba sobre ello es en sí mismo un dato, puesto que no es un colectivo feminista, lo que tal vez sirva como excusa para entender un poco más este colectivo.
«Creo que el crecimiento que se ha experimentado tiene que ver, por un lado, con la tenacidad que ha tenido el movimiento de mujeres, que ya ha protagonizado 32 encuentros nacionales y ha insistido con reclamos muy explícitos. A esto se suma la democratización que permite Internet y la ampliación de derechos que vivimos los últimos diez años a través de legislaciones y otros avances, que sin lugar a dudas han contribuido a que podamos mirarnos a nosotras mismas y alzar nuestras demandas», reflexiona María Florencia Alcaraz, periodista e integrante de NiUnaMenos, consigna que con solo dos años de vida ha logrado agrupar otros gritos, otras latitudes, y otros actores.
En órbita
En este sentido, María Elena, que es María Elena Apilánez Piniella, coincide en la importancia que supusieron las redes sociales para las organizaciones: «La posibilidad que ofrecen para el movimiento feminista en general, y para el movimiento del NiUnaMenos en particular, son abismales. Imagina si hace 150 años las mujeres sufragistas eran capaces de comunicarse por mil y un medios para organizar los primeros encuentros feministas en muy diversas partes del mundo, cómo no pensar que las redes sociales ofrecen una capacidad ilimitada. Ahora bien, tienen dos caras en una misma moneda. Porque, por un lado, agudizan lo que yo llamo el apoltronamiento de las personas que no llegan siquiera a rozar la acción militante. Pero, por otro, es cierto, permiten poner en órbita este internacionalismo feminista».
Universalismo y transversalidad parecen entonces definir algunos de los sesgos más importantes de esta manifestación, que no solo involucra feministas peleando por la igualdad de género. Todas citan el mismo ejemplo: la primera movilización en Estados Unidos contra el gobierno de Donald Trump fue protagonizada por mujeres. «Creo que, haciendo un poco de historización de los movimientos feministas, podemos decir que estamos ante una cuarta ola de feminismo, que plantea un nuevo internacionalismo y da cuenta de una alianza con otros sectores. Es un feminismo anticapitalista, que se alza también en defensa de otros temas, por ejemplo las migraciones», sostiene Alcaraz sobre lo que podría considerarse la emergencia de un sujeto político capaz y dispuesto a hacer ruido, mucho ruido.
De hecho, la premisa de la última jornada buscó trascender los reclamos por femicidio haciendo foco en las desigualdades económicas y retomando la convocatoria a un «paro de mujeres», planteada en la experiencia del 19 de octubre del año pasado como forma de dejar en claro que la violencia machista se escribe de muchas maneras, también laboral. Fue así como en nuestro país por primera vez marcharon juntas las mujeres de las tres centrales obreras, la CGT, la CTA de los Trabajadores y la CTA Autónoma, que resolvieron de común acuerdo convocar al cese de actividades a partir de mediodía, con ruidazo y asambleas, y acciones de concientización en lugares de trabajo.
Batalla cultural
En esta misma dirección, se buscó también introducir otra consigna, aquella que se refiere a otros tipos de violencia de género menos conocidos, tipificados en la Ley de Protección Integral a las Mujeres, como la violencia psicológica, considerada como aquella que «causa daño emocional y disminución de la autoestima mediante la amenaza, acoso, hostigamiento», la violencia simbólica, la sexual y la violencia económica y patrimonial, que incluye desde impedimentos en la propiedad de bienes hasta el control de ingresos o incluso «la percepción de un salario menor por igual tarea dentro de un mismo lugar de trabajo».
Cuál es el escenario que se plantea a futuro parece ser algo más difícil de responder. En todo caso, es una discusión planteada entre las distintas agrupaciones, donde reconocen la necesidad de generar estrategias para enriquecer el proceso y evitar que la llama de este hecho social se extinga. Ciertamente, algo cambió. Que palabras como «empoderamiento» o «feminicidio» hayan salido de su lugar marginal y se escuchen en cualquier esquina, nos dice que algo cambió. También es cierto que se trata de una batalla cultural larga y extenuante. Los comentarios condenatorios que pudieron escucharse desde algunos sectores frente al «Tetazo» organizado en el Obelisco o policías obligando a tres mujeres a taparse los pechos en una playa, hablan de una sociedad que aún pone reparos y de un Estado que no acompaña. Pero, como señalan Florencia y María Elena, «hacer ruido ya es algo. Que escuchen, de eso de trata. Que escuchen que estamos acá».