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Generación Beta: ¿revolución o rótulo?

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Facundo Báñez

Hijo de los llamados millennials, un nuevo grupo etario plantea dudas sobre la validez de las etiquetas generacionales. Problemas para predecir el futuro y contextos que varían.

2025. Este año habría nacido la Generación Beta. La costumbre de bautizar grupos etarios a cada rato tiene poca validez científica.

Foto: Shutterstock

En los 90, durante la cuenta regresiva hacia el nuevo milenio, el término Generación X fue una marca de moda para encuadrar a los jóvenes de entonces y, acaso popularizada como símbolo del adiós al mundo analógico, sirvió de antecedente a las nuevas nomenclaturas de la era digital: millennials, centennials, los alfa. Ahora, ante el lanzamiento de la llamada Generación Beta a partir del 2025, la costumbre de bautizar grupos etarios cada 15 años no solo encuentra cuestionamientos ligados a su validez científica, sino que parece abrir un dilema a la hora de intentar, fuera de estereotipos o simplificaciones alfabéticas, espiar el futuro y detectar los desafíos que enfrentarán quienes crezcan bajo el signo de una revolución tecnológica sin precedentes.

Para Lucía Fainboim, especialista en ciudadanía y crianza digital, nunca resultó tan complejo predecir una cohorte generacional como ocurre en la actualidad. «Es un enigma porque la llamada Generación Beta será la primera criada en entornos de IA generativa y para la cual será algo natural interactuar con entes no humanos –asegura–. Se trata de un cambio copernicano que no terminamos de dimensionar. La IA avanza a una escala que nuestra especie jamás experimentó. Si bien tuvimos en la historia de la humanidad grandes momentos de avances técnicos, nunca un avance fue así de revolucionario en un período de tiempo tan corto».

Como suele ocurrir ante todo shock que modifica la realidad y dispara interrogantes, hay quienes ven en esta incertidumbre tecnológica una oportunidad o una amenaza, según cada caso, pero también aquellos que observan una reacción lógica ante lo desconocido, similar a lo que ocurrió en su momento con la imprenta, la escritura o la electricidad. «Si bien estamos en la ola de IA, nadie predijo en su momento ni la rueda ni internet. Cualquiera puede imaginar el futuro, pero predecirlo es más arriesgado», plantea Nicolás Sacco, investigador del Conicet y doctor en Ciencias Sociales, magíster en Generación y Análisis de Información Estadística. En su opinión, los estudios que rotulan bajo marcas como millennials, beta o gama suelen caer en vaguedades que poco ayudan a la discusión seria. «A la que nacerá a partir de 2050, por ejemplo, se la caracteriza como una generación que se adaptará a los nuevos cambios climáticos y a la incertidumbre del mercado laboral –apunta–, casi lo mismo que podría decirse de la que integro yo».

A contramano de su visión, de la promovida Generación Beta –que incluiría a los nacidos a partir de este año hasta el 2039– se dice que representará el 16% de la población mundial en 2035 y que muchos de ellos vivirán hasta el siglo XXII. Aunque algunos estudios la analicen y pronostiquen que será la primera en experimentar la IA como una extensión de sus vidas, Fainboim toma distancia de cualquier trabajo que busque caracterizarla y cree que resulta imposible predecir sus rasgos porque son impredecibles los cambios tecnológicos que se vivirán. «Lo que sí podemos saber es que será una generación que no va a tener experiencias fundantes como las que tuvimos nosotros y nuestros padres: perdernos, tener una hoja en blanco, que sea difícil acceder a los datos», especula la especialista, para quien la incertidumbre que se plantea es un desafío que debe ser pensado desde la escuela. «Ver qué hacemos frente a esas habilidades que vamos delegando a partir del desarrollo tecnológico y qué nuevas habilidades de mirada crítica y de concentración se necesitan –dice–; pero proyectar cómo será el futuro para esas personas, a la velocidad de la revolución tecnológica, es algo demasiado incierto. Lo único que podemos decir es que estarán atravesados por cambios más constantes y menos graduales que los vividos por nosotros y las generaciones anteriores».


Etiquetas
Desde los llamados baby boomers de la Segunda Guerra Mundial hasta la reciente e imprecisa definición de «generación de cristal», nombrar grupos etarios según un período estandarizado de años se convirtió en una construcción social que, tal vez potenciada por el marketing, suele difundirse como eslogan que define y encasilla personas. ¿Pero es posible hacerlo?

«Se trata de categorías que no tienen un sustento empírico sólido ni teórico y que no se corresponden con la realidad social de nuestro país», dice Sacco, quien detalla que estas etiquetas suelen ser promovidas por institutos privados de Estados Unidos dedicados a la investigación de mercado y a describir, incluso, no solo a la llamada generación Beta sino también a la Gamma o a la Delta, establecida para aquellos que nazcan entre 2055 y 2069.

«Si yo tuviera que ampararme bajo esta lógica –ejemplifica el investigador–, sería un millennial. Y sin embargo yo no me identifico con este grupo. En Estados Unidos se los asocia a la recesión de 2008, pero en Argentina el pasaje de la adolescencia a la adultez estuvo marcado por la crisis de 2001, el desempleo masivo y los cambios en la estructura educativa. Aún dentro de una misma cohorte de nacimiento, las desigualdades de clase, género, territorio y origen migratorio producen experiencias vitales muy diferentes a las de otros contextos históricos. Las etiquetas generacionales, al imponer límites arbitrarios entre años de nacimiento, tienden a simplificar y a reforzar estereotipos».

Como alternativa a los rótulos promovidos por el mercado, el investigador propone pensar a nivel local «en cohortes de nacimiento vinculadas a procesos históricos y demográficos específicos. Por ejemplo, quienes nacieron durante la expansión educativa de los 70 y los 80; quienes se incorporaron al mercado laboral durante la crisis de 2001; o quienes transitaron la infancia en el contexto de la pandemia de covid. Estos recortes permiten capturar con mayor precisión las experiencias comunes que moldean trayectorias de vida».

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