24 de noviembre de 2025
Hasta hace un siglo proliferaban en el norte y centro del país y hoy quedan apenas 250 ejemplares. Vida y muerte de Acaí, la hembra del Impenetrable chaqueño que fue víctima de la caza furtiva.

Acaí nació silvestre. En Iberá, Corrientes, el 28 de febrero de 2023. Hija de la yaguareté Karaí, una de las primeras liberadas en esa región –en 2021– en el marco de una iniciativa para repoblar la zona de estos grandes felinos en peligro de extinción. Acaí fue bautizada así por chicos y chicas del lugar. Su nombre significa «cabeza chiquita» en guaraní: fue el rasgo que eligieron para distinguirla. Entre abril y mayo de este año, la hembra fue trasladada al Impenetrable chaqueño, donde se busca que la población de yaguaretés vuelva a ser reproductiva. Hasta hace poco tiempo solo quedaban machos. Ella fue la cuarta hembra en llegar. Fue liberada en ese ámbito el 5 de octubre. Veinte días después, desapareció.
Su ausencia se percibió casi de inmediato porque estaba monitoreada: el collar de seguimiento que portaba apareció en el río Bermejo. Cuando alcanza a yaguaretés sin collar, la caza pasa más inadvertida. Se detectan las pérdidas de tanto en tanto, cuando los censos confirman la baja de ejemplares. El yaguareté es Monumento Natural Nacional y se encuentra en la categoría de Peligro Crítico en Argentina. Pero el rango –el más alto posible– no alcanza para mantenerlo a resguardo.
Desde la década de 1990 no había registro de hembras en El Impenetrable. En los últimos años la organización Rewilding Argentina comenzó a detectar machos solitarios –llegados del Chaco Paraguayo o de las yungas– y hace poco más de un año se empezaron a liberar algunas hembras en la región, en conjunto con el Gobierno provincial y Parques Nacionales.
Acaí fue una de ellas. Este año nació el primer yaguareté en el lugar, por lo que ya se habla de una población reproductiva incipiente. Se estima que quedan unos 250 yaguaretés libres en el país. Las poblaciones que permanecen reproductivas, en tres provincias, muestran bajas en los últimos relevamientos. En Misiones, un censo este año registró una media de 84 ejemplares, cuando en 2022 era de 93. En Salta y Jujuy se calculaba que había entre 120 y 150 yaguaretés, pero el año pasado se estimaron entre 45 y 92. Según ambientalistas y conservacionistas, la caza es el único factor que explica que las poblaciones puedan bajar de forma tan abrupta.
En paralelo con los datos alarmantes, hay otros más optimistas: la restauración de poblaciones reproductivas en Corrientes y Chaco. En Iberá había desaparecido hace 70 años y hoy, gracias al proyecto de reintroducción, hay unos 40. Es una población que está creciendo rápido.
Convivir
Nicolás Lodeiro Ocampo, fundador y director ejecutivo de Red Yaguareté, apunta a la caza como principal factor que explica la situación de peligro de estos animales, que hasta hace alrededor de un siglo vivían en todo el norte y centro del país, hasta las puertas de la Patagonia. «Hay varios tipos de cacería. Sobresale por su impacto la que se da como represalia por la depredación del yaguareté sobre animales domésticos, que parecería ser este caso (el de Acaí), y también por temor. Luego, la caza ocasional o por esparcimiento. La caza para divertirse es común en las zonas rurales», plantea. Y remarca: «Por eso insistimos en que debe desarrollarse un plan de convivencia con las personas en toda el área de presencia de yaguaretés. Si no, esto que estamos viendo seguirá siendo un factor de extinción de peso».
El plan es que quienes viven en zonas donde habitan estos grandes felinos no los vean como una amenaza. Mucho menos, como un trofeo. «Estamos trabajando en construir una nueva economía en El Impenetrable basada en el turismo de naturaleza y avistaje, para que la gente vea a la fauna como una oportunidad de trabajo», dice desde El Impenetrable Sebastián Di Martino, coordinador de conservación de Rewilding Argentina. Pobladores locales como guías, propuestas gastronómicas con recetas tradicionales en las viviendas, artesanías. «Hay comunidades como Armonía o Fortín Arenales donde ya son fuertes estas actividades. Eso hay que extenderlo a otros lugares, como Manantiales, donde fue cazada Acaí».
Por lo pronto, esa población ya muestra de qué lado está: la Justicia se está nutriendo de sus aportes para orientar los allanamientos y rastrear a los responsables de la ausencia de Acaí. «Suponemos que ha sido cazada por cazadores furtivos de la provincia de Formosa», dijo a la prensa el veterinario Daniel Rouvier, intendente del Parque Nacional donde desapareció la yaguareté.
Ante la cacería, la Justicia no es la regla. Recién este año, en Formosa, se logró una sentencia por la muerte de un yaguareté. «Fue la primera condena tras más de 70 casos que encaramos en los últimos 20 años. La resistencia ha sido gigantesca, Ahora esperamos que en febrero tengamos el segundo caso (por una caza en Clorinda) y que el de Acaí siga esa línea si se confirma su deceso, pero con cárcel de cumplimiento efectivo, como amerita una especie declarada en peligro crítico por el Estado Nacional», señala Lodeiro. También milita por un endurecimiento en las penas de la Ley 22.421 de Conservación de la Fauna.
Que no haya más Acaí
«No es solo una tragedia para la conservación, sino también una muestra de la fragilidad del ecosistema. Estos animales son irreemplazables porque son depredadores tope, regulan las poblaciones y balancean el sistema», describe Kai Pacha, fundadora de Pumakawa, una reserva que rehabilita a especies silvestres rescatadas en Córdoba: allí vive más de una veintena de pumas salvados de criaderos ilegales y de cotos de caza.
«Una de las mayores preocupaciones es que quienes cazan felinos como el yaguareté lo hacen por desconocimiento. O porque hay una lucha con la producción ganadera y no consideran el valor ecológico», señala. Propone más educación ambiental y cuenta sobre un conjunto de técnicas disuasivas agrupadas en el Proyecto Cacu, que ya se implementa en su región: burros, mulas o perros raza maremmano-abrucense como protectores del rebaño; reintroducción de vizcachas y uso de luces intermitentes en los corrales de encierre nocturnos. Pacha alienta a las provincias a acercarse a los productores con este tipo de herramientas, para que el disparo no se piense como solución. «Tenemos que convivir con la fauna. El camino es diferente a matar, es la coexistencia. Que la muerte de Acaí no sea una más, sino la última».
